AVISO. Por la naturaleza de los trabajos de este blog, el argumento e incluso el final de las peliculas son generalmente revelados.

lunes, 25 de noviembre de 2019

ALICE (Woody Allen, 1990): Reflexiones en torno al animus femenino.

Alice (Woody Allen, 1990) es, a diferencia de películas como "Interiores"(1978), September (1987) u "Otra mujer" (1988), una película que podríamos denominar como una comedia de trasfondo bergmaniano. Alice es considerada una obra menor dentro de la filmografía de Allen, opinión con la que yo no estoy nada de acuerdo. Alice pone de relieve el genio del director tratando un tema complejo en el que mezclando la profundidad con la comedia, un tratamiento que no es gratuito sino con toda la intención, logra comunicar algo que es muy difícil de comunicar.

A diferencia de "Otra mujer", Alice (Mia Farrow) aborda la crisis de una mujer burguesa de moral católica que lleva una vida insípida y aburrida, que transcurre entre salones de belleza, tiendas de lujo, cotilleos con las amigas, entrenador personal, los hijos (asistida por un canguro, doncella y cocinera) y Doug (William Hurt), su marido, un adinerado financiero, tan insípido y aburrido como la vida que lleva. De hecho, Doug parece ese tipo de hombre que mira una mujer como la madre de sus hijos (a los que él, ocupado en otros quehaceres, claro está, no atenderá). De hecho, en una escena retrospectiva, le dice: "Cásate conmigo, ten a MIS hijos, vive a mi lado y se la señora de Douglas Tate". Toda una declaración ideológica y de intenciones.

A pesar de su dimensión de comedia, o precisamente por ella, Alice nos permite reflexionar sobre el difícil concepto de Animus que Jung desarrolló como el arquetipo compensatorio de lo masculino en la mujer. Para diferenciar el concepto de anima en el hombre y animus en la mujer me parece importante citar las siguientes palabras de la analista junguiana Barbara Hannah, quien se ocupó larga y profundamente de la temática del animus:

Podría decirse que cuando un hombre asume el problema de su anima, está tratando de hallar la imagen femenina colectiva heredada, que existe en su propio inconsciente, con cuya ayuda es  capaz de comprender la naturaleza de la mujer [...] Al mismo tiempo el encuentra su propia función de relación con el inconsciente. Por lo tanto, en su búsqueda del anima, la meta del hombre es en el fondo hallar la función de relación que siempre ha proyectado en la mujer. La meta de la mujer, por otra parte, es hallar la imagen colectiva heredada del espíritu o mente que siempre ha proyectado en el hombre. La mente femenina - en la medida en que es inconsciente - es autónoma, y está proyectada hasta un extremo casi increíble, aunque ella usualmente no se da cuenta de este hecho. [1]

y de la misma manera, hace también la función de relación con su inconsciente:

Es obvio que el animus [...] es particularmente apropiado para ser un agente de enlace, por decirlo así, entre el consciente e inconsciente. [2]

Alice y Doug.
Veamos ahora que nos dice la película de Woody Allen.

I. COMO SIEMPRE, TODO EMPIEZA CON UN ENAMORAMIENTO INESPERADO.

Efectivamente, Alice ve perturbado su aparentemente mundo seguro por el encuentro inesperado con Joe (Joe Mantegna), un hombre que le atrae de inmediato. Esa fuerte atracción será el inicio de su proceso de cambio. Una atracción, de hecho un enamoramiento que, como en muchas ocasiones, será el detonante para un cambio que nada tiene que ver con el cambio de pareja, sino con un cambio de actitud y de orientación en la propia vida. De hecho, un enamoramiento como el de Alice es siempre una oportunidad y un riesgo. Una oportunidad para conocerse mejor, para cuestionarse la actitud hacia la vida, o un riesgo para seguir huyendo hacia adelante. Muchas veces no es una nueva pareja lo que nuestra vida necesita, sino conocer mejor nuestras motivaciones, deseos y necesidades, apreciar mejor que es aquello que sentimos por nosotros mismos. Dice Aldo Carotenuto:

... cuando uno simplemente salta de una relación superficial a otra, eludiendo el encuentro profundo, esto por lo general puede ser interpretado sicológicamente como una dificultad en la relación con uno mismo. En efecto, al negarnos a ceder al amor, nos privamos de una preciosa oportunidad para el autoconocimiento. Sólo si acepta­mos nuestra vida emocional como es, podemos comprendernos a nosotros mismos. Nuestra indignidad y perversidad sólo afloran en el encuentro íntimo con el otro. [3]

Joe y Alice

- Los estadios del animus.

