AVISO. Por la naturaleza de los trabajos de este blog, el argumento e incluso el final de las peliculas son generalmente revelados.

lunes, 19 de diciembre de 2016

HIJOS DE LOS HOMBRES (Alfonso Cuaron, 2006): Viaje a la esperanza.

Dedicado a los refugiados e inmigrantes, que saliendo de un infierno camino del paraíso que debía acogerles, éste lo hizo ofreciéndoles otro infierno.

Hijos de los hombres (Children of men, Alfonso Cuaron, 2006) es una película basada en el libro de la novelista P. D. James, e interpretada por un excelente Clive Owen (interpretando a Theo Faron) acompañado de Julianne Moore (Julian Taylor), Michael Caine (Jasper Palmer), Chevietel Ejioffor (Luke) y Claire-Hope Ashitey (en el papel de Kee, una de las protagonistas de la excelente "Disparando a perros" - Michael Caton-Jones, 2005 -, basada en el drama del genocidio de Ruanda). Contemplada con la distancia de los diez años que nos separan de su estreno deviene en una película terriblemente actual. Ambientada en un futuro próximo (el año 2027), en un mundo pre-apocalíptico, al borde de su derrumbe, el argumento nos sitúa en un mundo donde las mujeres han perdido su fertilidad y en una Inglaterra que tras cerrar fronteras se dedica a deportar a los inmigrantes en unas imágenes que Cuaron filma de manera impactante y que parecen anticipar de manera profética el drama actual que viven los inmigrados en Europa. En un momento en que los discursos de los populismos ultranacionalistas estan reincidiendo en su culpabilización con más fuerza si cabe, y con el ejemplo de Donald Trump a la cabeza como presidente de USA, Hijos de los hombres nos ofrece una reflexión que me parece fundamental en el momento que ahora nos toca vivir y que nos recuerdan, con los hechos que a los que estamos hoy en día asistiendo sobre los campos en los que se hacinan los inmigrantes y sobre el trato que se les depara, unas palabras de Giorgio Agamben que me parecen importantes de citar cuando hablando de los campos de concentración nos dice:

"... si la esencia del campo de concentración consiste en materialización del estado de excepción y en la consiguiente creación de un espacio en el que la nuda vida y la norma entran en un umbral de indistinción, tendremos que admitir entonces que nos encontramos en presencia de un campo cada vez que se crea una estructura de ese tenor, independientemente de la entidad de los crímenes que allí se cometan y cualesquiera que sean su denominación o sus peculiaridades topográficas [...] un lugar aparentemente anodino delimita en realidad un espacio en que el orden jurídico normal qiueda suspendido de hecho y donde el que se cometan o no atrocidades no es algo que dependa del dertecho sino solo del civismo y del sentido ético de la policía que actúa provisionalmente como soberana" [1]

¿Qué son la imagenes que se nos brindan en esta película sino una viva representación de estas palabras de Agamben?



En un mundo en el que se es capaz de todas estas inhumanidades, Hijos de los hombres viene a plantearnos el "fin de la esperanza" como el fin de la procreación y, por lo tanto, de la continuidad de nuestra especie. ¿Pues qué son los hijos sino esperanza? O, por lo menos, deberían serlo. Esperanza de ofrecerles un mundo mejor, más justo, más humano, más respetuoso y enseñarles a que ellos puedan hacerlo aun mejor. Como dice Jung al hablar del arquetipo del niño, uno de sus motivos fundamentales es su caracter de futuro y, por tanto, de "mañana", de desarrollos futuros, es decir, de esperanza. Sin embargo, el mundo de Hijos de los hombres es un mundo sin esperanza, como lo manifiesta Theo a su amigo Jasper: "... aunque hayan descubierto la cura para la infertilidad, ¡no tiene importancia! Demasiado tarde. El mundo se ha ido a la mierda. ¿Sabes qué? Era demasiado tarde antes de que esto de la infertilidad ocurriera".

Cuando se van observando las escalofriantes imágenes de fondo de la película, uno no deja de oír las palabras de personajes como Marine Le Pen, Norbert Hofert, Geert Wilders, o a Donald Trump hablando de elevar muros, detener y deportar millones de mexicanos, y quien sabe qué más con otros inmigrantes, o como dice en un momento de la película Jasper Palmer, el hippie, excaricaturista político y ahora traficante de marihuana y cuya mujer, periodista, fue torturada por las fuerzas políticas para quedar practicamente en estado vegetativo: "Pobres fugis, después de escapar a las peores atrocidades y llegar por fin a Inglaterra, nuestro gobierno los caza como a cucarachas". ¿No es acaso esto lo mismo que están viviendo ahora miles y miles de inmigrantes que quieren llegar a Europa desde los infiernos de los que huyen en sus propios países para verse sumergidos finalmente en otro infierno? ¿No es la amenaza futura que pende sobre ellos?



Sin embargo, estos personajes son el extremo de la situación de inhumanidad. Pero por debajo de este extremo todos los gobiernos europeos son cómplices de esta inhumanidad. Unas más activas, como las vallas construidas por Hungria o Bulgaria, otros por pasiva, es decir, por su desentendimiento - ese es el caso de España -, por su indiferencia ante tal drama.

Y es en este contexto que Theo Faron va a verse implicado en una especie de "Viaje del héroe", a pesar de su imagen de antihéroe, en el que intentará llevar a Kee, una inmigrante embarazada - una inmigrante es la portadora de esperanza -, a "Proyecto humano", un grupo de personas y científicos que alejados y ocultos de los poderes políticos parecen estar tratando de solucionar el problema de la fertilidad.

