AVISO. Por la naturaleza de los trabajos de este blog, el argumento e incluso el final de las peliculas son generalmente revelados.

domingo, 27 de enero de 2013

FRANKENSTEIN Y EL GOLEM: VISITANTES DE LA SOMBRA III

 III. EL GOLEM: LA SOMBRA DEL CREADOR.

Y dijo Dios: "Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra..."
(Génesis, 1, 26) [1]


Es evidente la relación que siempre se ha establecido entre la criatura y su creador... En esta entrada queremos reflexionar sobre ello desde algunas perspectivas que creo interesantes tanto desde la perspectiva de la criatura como del creador y, concretamente, cuando el que pretende ser creador es el ser humano y las correspondientes desventuras en las que suelen sumirse las creaturas. A parte de los relatos clásicos como El Golem de Gustav Meyrink o Frankenstein o el nuevo Prometeo de Mary Shelley, son interesantes las aportaciones de E. T. A. Hoffmann sobre los autómatas (recordemos sus relatos clásicos El hombre de arena, que inspiró a Freud su obra acerca de Lo siniestro, o Los autómatas), y que han tenido su continuidad en la ciencia ficción moderna en el robot y el superordenador y todas las connotaciones que los relacionan con la AI (Artificial Intelligence) de la que Isaac Asimov (Yo robot) fue uno de sus más notables contribuyentes.

I. LA CREACIÓN BIBLICA: EL DRAMA DEL PARAÍSO.

El relato bíblico de la creación pone de manifiesto un elemento fundamental en la creación del ser humano por parte de Yahvé. Por un lado la creación del ser humano como un simple súbdito de Yahvé, al mismo tiempo que, y a diferencia de otras creaturas, ya se le pone una prueba de fidelidad: no comer de los frutos del árbol de la ciencia del bien y del mal, o como también se lo conoce el árbol del conocimiento o de la sabiduría, así como tampoco comer frutos del árbol de la vida. Obviamente esta pruebas de fidelidad ya nos hablan de una característica del Dios Padre: la exigencia del sometimiento a su ley. El drama de la creación nos cuenta como Adán, bajo el influjo de Eva, quién a su vez fue tentada por la serpiente... tomo el fruto del árbol prohibido y así se ganó la expulsión del paraíso viéndose obligado a hacer su vida en medio de las dificultades y penurias de esta tal y como se narra en Génesis 3:

16 A la mujer le dijo: «Tantas haré tus fatigas cuantos sean tus embarazos: con dolor parirás los hijos. Hacia tu marido irá tu apetencia, y él te dominará.
17 Al hombre le dijo: «Por haber escuchado la voz de tu mujer y comido del árbol del que yo te había prohibido comer, maldito sea el suelo por tu causa: con fatiga sacarás de él el alimento todos los días de tu vida. 18 Espinas y abrojos te producirá, y comerás la hierba del campo. 19 Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado. Porque eres polvo y al polvo tornarás.»

A lo que sigue la expulsión del paraíso por el miedo a que una vez violada la prohibición del árbol del conocimiento siguiera la del árbol de la vida con la consecuente obtención de la vida eterna:

«22 ¡He aquí que el hombre ha venido a ser como uno de nosotros, en cuanto a conocer el bien y el mal! Ahora, pues, cuidado, no alargue su mano y tome también del árbol de la vida y comiendo de él viva para siempre.»

Y le echó Yahveh Dios del jardín de Edén, para que labrase el
suelo de donde había sido tomado. (Génesis 3, 23)

De la historia del drama del paraíso podemos conjeturar algunas cosas:

1)  Que a la exigencia de sometimiento del Dios-Padre se opone una tendencia de la creatura a hacer su propio camino y que esta tendencia se experimenta como una traición.

2)  Que como demuestra la posterior historia del Génesis sobre Caín y Abel, al poder discriminar entre el bien y el mal, la creatura también puede elegir entre una y otra (como el dualismo mazdeista iraní de Zoroastro - Zarathustra -)

3)  La confirmación de que la creatura es hecha a imagen y semejanza del creador. En el caso de Yahvé y el hombre esta semejanza es obvia, en especial en los aspectos caracteriológicos de este dios con el propio hombre, y que se debate entre el amor y el odio, entre la comprensión y el autoritarismo, entre la protección y el capricho celoso ( Abraham e Isaac,  Moisés y la travesía del desierto, Job...), y capaz de llegar a extremos irascibles, furiosos y vengativos.