Jung ,al igual que con el anima masculina, destacó cuatro fases para el animus femenino: El Phallus, el más primitivo, en la que para la mujer el hombre es el objeto generativo, el fecundador, el suministrador de la semilla que da a la mujer aquello que desea: un hijo. Es una visión muy frecuente en las mujeres que sólo se conciben sólo como madres. En segundo lugar tenemos al marido, en la que el hombre es considerado fuente de refugio y protección. Puede ser más o menos hostil y puede ser que sólo tenga importancia por esas cualidades. En tercer lugar tenemos al amante, el hombre que para la mujer se caracteriza por estar centrado en ella, y ella en él, que ya no es un simple suministrador de semillas fecundadoras y proveedor de seguridades y estabilidad, sino de algo que va más allá, que va al núcleo del alma. Podemos observar esa definición del animus como amante cuando Alice le dice a una de sus amigas: "No me lo he podido quitar de la cabeza [...] Y tampoco es tan guapo... Fue más bien como me miró." Es ese como me miró - y como le miré - que va al núcleo del alma, ese mutuo centramiento entre amantes, ese ver más alla de lo objetual y práctico. Finalmente tenemos en el cuarto estadio a Hermes, que dirige a la mujer hacia una especial relación de afinidad y amor con el misterio de la vida - llámese este dios, tao, manitú, nirvana, etcétera –.

Podemos ver claramente que Alice se halla en el estadio del marido y que, con la aparición de Joe, empieza a entrar en el estadio del amante, entrada no exenta de tensión dada su persona configurada a partir de introyecciones propias de la moral católica. Barbara Hannah nos dice nuevamente:

él es quien prepara el siguiente paso, que es Hermes. Aquí, el dios ya aparece presagiado en el amante. En un texto de Yoga se diría que desde este centro inferior, o desde el amante, ya se está mirando hacia arriba. Contemplas la figura del dios desde la posición del amante, tal como puedes ver al amante desde la posición del esposo. [4]

Joe configura la figura del animus como el amante, contrapuesto a la de Doug como el marido. Y es aquí donde también, como anuncia el amante, que aparecerá el animus como Hermes (no en vano el dios olímpico mensajero, de las fronteras y de los viajeros que las cruzan) y, por lo tanto, como un psicopompo, un guía entre el consciente y lo inconsciente.

II. EL ANIMUS COMO GUÍA: EL DOCTOR YANG.

A raíz de un dolor de espalda, Alice acudirá a un acupuntor chino llamado Dr. Yang (Keye Luke), quien hará las funciones del animus como Hermes, como ese guía que ayuda a cruzar las fronteras que van de lo consciente a lo inconsciente, a ir y a volver de esos espacios psíquicos. El Dr. Yang - un animus que se presenta como una de sus imágenes conocidas como sanador y guía -, le dice que su problema no está en la espalda sino en su cabeza. En estado hipnótico Alice dice de su relación con Doug:

Yo soy la esposa, claro, yo cuido de los niños, doy cenas a los amigos, decido a que fiestas ir. Intento estar guapa para que tus amigos te feliciten. Me he vuelto una de estas mujeres que van de compras todo el día y al pedicuro, pero yo puedo hacer más, puedo ser más [...] Quiero hacer algo en mi vida antes de que sea tarde [...] Ahora me paso horas intentando retener mi juventud y él no se entera [...] Estoy en una encrucijada, estoy perdida...

Efectivamente, Alice se halla en una encrucijada, es decir, un punto de complejidad, pues es un punto de decisión y que, no obstante, es también el lugar de la esperanza: el camino que hasta ahora había seguido no es una camino cerrado; la encrucijada con la que se enfrenta le ofrece una nueva oportunidad de elegir la buena vía, la vía de su propio camino.


Alice y el Dr. Yang.

Después de sacarla del estado de hipnosis e indicarle que no recordará nada, el Dr. Yang, mediante el uso de distintas "hierbas mágicas" ayudará a Alice a cruzar la frontera de su propio mundo interno.

En primer lugar, y con las primeras hierbas que la administra, logra que Alice venza sus creencias y contacte con Joe mostrándose sumamente seductora y atrevida. Quedará para encontrarse con él, pero luego no se atreverá. A su vez empieza a mostrar a Doug su necesidad de volver a estudiar, aunque este menosprecia e ignora su inquietud.

En segundo lugar, otras hierbas que le administra, le permiten hacerse invisible, lo que le permitirá "observar" más de cerca a Joe, descubriendo que aun se relaciona con Vicky (Judy Davis), su ex-mujer.

III. RECORDANDO LA PASIÓN: EL FANTASMA DE ED.

Las tercera hierba que el Dr. Yang le administra le permite contactar con el fantasma de Ed (Alec Baldwin), un amor por el que sintió ese "algo especial" que siente ahora por Joe, y que tras separarse, al cabo de un tiempo, falleció en un accidente de automóvil. Ed la ayuda a volver a quedar con Joe, y en una escena muy bonita revive el apasionamiento que sintieron en aquellos días jóvenes y la falta de pasión de Doug (Ahora me paso horas intentando retener mi juventud y él no se entera). Y, no obstante, ¿qué decir de la pasión? La pasión es importante cuando se sustenta sobre el amor, cuando la pasión se sustenta sobre su propia intensidad se transforma en sufrimiento. No es la pasión sustentada por el amor sino el amor a la pasión. No se ama a nadie en concreto sino que se ama amar, o más concretamente, se ama estar enamorado.