I. EL INICIO DEL VIAJE.

Theo es un individuo que desde que perdió a su hijo Dylan en una epidemia de una gripe especialmente virulenta, parece vivir simplemente por inercia. Sin esperanza se halla convencido de que la especie humana está condenada y que pueda ser diferente de lo que es. Theo representa la desesperanza del mundo y, como en todo inicio del viaje del héroe, un hecho insospechado va a venir a perturbar su mundo vacío, tan sólo aligerado por el consumo del alcohol que pronto le observamos. Como dice Joseph Campbell acerca de esos errores o sucesos inesperados "son el resultado de deseos y conflictos reprimidos. Son ondulaciones en la superficie de la vida producidas por fuentes insospechadas. Y estas pueden ser muy profundas, tan profundas como el alma misma. El error puede significar un destino que se abre". [2] Y un secuestro va a ser determinante en la historia de Theo, un secuestro realizado por los "Peces", una organización pro defensa de los inmigrantes catalogada de terrorrista y en la que milita Julian, la ex-mujer de Theo y madre de Dylan. Julian le pide que interceda para obtener papeles de tránsito para una chica. Al principio Theo parece no acceder a su demanda, si bien más tarde, y por el incentivo del dinero, se aviene a visitar un primo suyo que tiene acceso al gobierno para obtenerlos. Los obtendrá pero a costa de tener que acompañarla él en su camino.

Sin embargo, un incidente lo complicará todo. En él Julian muere y Luke, otro miembre de Peces, mata a dos policías. Esto cambia los planes que se habían previsto. Se refugian en un lugar controlado por Peces, y es allí donde Kee, la muchacha inmigrante a la que tiene que sacar fuera de los controles, le muestra porque es tan importante: está embarazada.


Kee es la esperanza. A partir de este momento se configuran dos elementos fundamentales en el "viaje del héroe". Por un lado los llamados guardianes del umbral, es decir, los protagonistas que impiden que el héroe cruze los límites y las figuras ayudadoras, es decir, aquellas que ayudan a mantener la determinación de seguir y cruzar estos límites. Entre las primeras contaremos con la persecución a la que serán sometidas por los propios miembros de Peces, con Luke a la cabeza, quienes quieren utilizar el bebé como bandera: "Ese bebé es la bandera que puede unirnos a todos" - dice uno de ellos -. Por otro lado está el gobierno, quien probablemente no aceptaría que el primer hijo en dieciocho años provenga de una inmigrante. En este sentido, la persecución como inmigrante será otra de las dificultades que deberán sortear. En el lado de las figuras ayudadoras estarán Jasper, quien se sacrificará para ocultar su huída, siendo asesinado por Luke, así como es quien también le proporciona la manera de salir de los controles a través de un contacto que implica introducirse en el campo de refugiados de Bexhill. Otra figura ayudadora será una pez que se queda con Theo y Kee para ayudarles al darse cuenta de la utilización que quieren hacer de ella sus colegas, una comadrona llamada Miriam (Pam Ferris), y quien en un momento dado también dará su vida para salvar a Kee de ser capturada por los soldados ingleses en el campamento de refugiados donde asistimos a una escena espantosa. Véamosla:

En el Campo de refugiados de Bexhill

En esta fase asistimos a la progresiva transformación de Theo, quien, más alla del incentivo económico inicial, establece un fuerte compromiso con Kee y su hija (será una niña), priorizando, por encima de todo, el derecho a que su futuro bebé no este perturbado por ninguna utilización del tipo que sea. El descubrimiento del embarazo de Kee funciona como un despertar de Theo, algo por lo que vale la pena luchar: la dignidad de una vida. Theo sale de su inercia para implicarse en la protección de esa dimensión sagrada que representa una mujer embarazada. También es de destacar que Theo se hace depositario del mensaje que Julian dejó a Kee de que sólo confiara en él.

II. EL CAMPO DE REFUGIADOS DE BEXHILL: EL CRUCE DEL UMBRAL.

El Campo de refugiados de Bexhill constituirá uno de esos espacios donde, tal y como nos indica Campbell, el héroe deberá pasar sus pruebas. Se trata de un lugar que es un paisaje de pesadilla que, desde otra perspectiva, tan bien nos ilustraron las palabras de Agamben. Recordemos: "un lugar aparentemente anodino delimita en realidad un espacio en que el orden jurídico normal qiueda suspendido de hecho y donde el que se cometan o no atrocidades no es algo que dependa del dertecho sino solo del civismo y del sentido ético de la policía que actúa provisionalmente como soberana". Es justo al entrar en el campo, como se puede observar en el video anterior, cuando Miriam es capturada como supuesta refugiada de una manera brutal y violenta. Más tarde sufrirán los encuentros con personajes como Syd (Peter Mullan), un soldado - el contacto de Jasper - que en principio parece ayudarles, pero que luego intentará "venderles" al mejor postor. También deberán enfrentarse a Luke y los peces que les persiguen para quedarse con el bebé. Contarán con la ayuda de Marichka (Oana Pellea), una gitana quien además de darles cobijo - en el que Kee parirá su bebé ayudada por Theo -, les ayudará a salir del campo guiándoles a una alcantarilla por la que, y a través de un bote, abandonarán el campo en el que ha estallado el conflicto entre inmigrantes y peces y el ejército británico. Contarán también con el apoyo del propio bebé - su nacimiento en el campo es significativo - en una de las escenas más emotivas de la película, cuando tras recuperar a Kee y el bebé debe abandonar un edificio que está siendo atacado por el ejército. La aparición del bebé hace que el enfrentamiento cese momentáneamente ante la sorpresa que afecta a todos, refugiados y militares, y que les permitirá huir. Este momento nos recuerda un elemento que Joseph Campbell destaca del encuentro con lo traumático (el monstruo de las tinieblas, el propio Campo de Bexhill y su locura), y que es la sospecha de que hay un elemento bondadoso que acompaña al héroe en su singladura.


Toda esta bella escena pone de relieve la fuerza de la inocencia, el caracter sagrado de una vida naciente, su fragilidad a la vez que su significación como esperanza, la posibilidad de futuro. En ese sentido no pasa desapercibido la relación de Theo-Kee-niña con la sagrada familia del cristianismo, en el que la llegada de Jesucristo es relacionado con la buena nueva, con la llegada del Mesías. Aunque Kee no es una virgen especula con ello al bromear con Theo. No obstante, no sabe quien es su padre, y será Theo quien se encargará de velar por su seguridad. Recordemos que en el relato bíblico es José quien es alertado por un ángel de la amenaza que acecha con Herodes y a quien se le encomienda que ponga a salvo a María y su hijo.