La ira de Dios - Yahvé -
4)   La misma relación entre creador y creatura que, en ocasiones, nos ofrece sorpresas como sucede en la reciente película de Ridley Scott Prometheus, en donde la búsqueda del creador se transforma en una verdadera pesadilla, y donde la creatura (el hombre) no es más que un campo de experimentación de armas biológicas por parte de su creador (los extraterrestres en cuestión). También observamos este tipo de relación entre los autómatas de Blade Runner (del mismo director) y su creador, al que acaban asesinando por programarlos con un tiempo de vida útil limitado.

En todo caso lo que si se nos hace evidente es que esta es una relación repleta de tensión... La tensión entre el tener que ser según el Dios-Padre, con todas sus limitaciones y restricciones, y la tendencia de la creatura-hijo por realizar su propio camino, por decidir por sí mismo.


II. LA CREATURA COMO SOMBRA DEL CREADOR.

El punto de partida de la reflexión que proponemos en esta entrada del blog parte de los versos del poeta mexicano Jaime Sabines que ya cité al hablar de La sombra correspondientes al poema del mismo nombre y en la que el poeta dice “Hombre, no se, sombra de Dios perdida”. Una reflexión que toma la creatura como sombra del creador...

En un sentido más interno el golem no es sino la imagen de su creador, la imagen de  una de sus pasiones que crece y amenaza con aplastarlo. Significa por fin que una creación puede rebasar a su autor, que el hombre no es sino un aprendiz de brujo y que, si hemos de dar crédito a Mefistófeles, “el primer acto es libre en nosotros; somos esclavos del segundo”. [2]


- La rebelión de las máquinas: robots, androides y superordenadores. 

Este es un tema recurrente en la ciencia ficción y de una de las creaciones más humanas: la tecnología del robot, del androide y los supercomputadores, como ya indicamos en el comentario a 2001 odisea en el espacio, en donde la creación humana, en este caso del ordenador HAL9000, se rebela contra las disposiciones del ser humano... Parecidas consecuencias, como también indicamos en la citada entrada, hallamos en la saga Terminator, en la de Resident Evil, o en Yo robot, donde los supercomputadores se rebelan contra el ser humano, su creador, y  “amenazan con aplastarlo”. De la misma manera, y a menor escala, observamos este fenómeno en obras menores como Saturno 3, El engendro mecánico o Asesinos cibernéticos. Y aún más recientemente lo observamos en el comportamiento del androide David (Michael Fassbender) de Prometheus, de igual manera que ya lo observamos en el androide Ash (el siempre excelente Ian Holm) de Alien el octavo pasajero (1979, siempre de Ridley Scott, quienes priorizan los mandatos de las empresa de lograr un espécimen del alienígena por encima de las vidas humanas que este pueda costar..


Michael Fassbender en el androide David de Prometheus (Ridley Scott, 2012)

La rebelión de las máquinas nos permite reflexionar en torno a la sombra del poder. En Prometheus, una película interesante en muchos aspectos, asistimos a una matización importante que aborda tres temas. Uno, la búsqueda del creador por parte de la creatura; dos, en referencia al ser humano y la búsqueda de la inmortalidad; y tres, en relación a la esencia del androide. Peter Weyland (Guy Pearce), el propietario de Weyland Corporation - un  hombre de poder -, la empresa que financia la expedición Prometheus, nos dice en relación a David:

Hay un hombre sentado entre ustedes que se llama David. Es lo más parecido que tendré a un hijo nunca. Por desgracia no es humano. Nunca envejecerá... nunca morirá y, sin embargo, es incapaz de valorar tan extraordinarios dones, ya que eso requeriría lo único que David no puede tener: alma.