Cuando la pasión se sustenta en el amor hacia la persona que amamos se transforma con el tiempo en ilusión por el camino conjunto  y aquello que nos depara, se transforma en complicidad, en compartir, en una actitud sobre como encarar los problemas a los que una relación comprometida nos lanza, en como enfrentar la rutina que amenaza la relación y que, como decía Kierkegaard, implica una actitud  de recreación constantemente sobre lo que hay. Es decir, todo lo que Alice y Doug no tienen, si alguna vez lo tuvieron. Efectivamente, la pasión sustentada en el amor es muy distinto del amor a la pasión.

Ed y Alice.
Alice y Joe empiezan a verse para charlar y compartir algunos momentos, si bien Alice vuelve a ser víctima de sus remordimientos por mentir a Doug.

IV. ¿QUIÉN FUI, QUIEN SOY?: LA VUELTA A CASA.

Tras salir del coche de Joe atormentada por sus remordimientos, Alice vuelve a la casa del Dr. Yang, fuera de horas. Allí le encuentra con varios personajes que están fumando opio. Yang le dice que se relaje y la incita a fumar - sin saber Alice qué fuma -, se relaja y se queda dormida y tiene un curioso sueño que la guía  hacia casa de sus padres. Allí asistimos a dos momentos:

1) Al llegar encuentra la casa descuidada y envejecida (símbolo de la deconstrucción de la historia familiar). Allí encuentra a su hermana Hellen (Holland Taylor), con la que se mantienen en distancia por su manera distinta de ver la vida. Vemos el siguiente diálogo entre las hermanas:

Hellen: Eres igual que mamá.
Alice: Si... He pensado mucho ultimamente en nuestros padres. ¿te acuerdas cuando papá cortaba nuestras tartas de cumpleaños con su sable?
Hellen: ¿Tu te tragabas estas batallas?
Alice: Era un héroe naval.
Hellen: Por favor... Era un petardo, y mamá una borracha.
Alice: Vamos, no digas eso.
Hellen: Bien... ¿Con quién le estas engañando?
Alice: No le estoy engañando... Físicamente no, por lo menos todavía.
Hellen: Probablemente sigues creyendo en lo que nos enseñaron las monjas del sagrado corazón.
Alice: Mis días de católica terminaron a los dieciséis años.
Hellen: Mis días de católica acabaron cuando mi madre encontró mi diafragma.
Alice: Pero la música era preciosa, verdad, y los ritos...

Se apunta aquí la diferencia que hay entre lo que creemos y lo que las cosas son. De la misma manera que la visión de los padres de Alice no es la misma que la de Hellen, una cosa son las formas de la religión, y otra bien distinta sus dogmas y la manera en que reclama su ejercicio. De la misma manera una cosa es lo que creemos ser y otra es lo que somos. En un imagen surrealista típica de Woody Allen, aparece un confesionario delante de la casa paterna, Hellen la invita a que se confiese...

Alice se confiesa.

2) Entramos en la segunda parte del sueño. En la confesión nuestra protagonista entra de lleno en una pregunta que muchos nos hemos hecho alguna vez: ¿Cómo he llegado a ser lo que soy cuando, en realidad, quería ser otra cosa? ¿Quién fui y quién soy ahora? ¿Qué pasó?:

Mi hermana tiene razón en muchas cosas. Sí que me parezco a mi madre. A veces pienso que no estoy inculcando a mis hijos los valores que debiera. Que les hago mal protegiéndoles de las cosas que más importan. Cuando era pequeña [...] quería dedicar mi vida a ayudar a los demás, a cuidar a los enfermos y a los ancianos. Nunca era más feliz que cuando podía ayudar así a alguien. ¿Qué pasó? ¿A dónde se fue esa parte de mí? Y ahora hasta mi matrimonio... Estoy hecha un lío.

Observemos como a través de este sueño, el enamoramiento de Alice hacia Joe introduce un factor fundamental que ya no tiene tanto que ver con enamorarse, esforzarse por ser deseada y amada, etcétera, sino que tiene más que ver con el ser de Alice. Es algo que le dirá a Joe en otro de sus encuentros, cuando éste le plantea "dar marcha atrás una temporada" y que "no quiere ser fuente de problemas" para ella, a lo que esta le contesta: "No se trata de ti, se trata de mí. Se trata de saber quién soy y quién fui una vez. estoy intentado descubrir quién soy." Finalmente la relación con Joe continua hasta que, finalmente, se acuesta con él.