III. EL PROYECTO HOMBRE: LA ESPERANZA DE UN MAÑANA.

Cuando por fin logran salir del campo a través de la alcantarilla, Theo dirige el bote a una boya roja donde debe recogerles el barco de Proyecto humano. Es entonces cuando vemos que Theo está herido (Luke le hiere cuando rescata a Kee y su hija). Quizá dándose cuenta de que se acerca su fin, le dice a Kee: "No la sueltes Kee, pase lo que pase, digan lo que digan, no la sueltes". Vemos luego como con una gran ternura le explica como calmar el llanto de la bebé... Kee le dice que la llamará Dylan - el nombre del hijo de Theo que murió - en una bonita metáfora de la esperanza que se perdió para nuestro héroe con su muerte, y de la esperanza recobrada a través de su camino con Kee y el nacimiento de su hija. Es entonces, cuando Theo muere, que llega el barco de proyecto humano con el nombre de "mañana".

No la sueltes Kee, pase lo que pase, digan lo que digan, no la sueltes.
Theo acaba como acaban muchos héroes de las mitologías. Dice Jung en este sentido: "Esa paradoja pertenece a la esencia del héroe y se extiende como un hilo rojo a través de todo su destino vital. El héroe puede hacer frente al mayor peligro y, sin embargo, sucumbe, al fin y a la postre, víctima de lo insignificante [...] La hazaña principal del héroe es el triunfo sobre el monstruo de las tinieblas" [2]. Jung añade que es la victoria final de la consciencia sobre lo inconsciente. En la película podemos darle dos significados, ambos igualmente válidos. Por un lado, el triunfo de la inocencia de una vida naciente sobre la manipulación de la que pretende ser objeto y ante la cual no hay la más mínima empatía ni comprensión, tan sólo utilización. Por el otro, el despertar de la vida en el propio Theo sumergida en su indiferencia hacia sí mismo y su vida y hacia el ser humano y la vida en general. Antes de conocer a Kee y a su bebé Theo es el clásico muerto-viviente que consumido por el dolor de la muerte de su hijo ve bien "el fin de la esperanza" como un derivado de la pulsión de muerte. De hecho su muerte es la que, a través de Kee y su bebé, genera nueva vida, nueva esperanza. Su muerte es en si la esperanza que abre camino a Kee y a Dylan, que abre la posibilidad de futuro, que la vida continue con la posibilidad de aprender de los errores del pasado.

Gran película de Alfonso Cuaron.

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[1] Agamben, Giorgio. Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida. Ed. Pre-Textos, pags. 221 y 222
[2] Jung, C. G. Acerca del arquetipo del niño en OC Vol 9/1. Los arquetipos y lo inconsciente colectivo. Ed. Trotta, par. 283





domingo, 20 de noviembre de 2016

DOCE HOMBRES SIN PIEDAD (Twelve angry men, Sidney Lumet, 1957): Sobre la configuración de los juicios.

Doce hombres sin piedad (Sidney Lumet, 1957) es una de las grandes obras maestras del cine basada en una obra escrita para la televisión de Reginald Rose. Interpretada magistralmente por todos los actores - con la excepción de Henry Fonda mayoritariamente procedentes del mundo televisivo -, la película es un drama de carácter judicial basada en la deliberación de un  jurado compuesto por doce hombres sobre un caso de asesinato de un padre por parte de su hijo de dieciocho años. Por sus características es una película que permite reflexiones de distintas características: el tema del liderazgo, la dinámica de grupos, el ejercicio de la dialéctica,  la configuración de los juicios y el efecto sobre ellos de los pre-juicios y las motivaciones personales, reflexiones desde la ética y la moral... Desde el enfoque psicológico que caracteriza a este blog vamos a contemplar su temática desde como el ser humano configura sus juicios partiendo en muchas ocasiones de pre-juicios o de una superficialidad y adaptación a ellos en lo que se observa como falta de reflexión. Eso es lo que observamos en la votación inicial, cuando al convocarla el jurado número 1 (Martin Balsam), el presidente del jurado, once de los doce jurados levantan la mano con el veredicto de culpabilidad. Tan sólo el jurado número 8 (Henry Fonda) , simbólicamente vestido de blanco, levanta la mano para defender la inocencia del acusado, ante la sorpresa del resto para los cuales el veredicto de culpabilidad es incuestionable ante las aparentes pruebas suministradas.

La primera votación: 11 vs 1

1. PRIMERA VOTACIÓN: ESTRUCTURA DEL JURADO.

Desde la perspectiva psicológica, la primera votación y los hechos que la van a  caracterizar, nos permite diferenciar a los doce jurados en cinco posiciones bien determinadas:

1) La posición de los jurados 3 (un gran Lee J. Cobb) y 10 (Ed Begley), dominados por la ira y una visión predeterminada por sus pre-juicios y que les caracterizarán por su incapacidad para aceptar la reflexión y el diálogo, puesto que su toma de decisión se sitúa más allá de las pruebas o los hechos por unos juicios "a priori". Veamos como ejemplo las palabras del jurado 10 cuando dice del acusado: "Conozco muy bien a los de su calaña. No puede creer ni una palabra de lo que dicen. Usted lo sabe, todos ellos son unos embusteros".

2) La posición del jurado 7 (Jack Warden) es la posición del individuo narcisista de características egoístas y hedonistas, a quien sólo le importa su propio interés. Lo importante es el partido de béisbol que le aguarda y como veremos en la película su cambio de veredicto de culpable a inocente no está motivado por ningún tipo de convencimiento sino por su interés por acabar cuanto antes.

3) Las posiciones de los jurados 1 (Martin Balsam), 2 (John Fiedler), 5 (Jack Klugman), 6 (Edward Bins), 9 (Joseph Swenney), 11 (George Voskovec) y 12 (Robert Webber) es la posición de los individuos a quienes les cuesta imponer reflexión a la apariencia de los hechos y a las actitudes de jurados como los de la posición 1, invasivos y radicales, así, como veremos seguidamente, a la seriedad y convencimiento de un jurado como el 4 (E. G. Marshall). Suelen ser adaptativos a menos que alguien no ponga en marcha la posibilidad de reflexión a la que poco a poco se van añadiendo ante las evidencias que esta empieza a ofrecer, tal y como desencadenará nuestro jurado numero 8 (Henry Fonda)

4) Es la posición del jurado 4 (E. G. Marshall), un hombre frío y calculador que apoya su decisión sobre una visión razonada sobre los hechos que se han mostrado en el juicio. No es un hombre de prejuicios, como vemos en los jurados 3 y 10, sino que tiende a apoyarse en su propio razonamiento para apoyar su decisión. En este sentido es un tanto parecido al jurado número 8 que en esa primera votación considera al acusado como inocente, si bien hay entre ellos diferencias claras.