Weyland pone de relieve hasta que punto David es una imagen de su creador: el hombre de poder como el hombre sin alma. Algunas películas del cine siempre han caracterizado al hombre de poder como un ser implacable en sus obsesiones y sus deseos, como la búsqueda de la inmortalidad en la presente película. Weyland viaja en estado criogenizado y es despertado poco antes de morir por la enfermedad que sufre y le dice a la protagonista, la doctora Shaw (Noomi Rapace):

Unicamente me quedan unos días de vida. No quería desperdiciarlos hasta ver cumplida su promesa... Conocer a mi creador [...] Usted me convenció que si esos seres nos crearon... También podían salvarnos. Salvarme a mi por lo menos... de la muerte.


La implacabilidad de la sombra y la naturaleza perversa del poder aparece en algunos sueños y ensoñaciones de pacientes como uno de los hombres máquina más famosos de la historia: Darth Vader, el implacable, cruel y frío servidor del Emperador en la lucha contra los rebeldes de la exitosa saga de La guerra de las galaxias... 


Darth Vader, el hombre-máquina por excelencia

El autómata, el androide, el hombre máquina representan también en muchas ocasiones la venganza que implacable y fría realizamos inconscientemente sobre algunos de los seres que nos rodean... Una venganza que no por inconsciente es menos venganza... y no por ello menos dolorosa.


Cuando al principio comentábamos que el golem es la imagen de su creador, de una de sus pasiones que crece y que finalmente amenaza con aplastarle, podemos observar como aquí el androide David o el androide Ash, o Darth Vader son los ejecutores de las ambiciones del poder en las sombras: Peter Weyland (Prometheus) y el deseo de inmortalidad, las empresas Weyland (Alien, el octavo pasajero) y el beneficio económico o El emperador (La guerra de las galaxias) y el poder político tiránico, constituyen en cada caso un claro ejemplo. Hay otras pasiones que podemos hallar representadas en la gran pantalla a través de esos visitantes de la sombra.


- El golem: el autómata místico. La creatura como espejo del creador.



Paul Wegener como el Golem
El mismo tema, si bien desde otra perspectiva, observamos en la película El Golem de 1920, obra maestra del expresionismo alemán dirigida por Paul Wegener quien a su vez interpretó al Golem, personaje de la cábala judia creado por un mago para servir a sus fines. La obra de Wegener nos enfrenta a la sombra del autómata sin voluntad propia, que se dirige según el mandato de quien lo ordena. Así el golem de esta película sirve al mandato del Rabino Loew para salvar a la comunidad judía de un decreto que el rey pretende imponerles, al mismo tiempo que más tarde se convierte en el brazo ejecutor de un amante celoso para asesinar al amante de la mujer a la que él también desea...

El golem deriva así en la atroz sombra de los autómatas humanos que nuestra sociedad moderna parece exigir, y que como un mago malévolo ya se encarga de programar desde su núcleo más esencial: la familia. Para luego seguir implacablemente con la programación en la escuela, la universidad y el trabajo. Lo mismo que el Golem, el hombre moderno realiza la parte a él asignada casi sin reflexionar y, en ocasiones, casi asumiendo como si careciera de opción. Se trata de otro  hombre sin alma, la sombra del hombre sometido al poder, aplastado por el miedo que este ejerce sobre él, dispuesto a creer sus mentiras y a creer en la libertad simplemente por ejercer el mero ritual del voto para así seguir mañana con sus contrariedades que dicen hoy una cosa y pasado la otra... y así hasta el próximo ritual... Parecen ajustadas a ese personaje los versos de Sabines de su poema y que dicen: Sobre el tiempo, sin Dios,/ Sombra, su sombra todavía./ Ciega, sin ojos, ciega,/ no busca a nadie,/ espera – camina.

No obstante, finalmente, el golem parece querer seguir su propio camino cuando hacia el final del film, y después de haber sido utilizado por el amante celoso, derriba las puertas del getho y sale fuera de sus muros... Es la primera vez en todo su metraje que el golem esboza una sonrisa. En una escena sumamente tierna el golem se acerca a una niña (en una escena que posteriormente se repetirá en el Frankenstein de 1931, si bien con distinta resolución), demostrando finalmente su inconsciencia cuando se deja arrancar del pecho el amuleto que le confiere vida derrumbándose como un muñeco de barro..