Entre tanto aprovechará para estrechar la relación con su hermana y recuperar la relación con ella, así como también empezará un curso de escritura, pues contacta con que, ya de pequeña, le gustaba escribir. Como vamos viendo no se trata sólo de Doug y de Joe. Su relación con ambos es lo que la está llevando a la relación más importante, aquella sin la que no hay verdaderas relaciones, a la relación con ella misma.


Hellen y Alice.

V. DESVELANDO EL VELO DE LA IDENTIFICACIÓN.

La siguiente visita al Dr. Yang supondrá el tratamiento del espíritu creativo que Alice siente que le falta. Tras la toma de las nuevas hierba se le aparecerá su Musa (Bernardette Peters), quien con la excusa de como abordar su creatividad seguirá desvelando el velo que mantiene con relación a personajes en quien confía. Primero con su amiga Nancy (Cibyll Shepherd), una "amiga" que examina guiones para televisión, luego con su profesor de literatura y, finalmente, y esto es importante, con Dorothy (Blythe Danner), su madre, sobre quien le propone hacer un guión sobre la base de que los perdedores son más interesantes. Alice se opone a esa idea, pero la Musa continua: "Estás muy a la defensiva, es un buen tema, te lo digo yo. Ya se que tú la tenías idealizada, pero hay que ser un poco más realista." Y la respuesta de Alice es importante porque revela la repetición de aquello que su madre hizo: "Trabajó en el cine e hizo dos o tres películas, y entonces conoció a papá, y papá la convenció de que lo dejara. Después de estas palabras entra en escena la madre, quien le aclara las cosas:

Yo nunca fui más que una cara bonita. El estudio dejó de llamarme [...] Cuando el estudio me dejó de llamar tuve la suerte de que apareció tu padre. Estaba acostumbrada a que alguien se ocupara de mi. Me hubiera matado sino llega a ser por él. Por eso es tan importante casarse con un hombre acomodado, no con un pintor bohemio de izquierdas en sus comienzos.

Veamos aquí el mecanismo de la identificación en toda su expresión. Alice, prácticamente, cumple ese aspecto de dependencia materna que coincide exactamente con el animus como marido, el suministrador de seguridad y protección. Recordemos que la identificación es el proceso psicológico mediante el cual un sujeto asimila un aspecto, una propiedad, un atributo de otro y se transforma, total o parcialmente, sobre el modelo de éste (Laplanche y Pontalis). Queda clara la identificación de Alice con su madre, así como la dimensión de su animus ligado al padre como marido protector.


La Musa y Alice.

La posterior utilización de las hierbas que la hacen invisible - y que comparten con Joe - le permitirán observar como sus supuestas amigas cotillean despiadadamente sobre ella, y lo más grave: que Doug tiene una amante.

VI. CAMINANDO HACIA EL PROPIO CAMINO.

Tras descubrir a Doug, Alice ve a Joe para decirle que se va a separar de su marido, a lo cual Joe le responde que, después de haberse colado - gracias a las hierbas de la invisibilidad - en la sesión de psicoanálisis de su ex-mujer, y descubrir que aun le quiere, cree que debe volver a intentarlo. Con los dos golpes recibidos vuelve entonces a la consulta del Dr. Yang, a quien le comunica su problema con su marido (alguien que me quiso ya no me quiere) y su amante (un hombre que conocí hace poco y por el que llegué a sentir algo importante, ahora no le intereso).  Por su importancia transcribo el diálogo de Alice con Yang, no tiene desperdicio:

Yang: El amor es una emoción muy compleja. Seres humanos imprevisibles. Emociones no tienen lógica. Donde no hay lógica no hay pensamiento racional. Donde no hay pensamiento racional puede haber mucho romance, pero tambi´n mucho sufrimiento.
Alice: Ahora me siento a la deriva, como si no tuviera ataduras. Hace poco tenía una vida rutinaria, con sentimientos que entendía, un marido, un hogar.
Yang: Señora Tate tenía ilusión de felicidad. Tras observación más atenta no muy sincero marido, NO MUY SINCERA CON SÍ MISMA.
Alice: Tengo miedo
Yang: Libertad, sensación que da miedo
Alice: ¿Puede ayudarme antes de irse?

Yang le da entonces unas hierbas que funcionan como un filtro amoroso que puede enamorar a quien ella quiere (a su marido, a Joe...) y le indica algo que nos explica porque Yang debe partir: "Hierba es potente. Elección de usted. Use con prudencia." Si, ese es el paso que ahora debe dar, un paso que sólo ella puede dar, debe elegir... sobre su vida. Debe decidir sobre esa encrucijada en la que se halla. Yang finaliza con una sutil observación final:

Creo señora Tate tiene más claro quién es que antes de acudir al Dr. Yang. Quienes son amigos o no son. Quién es marido, amante, hermana, madre... Cuales sus necesidades, sus límites, sus talentos. Cuales son sus sentimientos más profundos. NO TIENE TODAS LAS RESPUESTAS, PERO TIENE MÁS CLARO. ¿No? [...] AHORA DEBE DECIDIR QUE CAMINO TOMARÁ SU VIDA.