5) La posición del jurado 8 (Henry Fonda) se diferencia, en relación a la reflexión y el razonamiento del jurado número 4, en la empatía, que es su marca específica. Efectivamente, a su capacidad de reflexión y razonamiento, añade una fuerte empatía que irá demostrando a lo largo del diálogo que se establecerá. No en vano, y ante la sorpresa, cuando no enfado en algunos de los jurados, este jurado manifiesta lo siguiente cuando se le pregunta por la naturaleza de su voto: "Había once votos de culpable. No resulta fácil levantar la mano y enviar un chico a la muerte sin hablarlo antes [...] Está en juego la vida de alguien. No podemos precipitarnos, y si nos equivocamos [...] ese chico ha recibido solo patadas. Ha nacido en una chabola. Perdió a su madre a los nueve años y vive en un orfanato mientras su padre cumple condena por falsificar moneda. No es un feliz comienzo. Es arisco y rebelde porque es lo único que ha conocido. Alguien le ha estado propinando golpes un día si y otro también. Hace dieciocho años que ha sido desdichado y creo que le debemos unas pocas palabras"Y, evidentemente hay otra diferencia, no sólo es una cuestión de empatía, sino que es este jurado quien, a través de sus reflexiones y razonamientos nos introduce al concepto de "duda razonable", es decir, que, jurídicamente, no se trata tanto de si el acusado es inocente como de si los hechos demuestran feacientemente que es culpable y, ante la duda de estos hechos, se  favorece al acusado, es decir, y como tantas veces hemos oído: se es inocente hasta que no se demuestra la culpabilidad. De hecho esto es lo que manifiesta el jurado 8. No sabe si es inocente, pero tiene dudas acerca de las pruebas que se han presentado, no cree que estas demuestren tan estrictamente su culpabilidad.

Henry Fonda en el papel del jurado número 8.

Veamos que si nos referimos a conceptos psíquicos podríamos observar en los jurados de la posición 1 la posición característica del Superyó, es decir, la rígida acusación que partiendo de generalidades y concepciones absolutistas e indiscriminadas determina la culpabilidad sin aceptar matices ni diálogo. En la posición 2 tenemos la posición más propia del ello donde la cuestión es la propia satisfacción que está por encima de cualquier consideración ética. En la posición 3 nos encontramos con aquellos que sin capacidad de discriminación, o sin planteársela, adoptan una posición de identificación con las tesis superyoicas. La posición 4 se trata del individuo que razona los hechos desde una decisión ya tomada, posición a la que podemos entender como aquella que dota de soporte racional al superyó. Finalmente, la posición 5 es la del individuo que tomando criterio propio "duda razonablemente" de la decisión en sí misma y entra de lleno en una reflexión que además es siempre acompañada por esa actitud empática que se refleja en todo momento en su gran capacidad de desapego a las reacciones emocionales que hacia él mantienen los otros jurados, a la vez que mantiene con su actitud de calma y confianza el respeto hacia ellos y sus circunstancias.

2. SEGUNDA VOTACIÓN: DESIDENTIFICACIÓN Y APOYO.

Pronto se observa que desde la intervención del jurado 8 (sus reflexiones empáticas del inicio, o la relativización de lo que se da por evidente junto a la famosa escena de la navaja automática) hay un cierto cambio en la actitud del jurado 9, el más anciano. Con una buena percepción de la situación el jurado 8, ante una situación en la que se halla sólo ante los otro 11 plantea una segunda votación de la que se excluye y en la que asume que si los once restantes votan culpable el asumirá el voto, pero que si no es así pide más tiempo para evaluar la acusación. Desde nuestra lectura psicológica podríamos ver su intención como empezar a lograr la desidentificación de los jurados de la posición 3 a partir de la "duda razonable", y en los que una vez introducida es posible producir cambio al llevarles a la reflexión. Como de se diría en psicoterapia, este es el grupo que puede aceptar el diálogo y flexibilizar sus juicios al estar dispuestos al ejercicio de la reflexión si alguien les conduce a ello.

El jurado 9 apoya al jurado 8

Tras la votación, efectivamente, es el jurado 9 quien vota "no culpable", y que interpelado de no muy buenas maneras por, como no, los jurados de la posición 1 (superyoicos) y el de la posición 2 (elloico) les responde: "Este hombre se ha enfrentado a todos nosotros. No ha dicho que el muchacho sea inocente sino que no está seguro. Como no es fácil soportar la presión del resto intentó conseguir apoyo. Le he dado el mío. Probablemente el chico es culpable, sin embargo, quiero oír más". Es decir, hemos pasado de lo evidente a lo probable. Curiosamente este es uno de los primeros pasos que hay que asumir en la confrontación con el superyó, por un lado el de la desidentificación, y por otro el de la "duda razonable" producto de la reflexion ante la severidad y rigidez de sus juicios. Se evidencia en esta fase que este soporte al jurado 8 desata los primeros conatos de ira en los jurados 3 y 10, a diferencia del jurado 4 que defiende su decisión racionalmente con el repaso de los hechos y quien, además, indica que la reacción del jurado 3 es desde la excitación y que no se tenga en cuenta.

El trabajo de desidentificación se ve muy claramente en un diálogo que el jurado 8 establece con el jurado 6 (posición 3). Veamos:

Jurado 6: ¿Cree sinceramente que es inocente?
Jurado 8: No lo sé, aunque es posible.
Jurado 6: Francamente amigo. Creo que en su vida ha estado tan equivocado. No pierda más el tiempo, déjelo.
Jurado 8: Suponga que es usted el procesado.
Jurado 6: Bueno... No soy dado a suponer. Yo obedezco. Mi jefe es el que supone, no obstante, voy a intentarlo.