Escena del Golem con la niña
Esa inconsciencia es el que le torna a su vez en espejo de los deseos de sus amos. De la misma manera que dirigido por el rabino Loew puede salvar a la comunidad judía de los abusos del rey, dirigido por el amante celoso puede cometer los más horrendos crímenes. De cierta manera se verifica la historia bíblica en la que la creatura es el espejo de la sombra de su creador.

Una variación interesante de la leyenda del Golem es la historia que fundamenta la película  Saturno 3 de Stanley Donen (uno de lo grandes directores de musicales de Hollywood como, por ejemplo, Cantando bajo la lluvia, en una más bien extraña y no muy afortunada incursión en el mundo de la ciencia ficción), en la que un robot-golem equipado de un cerebro orgánico que va asimilando rápidamente los conocimientos que le inculca el capitán James Beson (un joven Harvey Keitel) pero entre los que se cuela la malsana pasión que siente por Alex (la sex-symbol de la época Farrah Fawcett), la pareja de Adam (un ya entrado en años Kirk Douglas), el responsable de la estación de investigación. Muy pronto Héctor adquiere conciencia propia, mata a James y se hace con el control de Saturno 3, convirtiendo a la pareja de humanos literalmente en sus esclavos. En todo caso, y una vez mas, el comportamiento del robot lo determina su creador.


El robot Hector y los protagonistas de Saturno 3
El golem o Hector representan en este caso las sombras de las pasiones del deseo y de su voluntad de posesión con el que se une en muchas ocasiones.

III. EL MONSTRUO DE FRANKENSTEIN: la sombra vengativa sobre el creador.

La obra de Mary Shelley, Frankenstein o el moderno prometeo ofrece una de las más interesantes perspectivas entre la relación y motivaciones que Creador y creatura mantienen entre ellas. Aunque el clásico Frankenstein de James Whale de 1931, con la interpretación del monstruo por parte de Boris Karloff, es una de las versiones más conocidas y reconocidas como una de las obras maestras del género de terror, es para nuestros intereses una versión relativamente más fiel al libro de Mary Shelley el Frankenstein de Kenneth Branagh (1994), cuyo monstruo fue interpretado en esta ocasión por un excelente Robert de Niro (lo mejor de la película). Aunque la película de Brannagh no fue bien recibida por la crítica (es cierto que Brannagh tiende a Shakespearizarlo todo y que sobreactúa en demasía), la relativa fidelidad al texto de la autora corre de parte de esta última película, y de la cual la versión de Whale de 1931 se aparta notoriamente.


El monstruo de Boris Karloff y el de Robert de Niro
El fundamento de la obra de Mary Shelley afecta a otra de las grandes ambiciones del hombre, la que prometía en el paraíso el árbol de la vida, es decir, la inmortalidad. ¿Cuál es la motivación del creador, la de Victor Frankenstein (Kenneth Branagh)? La muerte de su madre, fallecida tras parir a su hermano, y que le lleva a increpar a Dios para que se la devuelva. Desde ese momento el logro de devolver la vida, o como dice Victor Frankenstein, de burlar la muerte, se convierte en su obsesión. Pero no sólo eso, siguiendo los textos de uno de sus maestros, el profesor Waldman (John Cleese), no sólo devolver la vida, sino que además mejorando las cualidades del ser humano, hacer un hombre nuevo. Nos encontramos aquí con una de las primeras características de la creatura como sombra del creador, en el caso que nos trae, ir más allá del límite de la angustia de la muerte entendida como angustia de castración: burlar la muerte.

Tras lograr su objetivo, la creación del nuevo ser deviene un fracaso y Frankenstein abomina de su creación definiéndola en su diario como  "defectos de nacimiento masivos, crecida y notoria fuerza física, pero el ser reanimado resulta defectuoso y lastimoso" tras lo que parece su aparente muerte tan sólo revivir. Sin embargo esto no es así, y en una escena posterior Víctor se da cuenta que el monstruo vive, y tras un intento para matarle definitivamente se da cuenta de que éste ha huido. Mientras la escena sucede se oye la voz y la imagen de uno de los profesores de la Universidad que había ridiculizado las ideas de Frankenstein diciéndole:

Que necio Victor Frankenstein de Ginebra, cómo podía saber lo que había desencadenado. ¿Cómo está remendado, con pedazos de ladrones, con pedazos de asesinos, el mal cosido al mal, cosido al mal. ¿De veras cree que ese ser le va a dar las gracias por su monstruoso nacimiento? Se cobrará su venganza... Que Dios ayude a sus seres bienamados.