Genial síntesis de aquello que nos afecta a todos los seres humanos. Sin tener más claro de como nos percatamos a nosotros mismos, difícilmente percataremos adecuadamente nuestro entorno y las relaciones que mantenemos con ese entorno. Hay respuestas que sólo hallamos cuando nos atrevemos a afrontar la vida previo habernos afrontado a nosotros mismos. El Dr. Yang, como animus Hermes, lleva a Alice a comprender el velo con el que contempla su vida y su entorno, y tras su desvelo inicia el verdadero camino que tomará su vida.

Alice comprende, finalmente, que utilizar las hierbas no es más que perpetuar aquello que aprendió de su madre. Y entre la posibilidad de re-enamorar a Joe, o a Doug, o a otros, elige seguir su camino - resoluciona la encrucijada, elige -. Finalmente se separa de su marido - ante su estupor - para viajar a la India y conocer a la Madre Teresa de Calcuta, para independizarse (sin su cocinera, su chofer y su doncella - como dice una de sus amigas -) y trabajar en beneficencia y dedicar todo su tiempo libre a sus hijos. El animus, como Hermes, dirige a  Alice hacia esa especial relación de afinidad y amor con el misterio de la vida... La película acaba con una bella imagen en la que la vemos columpiando alegremente a sus hijos. Como dice una de sus antiguas amigas: "Quienes la han visto dicen que es otra mujer".


Alice...

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[1] Hannah, Barbara. El viaje interior. Ensayos sobre psicología junguiana. Fata Morgana, pág. 162
[2] Ídem anterior, pág. 175
[3] Carotenuto, Aldo. Eros y Pathos. Matices del sufrimiento en el amor. Ed. Cuatro Vientos, pág. 100
[4] Hannah Barbara. The animus. The spirit of inner truth in women (Vol. 1). Chiron Publications. Polarities of the psyche, pág. 105

miércoles, 6 de noviembre de 2019

EL FILO DE LA NAVAJA (Edmund Goulding, 1946): En busca de Sentido.

El filo de la Navaja (The Razor's Edge, 1946), es una excelente película dirigida por Edmund Goulding, protagonizada por Tyrone Power, Gene Tierney, John Payne y Anne Baxter. Hay un remake posterior de 1984, del mismo título, dirigida por John Birum y protagonizada por Bill Murray, Theresa Russell, Denholm Elliott y Catherine Hicks. Basada en la novela del escritor Somerset Maugham, para este comentario he elegido la versión de 1946, una fiel adaptación a la obra y, desde mi punto de vista, mejor realizada y dirigida.  El Filo de la Navaja es una interesante película - y mejor novela - que nos plantea la historia de Larry Darrell (Tyrone Power), un joven aviador que, tras volver de la primera guerra mundial, entra en una fuerte crisis existencial, sintiéndose dirigido a iniciar una búsqueda de orden espiritual que le lleva a abandonar el mundo de sus amigos ricos americanos, y a Isabel (Gene Tierney), su novia. 

Para empezar indicaremos que el concepto de "filo de la navaja" es una imagen que se relaciona con la dificultad de pasar a un estado superior, la ruptura de niveles para penetrar en otros de naturaleza distinta, en los del mundo suprasensible, en la búsqueda de sentido y de la realidad última. ”¡Levántate y despierta! Ahora que has obtenido tus deseos. ¡Compréndelos! Tan difícil como pasar por el afilado filo de una navaja, así de duro —dice el sabio— es este camino (hacia el Ser) [1], se  nos dice en el Kati Upanisahd.

Larry, tras haber vivido como aviador los horrores de la primera guerra mundial, vuelve como un hombre cambiado, esencialmente confundido y desorientado. La guerra ha constituido para él una experiencia que le lleva a hacerse preguntas acerca de la existencia y el sentido para las cuales no halla respuesta en el que, hasta entonces, había sido su entorno de amistades norteamericanas de clase alta y el tipo de vida que esta le depara. Decidido pide a su comprometida, Isabel, que le de un tiempo para intentar encontrar esas respuestas:

Los muertos impresionan cuando están muertos [...] Creo que no hallaré la paz hasta que me encuentre a mi mismo [...] ¿Quién soy yo para pretender cambiar esto o aquellos? ¿No es mejor seguir tu camino y aceptar las cosas como vengan? A veces pienso en un amigo que tuve, alegre y lleno de vida, y un instante después estaba muerto. He visto morir a muchos hombres, pero este fue distinto. El último día de la guerra, casi en el último momento, pudo salvarse y no lo hizo, me salvó a mi. Y murió y yo sigo aquí. ¿¡Por qué!? ¡Todo es tan absurdo! ¿No puedes evitar preguntarte qué significa tiene la vida? ¿Si tiene algún sentido o es una tremenda equivocación?