"No soy dado a suponer. Yo obedezco. Mi jefe es el que supone". Este es el individuo que identificado no cuestiona las reglas ni los juicios. El jurado 8 siempre flexibiliza lo absoluto (No lo sé, aunque es posible) y procura ponerse del otro lado, en este caso de lado del acusado (Suponga que es usted el acusado). Es por la conjunción de ambas actitudes que irá logrando que los jurados de la posición 3, claves en en la evolución del veredicto vayan, uno por uno, cambiando su voto a lo largo de la película, como pronto ocurre con el jurado número 5, él mismo proveniente del mundo de los suburbios.

Poco a poco los razonamientos del jurado 8 van haciendo mella en los jurados de la posición 3 quienes serán ellos mismos los que empiecen a reflexionar por ellos mismos. Así pronto vemos al jurado número 11 ejercer el mismo estilo de razonamiento que el 8 llevando con sus reflexiones a establecer la "duda razonable" sobre las supuestas motivaciones del muchacho para volver al lugar del asesinato a recuperar la navaja con la que mató a su padre. Esto desata las iras de los jurados de la posición 1 y 2. Especialmente virulenta es la reacción del jurado número 10.

El jurado 10 se enfrenta al 11.

Llegamos así a la tercera votación que añadirá al jurado 11 al 10, 5 y 8 apoyando el veredicto de inocencia o "no culpabilidad", lo que desatará las iras de los jurados 3 y 7. Un poco más tarde, y ante el peso de los razonamientos de los jurados 8 y 11, se añadirán en una cuarta votación los jurados 2 y 6 en el veredicto de "no culpable", con lo cual prácticamente 5 de los 7 jurados del grupo 3 han cambiado el veredicto y el resultado ya presenta un empate a 6.

Paralelamente a la evolución de los resultados vamos observando una cada vez mayor contestación de estos jurados a la actitud agresiva de los jurados de la posición 1, con lo que constatamos una de las actitudes que se fortalecen en el yo desidentificado y dispuesto a establecer la duda razonable frente al superyó castigador: la reafirmación del propio criterio. En el caso del jurado 8 este punto le permite llevar al jurado 3 a su propia contradicción. Partiendo de uno de los testimonios que afirma haber oído al acusado gritar a su padre que le va a matar, el jurado 8 afirma que esta amenaza se puede proferir en situaciones en las que uno lo dice pero no pensando en hacerlo. En un momento dado se da la siguiente situación:

Jurado 8: ¿Es usted su verdugo?
Jurado 3: ¡Uno de ellos!
Jurado 8: ¿Sería capaz de conectar la corriente?
Jurado 3: ¡Por este chico puede estar seguro!
Jurado 8: Me da lástima. ¿Qué se siente cuando se desea conectar el interruptor? Desde que entró en esta habitación se comporta como si fuera el vengador del pueblo. ¡Quiere verle morir por algo personal, no por lo que digan los hechos! ¡Es un sádico!
Jurado 3: ¡¡Le mataré!! ¡¡Le mataré!!
Jurado 8: ¿No dirá en serio que va a matarme?

Con lo cual queda demostrada su tesis. Por otro lado, el jurado 8 ya nos indica que detrás de las reacciones del jurado 3 hay algo personal y que, en consecuencia, se está proyectando sobre el acusado.

Jurado número 3 al 8: ¡¡Te mataré!!

3. SOBRE LOS PREJUICIOS Y EL VOTO SIN ÉTICA.

A partir de ese momento asistiremos a la demolición de los jurados de la posición 1 y 2. En primer lugar nos encontramos con la actitud del jurado 7, quien simplemente centrado en su interés por asistir a un partido de béisbol cambia de voto simplemente por este motivo y desequilibrar el voto - ahora 7 a 5 a favor de la no-culpabilidad -. Decisión absolutamente carente de toda ética desata el enfado del jurado 11 quien le dice: "¿¡Qué clase de hombre es usted!? Se sienta aquí y vota culpable como la mayoría de nosotros porque tiene unas entradas para ir a ver el béisbol en el bolsillo, y ahora cambia de voto solo porque esta harto de tanta palabrería. ¿Qué le da derecho a usted para jugar así con la vida de un ser humano?" Momentos después añade: "Es que no tiene agallas para hacer lo que cree justo". Y el tema es que no es un asunto de agallas, es un asunto de consciencia ética de la que éste individuo carece. Personaje de una naturaleza primaria no puede ver más allá de sus intereses a lo que todo queda sometido.

El segundo jurado en caer es el jurado número 10, personaje desagradable, egoísta ("mientras estoy aquí tengo tres garajes parados") y cargado de prejuicios, sin capacidad para el respeto y despreciativo. La escena crítica es cuando ante la evolución que toma la votación (en una quinta votación el resultado queda 9 a 3, es decir se añaden los dos jurados de tipo 3 que faltaban, el 1 y el 12) estalla en ira y nos muestra así su consciencia embotada, entenebrecida por los prejuicios que anulan cualquier tipo de reflexión o capacidad crítica: "¡No comprendo su actitud señores! ¡Cómo pueden tener en cuenta estos detalles! ¡¡No significan nada!! ¡Han visto este chico igual que yo! [...] ¡Ya saben como miente esta gentuza! ¡Es algo innato! [...] ¡Ni siquiera necesitan una razón de peso para matar a alguien! ¡Son borrachos! ¡Todos ellos beben como unos cosacos! ¡Ellos son así por naturaleza! ¡Todos son violentos! [...] ¡La mayoría no tiene sentimientos! [...] ¡No tiene remedio, ni uno solo merece la pena!" Mientras habla uno a uno los jurados se levantan de la mesa y le dan la espalda hasta quedarse solo. El jurado número 4 sentencia al final: "Siéntese y no vuelva a abrir la boca".

El aislamiento del jurado 10 ante sus compañeros.