Asistimos a la negación de la creatura por su creador - su padre -. Al rechazo de su ser... Así empieza la historia del monstruo como esa "sombra de Dios perdida" de Sabines que coinciden con los versos que siguen:

                                                   Sobre el tiempo sin Dios,
                                                   Sombra, su sombra todavía
                                                   ciega sin ojos, ciega,
                                                   no busca a nadie,
                                                   espera -
                                                   camina.

Efectivamente, tras huir de la casa de Víctor, el monstruo, tras ser perseguido y agredido por una masa que le confunde con un infectado de cólera, se refugia en el bosque acechando durante un tiempo a una familia que vive en su interior, acechando la felicidad y el amor en el que esta familia parece vivir. La pareja y sus hijos y un abuelo ciego a la que irá ayudando en la recolecta de productos del bosque sin que ellos se den cuenta... Y así empieza a pronunciar sus primeras palabras: "Amigo... amiga... padre". Un punto inteligente de Brannagh es oponer la escena del monstruo y la niña del Frankenstein de 1931 con una escena parecida, pero protagonizada por un hombre rastrero y miserable que quiere cobrar el alquiler de la casa y que zarandea la niña de la familia y que luego maltrata al ciego anciano. Es aquí cuando el monstruo aparece para atacar y matar al hombre... El anciano le invita a entrar en casa y establece una conversación amigable y de gran ternura con él... hasta que tras llegar la pareja le confunden con el atacante y le hechan a golpes de casa y deciden huir del bosque...


Escena con la niña de 1931 y la de 1994

El monstruo, desesperado, vuelve corriendo a la casa con una flor en la mano para demostrarles que no es peligroso, pero para cuando llega la familia ya ha marchado... Es entonces, cuando presa de la desesperación (Estatua de luz hecha pedazos/ desmoronada en mi;/ en mi la mía/ la soledad que invade paso a paso - Sabines -) lee en el diario de Victor, que quedó en uno de los bolsillos del abrigo que tomó para escaparse de su casa, las palabras que le definen como una abominación y que se transforman en dolor y rabia de la creatura hacia su creador acabando en la formulación de su venganza: "¡¡Tendré venganza!! ¡¡¡Frankenstein!!!"


Añadir leyenda

Y así se inicia la parte de la película en la que el monstruo inicia su venganza sobre Victor, su creador, su padre. Mata a su hermano pequeño y hace parecer culpable a Justine (Trevyn McDowell), una querida sirvienta de la casa de los Frankenstein... Sólo entonces se muestra a Victor y le pide hablar a solas en la montaña... Es el encuentro entre creador y creatura en la que ésta interroga a la primera...

Monstruo: Tú me diste estas emociones pero no me dijiste como usarlas, ahora dos personas han muerto por culpa nuestra... ¿Por qué?
Victor: Hay algo rondando mi alma que no consigo comprender...
Monstruo: Y qué hay de mi alma... ¿Tengo alma? Toda esta última parte la olvidaste... ¿Quiénen son estas personas de las que estoy compuesto? ¿Buenas personas... Malas personas? [...] ¿Alguna vez consideraste las consecuencias de tus actos? Me diste la vida y luego me dejaste morir... ¿Quién soy yo?
Víctor: ¿Tú? No lo se...
Monstruo: ¿Y tú crees que yo soy malvado?
Víctor: ¿Qué puedo hacer?
Monstruo: Hay algo que me apetece tener... un amigo, un compañero... una hembra. Que se parezca a mi, así ella no me odiará.
Víctor: ¿Cómo tú? Dios, no tienes idea de lo que dices...
Monstruo: Sólo se que por la simpatía de un sólo ser vivo haría las paces con todo. Hay un amor tan denso dentro de mí que tú ni siquiera lo imaginas... y una rabia tan intensa que tú no la podrías creer. Si no puedo satisfacer el uno daré rienda suelta a la otra.
Víctor: Y si consiento... ¿Cómo viviréis?
Monstruo: Viajaríamos al norte mi novia y yo, en el confín más lejano donde el hombre jamás ha puesto su pie. Allí viviríamos nuestras vidas juntos, ningún ojo humano nos volvería a ver, jamás... lo juro. Tú debes ayudarme, por favor...
Víctor: Si es posible deshacer este agravio entonces lo haré...