¿No puedes evitar preguntarte qué significado tiene la vida?

Nos encontramos ante esos hechos que en la vida hacen que, en ocasiones, algunos individuos, tomen un camino distinto del habitual. Unos hechos que, de repente, nos conflictúan con la vida y la existencia, nos interrogan sobre su sentido, como bien indica Larry. En esas palabras que Larry dice a Isabel, está también la naturaleza de su búsqueda. Efectivamente, cuando dice "creo que no hallaré la paz hasta que me encuentre a mí mismo", define bien esa búsqueda. Ahora bien, es importante preguntarnos sobre qué es eso de encontrarse a sí mismo. Quizá ha sido C. G. Jung el psicólogo que, sometido a las mismas dudas y cuestiones, más investigó y reflexionó sobre qué es "Si-mismo". Desde su punto de vista, podríamos decir que encontrarse a sí mismo implica primero encontrar el camino que lleva al Sí-mismo.

I. DEL YO Y EL SÍ MISMO.

Versión de 1984.
Larry decide partir a París, donde llevará una sencilla vida de estudio gracias a una pensión anual que le permite vivir con moderación y sencillez. Inicia su camino a través de lo que podemos llamar la "vía del conocimiento". Busca sus respuestas en las experiencias del camino que otros ya han recorrido, o sobre aquellos que ya han reflexionado sobre su mismo tipo de inquietudes. Es justamente en París donde se producirá la ruptura definitiva entre él e Isabel. El tipo de vida que Larry le propone está muy lejos de lo que Isabel desea (una vida de lujo y socialmente acomodada). 

En este momento asistimos a las dificultades que implica "el camino del Ser", o como diría Jung "el camino hacia el Sí-mismo"cuando, en la novela, Larry le dice a Isabel:

Te quiero; pero, desgraciadamente, hay veces en que no puede uno hacer lo que considera su deber sin causar dolor a otra persona. [2]

Efectivamente, la búsqueda que se plantea Larry es una búsqueda que para el que la siente adquiere un carácter prioritario en su vida, y que implica una toma de decisiones compleja (a la manera de encrucijadas), difícil y, en ocasiones, difícilmente comprendida por su entorno familiar y social.

Tras su separación Larry prosigue con su búsqueda, una búsqueda que le lleva a trabajar de minero. Allí conoce a un personaje atormentado, un sacerdote renegado polaco llamado Kosti (Fritz Kortner), quien le dice "Hablas como un hombre religioso que no cree en Dios [...] ¿Pensaste alguna vez en ir a Oriente? [...] A la India por ejemplo. Allí conocí a un extraño personaje. Un hombre como no creí que existía. Un santo [...] Lo más notable de él no son sus enseñanzas, es el hombre en sí.  Comentario que actúa como un detonante para que Larry parta a la India a conocer este personaje.

Cuando Larry llega a la India es un hombre que ha entrado en crisis con los valores que su sociedad le ha transmitido (básicamente trabajo acompañado de éxito, fotuna y status social) y parte a la búsqueda de una respuesta que le ofrezca nuevos valores:

Una iniciación de este tipo puede producirse en varios  momentos de nuestra vida [...] y exige una transición a nuevos caminos. Es un momento horrible, pues hemos de abandonar las costumbres probadas y experimentadas para confiarnos a modos de vida desconocidos y nunca vistos. Esto exige sacrificio y coraje.[3]

Su encuentro constituye un momento crítico. Hasta este momento podemos considerar a Larry como un individuo a quien la experiencia de la guerra ha alienado, ha perdido la referencia de sí mismo aunque, no obstante, se trata de una alienación que le lanza a la búsqueda de "algo" que no puede expresar con palabras. De hecho una cierta alienación, como ya había mostrado Sören Kierkegaard, es un estadio necesario para iniciar la búsqueda de ese "algo". Las dudas sobre el camino que ha decido seguir, y la aparente declinación de responsabilidades que ven sus amigos en su actitud, son sabiamente reestructuradas por el Santo Hindú (en la película, todo hay que decirlo, bastante cristianizado): "El simple hecho de que vengas de tan lejos en búsqueda de saber muestra que no te asustan las responsabilidades. El admitir ignorancia ya demuestra valor." Tras explicarle todos los viajes y estudios que ha realizado y, no obstante, la insatisfacción que le embarga, así como la pérdida de confianza respecto a los valores tradicionales, el Santo le responde:

Tu inquietud y confusión no son los únicos, hijo mío. El mundo entero está inquieto y confuso. Siempre será así mientras los hombres basen sus ideales sobre conceptos falsos. No habrá verdadera felicidad hasta que los hombres no aprendan a buscarla en ellos mismos [...] Está escrito que el hombre sabio se alimenta de su luz interior. Proviene de dios y está en su corazón. Así se consigue la calma, la paciencia, la compasión, la abnegación y la paz eterna.