El jurado número 3 se desvelará así mismo al final de la película mostrándonos que tras su obcecada decisión se halla la proyección de su propia frustración con su hijo, quien hace ya dos años que no le habla. Se identifica con la historia del padre muerto por su hijo del acusado. Mirando una foto donde aparecen felizmente él con su hijo manifiesta: "Maldigo a todos los hijos por los que das la vida" y desesperado rompe la foto y se desmorona lleno de dolor. El fundamento de la negativa de éste jurado en aceptar el voto de "no-culpabilidad" nada tiene que ver con la razón sino con el resentimiento, verdad que al emerger con tanta claridad le hunde definitivamente.

En esta escena se da un diálogo que pone en evidencia la debilidad de la posición de jurados como el 3 y el 10 cuando se ven confrontados por los argumentos razonados que sostienen la duda razonable:

Jurado 8: Esta sólo.
Jurado 3: ¡Me tiene sin cuidado estar solo! ¡Estoy en mi derecho!
Jurado 8: En su derecho...
Jurado 3: ¡Qué miran...!
Jurado 8: Exponga sus argumentos.
Jurado 3: ¡Ya lo hice antes!
Jurado 8: No nos convencen. Deberá razonarlos. Tiene todo el tiempo que quiera.

Y aquí se acaba toda capacidad de argumentación del jurado 3. Le queda sólo su ira resentida por el abandono de su hijo proyectándola sobre el acusado.

Foto del jurado 3 con su hijo.

4. LA RAZÓN Y LOS ARGUMENTOS: JURADO 4 VS. JURADO 8.

Es interesante la posición del jurado número 4, un hombre que como el jurado número 8 intenta razonar y defender sus argumentos. Libre de prejuicios o de personalismos se apoya en lo que su razón le dicta hasta que la fuerza de los argumentos se impone y, entonces, sin dudar, cambia su voto. Esa objetividad que le caracteriza durante todo el veredicto, y que como hemos dicho está libre de prejuicios o de personalismos, se demuestra cuando el jurado 10, en su ataque lleno de odio e ira contra la gente de los suburbios, le dice cuando éste pregunta si no ha hablado claro: "Demasiado. Siéntese y no vuelva a abrir la boca". Es un individuo abierto al diálogo y a escuchar los argumentos. abierto a razonar. ¿Cuál es entonces su diferencia con el jurado 8? Sin lugar a dudas la inquietud que este último muestra llevado por la empatía. El no conformarse por lo aparentemente evidente y profundizar en ello. Como cité anteriormente es lo que le lleva a decir: "No resulta fácil levantar la mano y enviar un chico a la muerte sin hablarlo antes [...] Está en juego la vida de alguien. No podemos precipitarnos, y si nos equivocamos [...] ese chico ha recibido solo patadas". 

Es la misma empatía que observaremos en este jurado cuando al finalizar la película es él quien va a recoger al jurado número 3 poniéndole la americana consciente del dolor que ese hombre acarrea en estos momentos.



5. REFLEXIÓN FINAL.

Doce hombres sin piedad es sobre todo una gran película que nos pone en guardia contra la gratuidad de los juicios que aplicamos en nuestra vida corriente y de los que nosotros mismos, a un nivel más interno, también somo víctimas a través de esa entidad psíquica llamada superyó que se erige en gestor de las introyecciones e identificaciones sufridas en nuestra infancia. La duda razonable es esa actitud que nos muestra el jurado 8 al ir más allá de las "evidencias" y descubrir cuantas veces estas se apoyan en una clara falta de reflexión, desinterés, o que teñidas de prejucios o personalismos perturban la posibilidad de ejercer una evaluación de los juicios desde la razón crítica propia de una consciencia ética. Y es de la misma manera que damos por sentado leyes y juicios que son ejercidas por nuestro superyó sin que nuestro yo intente poner en duda sus fundamentos y la tiranía que ejercen sobre nosotros. Como los jurados 3 y 10 nos muestran con sus prejuicios, estas leyes y juicios superyoicos se afirman fuertemente no en sus argumentos sino en su rigidez y severidad apoyándose en amenazas, culpas y castigos.

Estamos sin duda ante una obra maestra del cine.

domingo, 9 de octubre de 2016

FREUD, PASIÓN SECRETA (Freud, John Huston, 1962): Los inicios del psicoanálisis.

Comentamos en esta ocasión La pasión secreta de Freud (1962), película dirigida por el mítico John Huston con un guion de Jean Paul Sartre que tuvo que ser readaptado por Charles Kaufman y Wolfgang Reinhardt dado que su extensión lo hacía inviable para la gran pantalla. El desacuerdo con el resultado final llevó al filósofo francés a no querer aparecer en los créditos de la película. No obstante estos problemas, el guion fue premiado con un Oscar de la academia. Cuenta en el papel de Freud con el gran Montgomery Clift quien, dados sus problemas con las drogas y comportamientos autodestructivos, fue demandado por la Universal por sus frecuentes ausencias en los rodajes. No obstante, el éxito de la película y la gran interpretación de Monty logró que los problemas se solucionaran a satisfacción de ambas partes. Junto a Montgomery Clift, y en los papeles principales, intervienen Larry Parks como Joseph Breuer y  Susannah York en el de Cecily Koertner, la paciente tratada inicialmente por Breuer y después por Freud, una paciente ficticia sobre la que el argumento va construyendo los logros de Freud, si bien no se puede obviar un cierto paralelismo con Bertha Pappemheim, el famoso caso llamado de Anna O que trató Joseph Breuer. A ellos les acompañan, entre otros, Susan Kohner como Martha Freud, su esposa, Fernand Ledoux como el Dr. Jean-Martin Charcot y Eric Portman como el Dr. Theodore Meynert.


I. LOS INICIOS: La histeria, Theodore Meynert , Jean-Martin Charcot y lo inconsciente.

La histeria (hoy en día llamado trastorno de conversión) suscitó en su momento un conflicto que vemos escenificado en la película en las posiciones que defienden Theodore Meynert en Viena y Jean-Martin Charcot en París, y que como bien plantea este último en la escena de la película en la que presenta a sus alumnos dos casos de histeria, y que corresponde al año 1885 en el que Freud se traslada al Hôpital de la Salpêtrière para aprender con él, y donde dice:

La histeria viola el principio médico de que los síntomas físicos deben tener un origen orgánico y el principio psicológico de que la mente no es capaz de pensar en varias ideas a la vez.