La creatura aquí se nos muestra vengativa contra el propio creador por el abandono y rechazo al que éste la somete. ¿No es acaso así como nuestra sombra personal reacciona cuando no la tomamos en cuenta o la rechazamos abiertamente? Como dice Sabines la Sombra es aquí la...

                                                     herida que me habita,
                                                     el eco
                                                     (soy el eco del grito que sería)
                                                      [...]
                                                     Este que soy a veces,
                                                     sangre distinta,
                                                     misterio ajeno dentro de mi vida.

Al final Victor no cumple con su intento y el monstruo acaba con Elizhabet, su novia (Elena Bonham Carter). Y aquí se repite la historia. Al ser asesinada él, en su locura, intenta de nuevo revivirla... de nuevo como una nueva abominación que, ante su propio horror se prende fuego a sí misma a la vez que arde la mansión de los Frankenstein.

Es aquí donde podemos observar ese comentario de Frankenstein cuando le dice al monstruo: hay algo rondando mi alma que no consigo comprender. Ese algo no es más que la angustia de castración entendida como la angustia de muerte ligada a la pérdida de objetos de amor. La desesperación que conlleva y la reacción de desafío a Dios - como un superyó todopoderoso - al que se desafía intentando burlar su castración definitiva: la muerte.

Frankenstein hace con su monstruo lo mismo que siente que Dios hace arrebatándole su madre... Le abandona, desea su muerte. Como el gran Padre le abandona con la muerte de su madre, el es otro gran Padre que abandona su creatura. Una bonita metáfora final de como nosotros mismos, primero ante la presión de los padres, luego ante la presión de nuestro superyó, abandonamos a una  parte de nuestro sí mismo - self - y le relegamos al mundo de la oscuridad donde su vida transcurre en las sombras del inconsciente. Sabines dice que la sombra espera... Espera un día ser mirada, ser vista, ser reconocida... Sin embargo, Sabines nos deja sin la sensación de la desesperación que conlleva la espera... Porque la Sombra si espera que alguien la vea, que nuestro yo dirija su mirada hacia a ella y la veamos... la reconozcamos. Porque si no es así... la sombra, como el monstruo de Frankenstein, transformará su desesperación en profunda rabia y odio, y finalmente en venganza, venganza contra el yo y su máscara que cruelmente la rechazan.

Al final de la pelicula de Brannagh, en el polo norte, Frankenstein fallece contándole su historia al explorador Walton (Aydan Quinn). Finalmente aparece el monstruo quien, cambiando el final de la historia de Mary Shelley, se inmola junto a su creador - a quien llora profundamente - a la hora de quemar su cadáver... Buena metáfora de que en la lucha entre el yo y la sombra la muerte de una lo es de la otra: muere finalmente el ser.

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[1] La biblia de Jerusalén. Libro del génesis.
[2] Chevalier & Cheerbrant. Diccionario de símbolos, Ver Golem. Editorial Herder.

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PELICULAS

EL GOLEM (Paul Wegener, 1920)

Actores: Paul Wegener, Albert Steinrück, Lyda Salmonova, Ernst Deutsch, Hans Stürm, Greta Schröder










FRANKENSTEIN (James Whale, 1931)

Actores: Colin Clive, Mae Clarke, John Boles, Boris Karloff










FRANKENSTEIN DE MARY SHELLEY (Kenneth Branagh, 1994)

Actores: Robert de Niro, Kenneth Branagh, Tom Hulce, Helena Bonham Carter, Aidan Quinn, Ian Holm, John Cleese