Larry dice en este momento "pero eso no es fácil", a lo que el santo le contesta: "No, el camino de la salvación es difícil de recorrer, difícil como andar sobre el filo de la navaja." 


Difícil de andar como el fila de la navaja.

Vemos aquí, en términos del hombre Santo una formulación que en su día concibió Jung al diferenciar el yo del Sí-mismo. Mientras el primero es la instancia psíquica sede de la consciencia, de la capacidad de percartarse o darse cuenta, el segundo representa la totalidad psíquica (lo consciente y lo inconsciente). De manera parecida a como el Santo indica, Jung dio al Sí-mismo una dimensión trascendente:


… para Jung el sí mismo no es uno mismo. Es más que la propia subjetividad y su esencia se encuentra más allá de lo subjetivo. El sí mismo establece el terreno que mancomuna al sujeto con el mundo, con las estructuras del Ser. El sí mismo, el sujeto y el objeto, el yo y el otro, están unidos en un campo de estructura y energía común. [4]

A esto se refiere el Santo cuando vincula la luz interior del hombre con Dios. La estancia de Larry en la India le permitirá reconectar su yo con el Sí-mismo, con esa parte de uno (la luz interior) que sabe más que el yo y que, a parte de expandir la consciencia haciendo más completa la propia personalidad, también expande la consciencia en relación con el misterio de la existencia (Dios, Tao, Misterio, Sentido, etcétera). En otras palabras, el Sí Mismo es la totalidad,  o también la unidad, pero, y como nos muestran las palabras de Murray Stein, no sólo se trata de la totalidad y unidad psíquica, sino también de la totalidad y la unidad cósmica. 

Ahora bien, la reconexión del yo con el Sí-mismo marca el inicio de un camino, un proceso de aproximación siempre difícil de recorrer. En la India, y de la mano de ese hombre Santo, Larry se retirará momentáneamente del mundo para reconectarse con el Sí-mismo e iniciará el largo camino que esa reconexión implica. Al modo de la imagen del arquetipo del anciano sabio, el Santo hindú lo guiará hacia su interior - hacia su inconsciente - para su profundización.

Larry experimentará esa reconexión en contacto con ese hombre santo, y la experimentará vívidamente cuando el santo le manda a un retiro en las alturas de las montañas, donde el yo en soledad consigo mismo y en contacto con la grandeza de la naturaleza se empequeñece lo suficiente como para abrirse al Sí-mismo. En la novela de Somerset Maugham este momento está descrito tal y como sigue:

... no puedo decirte de manera que la veas la grandiosidad del cuadro que surgió ante mi cuando estalló el esplendor del día. Aquellos riscos, con sus espesísimos bosques, aun prendida la neblina en las copas de los árboles, y el insondable lago a mis pies... El Sol cayó sobre el lago a través de una nube rota y lo hizo brillar como acero bruñido. La belleza del mundo me causó un intenso arrobamiento. Jamás había sentido tal exaltación, tal trascendente alegría [...] Me pareció que una sabiduría sobrehumana me dominaba, hasta que todo lo que antes estaba confuso se me presentaba claro, y cuanto hasta entonces me causó perplejidad resultaba comprensible... [5]

Éste es un buen ejemplo de esa dimensión trascendente del Sí-mismo, de esa luz interior de la que habla el Santo que, a la vez, se extiende más allá de la propia subjetividad. Precisamente ante la duda de Maugham (protagonista también de la novela) sobre si todo esto no fue más que una sensación subjetiva, Larry le responde:

Solamente el aplastante sentido de la realidad. Después de todo, fue una sensación de la misma naturaleza [...] Es imposible negar el hecho en sí; lo único difícil es explicarlo. Si durante un instante yo me fundí con lo Absoluto, o si fue un súbito emerger desde mi subsconciencia de cierta afinidad con el espíritu universal, en todos nosotros latente, yo no lo sabría decir. [6]

Esta última frase destacada en negrita habla de la "emergencia" desde el inconsciente de esta luz interior que hay que encontrar y que, a su vez, nos conecta con una luz universal y que, como dice, Murray Stein "El sí mismo, el sujeto y el objeto, el yo y el otro, están unidos en un campo de estructura y energía común."

A partir de este momento, Larry ya no se presenta como un hombre alienado, sino como un hombre que ha encontrado un camino. Y eso es importante, ya que aquello que llamamos búsqueda no es más que un camino que andar, un camino en el que progresivamente vamos encontrando nuestro sentido.


Somerset Maugham.