Meynert era un claro partidario de la relación de los fenómenos psicológicos con un sustrato orgánico y despachaba la histeria como simulación, pero las demostraciones de Charcot mediante la utilización de la hipnosis pusieron de relieve que en la histeria justamente ocurría lo contrario, es decir, que con sus experimentos utilizando la hipnosis Charcot demostraba que los síntomas físicos en la histeria no se correspondían con ningún sustrato orgánico, mientras que, por otro lado, mostraba que también se podían generar síntomas psíquicos a partir de pensamientos introducidos inconscientemente en el paciente y, de paso, también mostraba la existencia de la histeria masculina, hasta entonces siempre asociada con la mujer. De todo ello Freud concluye:

lo importante es que esas ideas siguen siendo un misterio para el paciente. Es decir, son inconscientes. Hoy en día se habla mucho sobre el inconsciente. Hasta ahora solo ha sido una abstracción filosófica, pero el profesor Charcot nos ha permitido palparlo. Ahora debemos aceptar el hecho de que puede existir pensamiento a un nivel no consciente. ¿Son esas ideas inconscientes el producto de una mente trastocada, o están relacionadas con el trauma por una cadena lógica cuyos eslabones están aun por descubrir?

Quedaba así fundada la existencia del inconsciente.

La fundación del inconsciente.

- El camino hacia el complejo de Edipo (1).

Hay un suceso en estos inicios de la película que ya nos marca el camino que va a llevar a Freud al desarrollo del complejo de Edipo y que vemos en el momento de la despedida familiar de Freud, en la estación de tren, y en la que  su padre le da un reloj que ya venía del suyo: "Sigmund, este reloj perteneció a mi padre ... y ahora que ha llegado el momento de separarte de tus seres queridos te lo regalo a tí. ¡Es un símbolo!" Sólo subir al tren, Freud hace un extraño movimiento y el reloj cae al suelo con violencia averiándose. El joven Sigmund muestra un cierto aire de extrañeza por el suceso.

2. LA COLABORACIÓN CON JOSEPH BREUER (1): La represión.

La presentación de Freud de sus experiencias con Charcot, a parte de recibir el rechazo de Meynert y la mayoría del "Olimpo" médico de Viena, suscita la admiración y el interés de Joseph Breuer quien le comenta el éxito que ha tenido mediante la utilización de la hipnosis en el tratamiento de una joven histérica, Cecily, con la que ha logrado la desaparición de distintos síntomas. Sin embargo, le cuenta una diferencia fundamental con Charcot en su utilización de la hipnosis. Breuer la utiliza para remontarse a ciertos recuerdos con los que parecen relacionarse los síntomas físicos, y demuestra que al acceder a ellos y liberarlos el síntoma desaparece. Estamos ante el fundamento del llamado "método catártico" al que, momentáneamente, se añadiría Freud en su práctica. Al mismo tiempo, y relacionado con esto, aparece el fundamento del mecanismo de la represión tan bien definido por Breuer en un diálogo con Freud:

Breuer: El trauma  [...] hace que el recuerdo del incidente se borre de la consciencia.
Freud: ¿Cómo pueden los recuerdos provocar síntomas?
Breuer: Porque están rodeados de emociones que no encuentran su desahogo natural a través del estado consciente. Si te abrumas por el dolor derramas lágrimas, por la ira pegas un puñetazo, por el miedo huyes. La emoción que se ha desarrollado se descarga por medio de una acción física. ¿Pero qué ocurre si la emoción es reprimida, contenida? El fuego no sale, está bloqueado, arde sin llama y llena de humo la habitación, los pasillos, toda la casa y, finalmente, se cuela por la ventana de la despensa. Un síntoma insano sólo es energía emocional que sale por donde no debe. Freud... ¿qué opina?
Freud: Opino que se ha abierto una puerta. Ha hecho un descubrimiento tan importante como el de Pasteur. Él aisló el germen, usted el recuerdo patógeno.

Es decir, perfilando mejor el "método catártico", éste se basaría en que con la liberación de los recuerdos reprimidos se liberan también los afectos o emociones que, relacionados con ellos, también se hallan reprimidos y que, como tales, se convierten en afectos o emociones patógenos. Y es en la liberación de ellos que se fundamentaría la cura.

Joseph Breuer con Sigmund Freud.

- El camino hacia el complejo de Edipo (II), la resistencia y los sueños.

Freud entra de lleno en la práctica del método catártico. Poco a poco, a través de sus trabajos sobre distintos pacientes, va acercándose a la reflexión sobre el mecanismo de la represión:  "... todo recuerdo de ellos fue borrado de la consciencia. ¿Puede haber un mecanismo físico que defienda la mente de los recuerdos intolerables [...]? ¿Un mecanismo de represión que destierre estos recuerdos hacia el inconsciente y cierre la puerta con llave?" Un incidente interesante se va a producir con su trabajo con Karl, un joven (Robert McCallum) que atacó a su padre con un cuchillo. Tras la hipnosis, el trabajo con sus recuerdos le lleva a desvelar que tras este ataque se oculta el deseo del joven por su madre. Esta escena afecta vivamente a Freud quien, muy azorado, saca a su paciente de la hipnosis indicándole que no recuerde nada y saliendo luego de la habitación claramente consternado. Tras este incidente Freud tiene un sueño en el que Karl le arrastra mediante una cuerda que les une hacia el interior de una gruta. En su interior observa la imagen de su madre bajo el aspecto de una sacerdotisa. Tapándose medio rostro con la cara observa como el joven abraza, besa y acaricia a su madre con deseo apasionado. Luego, bajo las risas del Dr. Meynert, Freud arrastra al joven para separarlo de su madre... La imagen cambia luego y vemos que es Karl quien arrastra a Freud para sacarlo de la gruta, y que es él quien ofrece resistencia y se niega a salir de ella. Finalmente le tira una roca que alcanza al joven y este se precipita en el abismo de la montaña, pero unidos por la cuerda Freud es también arrastrado a ese abismo despertándose fuertemente angustiado y gritando "madre".

La madre de Freud como sacerdotisa con el joven Karl.