Larry, además, y para decirlo en palabras de Kierkegaard se abre al infinito, o lo que es lo mismo, se abre a la totalidad que incluye adentrarse en el mundo del inconsciente, y de lo que Jung dijo:

El inconsciente siempre trata de producir una situación imposible para forzar al individuo a que exteriorice lo mejor de sí mismo. Si uno no lo intenta nunca, no se completa, no se realiza. Se requiere una situación imposible, donde uno tenga que renunciar a su propia voluntad y a su propio conocimiento, y no hacer nada más que confiar en el poder impersonal del crecimiento y del desarrollo. [7]

Hacia el final de la novela, en el bellísimo capítulo sexto, Larry le dice a Maugham, hablando sobre los obstáculos que la vida le ha presentado: "Me han sido utilísimos. Sin ellos no hubiera podido hacer todo lo que he hecho". Una frase parecida que dijo Jung hacia el final de su vida y que se halla en su biografía.

II. SOBRE LA NATURALEZA DEL SÍ MISMO.

Como decía, el contacto con el Sí-mismo marca el inicio del camino. Una dimensión importante del Sí-mismo junguiano es que une la totalidad de la psique, de la personalidad, a la totalidad del cosmos desde una perspectiva no antropocéntrica. La conexión con el Sí-mismo, desde la consciencia y de su progresiva ampliación, nos revincula con la fuerza del instante y el carácter de la impermanencia, con la fuerza de la creación al lado de la fuerza de la destrucción, con la eternidad del presente y la finitud en el tiempo. Por eso Larry continua su camino volviendo a su mundo y su complejidad como una manera de seguir dejándose guiar por esa naturaleza paradójica del Sí-mismo, guía hacia una comprensión que no nos hace especiales pero si partícipes de la existencia y de una fuerza creadora que está más allá de conceptos humanos como el bien, el mal, el amor o la bondad. Nos hace un llamado a "sincronizarnos" con esa fuerza y a no pretender ir más allá de ella, como si en esa humilde aceptación del lugar que ocupamos en el cosmos y del flujo quele guía residiera la paz y la calma, lejos de las clásicas visiones antropocéntricas (ahí reside la naturaleza del concepto oriental de maya, el velo de las ilusiones). No hay respuestas en el Sí-mismo que vayan a satisfacer nuestro narcisismo. Una vez más hago referencia directa a la novela de Maugham cuando en ella Larry nos dice, hablando de su maestro:

Enseñaba que Dios no puede abstraerse de crear y que el mundo es la manifestación de su naturaleza [...] las satisfacciones de este mundo son transitorias y que únicamente el Infinito da dicha perdurable. Pero una duración sempiterna no hace mejor lo bueno ni lo blanco más blanco. Aunque la rosa haya perdido al mediodía la belleza del alba, la belleza que entonces tenía no deja de ser verdadera. No hay nada permanente en el mundo, y somos necios cuando pedimos que algo perdure, pero no cabe duda que aún seríamos más necios de no solazarnos con lo que tenemos mientras dure. Si el cambio es consustancial a la existencia, parece sensato hacer de él una premisa de nuestras existencia. [8]

El desarrollo posterior de la película confirma un interesante aspecto que el Santo le comenta a Larry:

Nosotros los hindúes creemos que a Dios se llega por tres caminos: uno es el camino de la fe y la oración, otro el de las buenas obras inspiradas por el amor a Dios y un tercero que a través del conocimiento conduce a la sabiduría. Tú has elegido el camino de la sabiduría, pero al final descubrirás que los tres no son sino uno. 

Que Larry está en el camino en las que estas tres cosas son una se ve en sus actos, en su amor por Sophie, la amiga de juventud que pierde su esposo e hijo en un accidente, lanzándose a una vida promiscua a la droga y el alcohol. En su compasión por Isabel, quien celosa de su amor por Sophie, es incitadora de la recaída en el alcohol de esta y de su muerte, en su compromiso con el camino que inició cuando se conectó con la presencia del Sí-mismo. A una pregunta de una Isabel que no comprende qué intenta Larry hacer con su vida, sobre qué espera encontrar, Maugham le responde: "Larry ha encontrado lo que muchos buscamos y muy pocos conseguimos. Creo que quien le haya conocido no puede substraerse a su bondad y nobleza  [...] La bondad, al fin y al cabo, es la fuerza más poderosa del mundo".


[1] Kata Upanishad. Biblioteca digital de la UCE, 1-3, 24
[2] Maugham, Somerset. El filo de la navaja. Debolsillo contemporánea, pág. 340.
[3] Sallie Nichols. Jung y el Tarot. Un viaje arquetípico. Ed. Kairós, pág. 305
[4] Stein, Murray. El Mapa del alma según Jung. Ediciones Luciérnaga, pág. 202.
[5] Ver nota 2, pág. 340.
[6] Ídem anterior, pág. 341
[7] Ver nota 3, págs. 311 y 312
[8] Ver nota 2, pág. 343