Interesante representación que nos enseña como la experiencia vivida por el joven ha afectado al propio Freud. Obviamente podemos ver en la Gruta una representación del inconsciente, o incluso un útero, y a Karl como una proyección del propio Freud que le muestra su propio deseo materno - no en vano la imagen de la mujer es la de su propia madre -. La tensión de Freud apartando al joven de su madre contrasta con la inversión subsiguiente en la que es el joven quien le arrastra a él, en una clara representación de que el joven arrastrado le representa a él mismo, y que el deseo de Karl por su madre no es más que la representación de su propio deseo. Podemos también suponer que la imagen de Karl cuando le arrastra para sacarle de la gruta es una proyección de la prohibición paterna de esa relación mostrando también la agresividad hacia el padre producto de su rol de prohibición de la relación incestuosa madre-hijo.

El Dr. Meynert representa la resistencia, es decir, la defensa de la consciencia hacia desvelar esos contenidos propios que se vuelven tan difíciles de asimilar por el miedo, el dolor y la culpa con la que van asociados, y que llevan a Freud a abandonar momentáneamente el trabajo con sus pacientes y volver al mundo de la fisiología. Recordemos que Meynert le había dicho al mostrarle una caja que oculta escorpiones venenosos: "... cree que la luz mata los malos espíritus. Yo pienso que los revive [...] El mundo vivirá con ellos [...] Eso es Freud, deje a la noche lo que le pertenece". Y eso es lo que Freud hace momentáneamente: tras entrever sus propios contenidos inconscientes trata de encerrar sus propios "escorpiones", de devolverlos a la oscuridad evitando el contacto con ellos. Esa evitación - entre otros mecanismos - es lo que se conoce como resistencia, es decir la incidencia de los mecanismos psíquicos de defensa para evitar el acceso de estos recuerdos o contenidos inconscientes a la consciencia. Eso es lo que representa la imagen de Freud en el sueño con el rostro medio tapado con la mano, con un ojo que mira y otro que no quiere ver. La reacción de Freud ante la emergencia de esos contenidos es al mirar  no querer ver.

III. LA COLABORACIÓN CON JOSEPH BREUER: la sexualidad.

En este punto la película recurre a un punto oscuro de la historia para explicar el retorno de Freud a la psicología. Recibe una citación del Dr. Meynert antes de morir y éste la confiesa que él mismo es un histérico y, ante su sorpresa, le pide que retome sus investigaciones después de confesar dramáticamente que: "Mi vida ha sido una farsa. He desaprovechado mi talento ocultándome la verdad a mí mismo. He reprimido mi auténtico yo. El resultado: me muero en un estado de orgullo e ignorancia. No sé quién soy. No he vivido yo mi vida, sino otro, la creación de mi vanidad. Rompa el silencio. Haga lo que se ha propuesto. Traiciónenos. Necesitamos un traidor en el corazón de la oscuridad". Este hecho citado en la biografía de Ernest Jones fue explicado por el propio Freud como una confesión que le hizo Meynert. Sin embargo, posteriores investigaciones (Ellenberger, 1968) ponen en duda que Meynert le hiciera estas confidencias. Tras este hecho narrado en la película, así como descubrir el suicidio del joven Karl en un manicomio tras haberle abandonado como paciente, Freud decide retornar a sus trabajos sobra la histeria y, por primera vez, y ante un escéptico Breuer, propone, ante la experiencia de Kark y la suya propia que en el origen de los síntomas ligados a la histeria se halla un conflicto de índole sexual. 

Freud con Cecyl
Más tarde, cuando acompaña a Breuer para visitar a Cecily, una enferma con múltiples síntomas histéricos, entre ellos la ceguera, le pedirá que la deje hipnotizar demostrando que incluso un recuerdo  puede llegar enmascarado en estado hipnótico, y que tras él se oculta, en el fondo, una temática de orden sexual (de la misma manera, y como veremos más adelante, que verá ese enmascaramiento en los sueños). Tras forzar Freud su revisión, demuestra que los doctores que aparecían en el recuerdo de Cecily eran policías, que las enfermeras de un hospital eran prostitutas de un burdel y que su padre no había muerto en la cama de un hospital sino en una cama del burdel víctima de la lujuría y con su rostro manchado de carmesí de una prostituta que se refleja en un espejo. Cuando Cecily es despertada de su hipnosis sus ojos ya ven, si bien al recordar sus contenidos maldice a Freud por haber evocado el recuerdo tal y como había sucedido. A pesar de su absoluta mejoría Cecily recae de nuevo pudiendo observar que ello se debe al enamoramiento que experimenta por el Dr. Breuer a la partida de éste a Venecia con su mujer.

  Breuer con Cecyl.                                                                                   

- El camino hacia el complejo de Edipo (III). Los sueños

Sucede entonces la muerte del padre de Freud. En la comitiva que le acompaña en el entierro éste sufrirá un desmayo después de que su afectada madre le coja del brazo. La escena continua luego despertando agitado de un sueño y diciéndole a Breuer unas palabras que aparecen en él: "Los ojos se cerrarán". Es aquí que Freud ya nos describe su visión de cómo los sueños tienen un significado para el soñante: "los sueño tienen un significado... para el que sueña, para sí mismo, sobre sí mismo. Pero hablan en clave. ¿Podría ser que los sueños fueran ideas que escapan disfrazadas de la represión?" Luego sigue y da detalles de su sueño: "Todos estaban llorando. Todos menos yo. Estaba en mangas de camisa en el entierro de mi padre. Todos en la comitiva andaban con los ojos cerrados, los míos abiertos, muy abiertos. Por eso no se me permitía entrar por la puerta. Un cartel muestra unas palabras: "los ojos se cerrarán". Freud se hace preguntas junto a Breuer: "¿Por qué no lloraba? Yo lo quería... o no, según el sueño no". Y sigue reflexionando que por tener los ojos abiertos no se le deja cruzar la puerta asociando luego las palabras de "los ojos se cerrarán" con las bíblicas de "Los hijos cerrarán los ojos a los pecados del padre" (Ezequiel, 18-20). Se da cuenta que ha violado la ley y se pregunta a qué pecado del padre no podría cerrar los ojos. Luego le pide a Breuer que le acompañe al cementerio. Al acercarse a la puerta siente que vuelve a desfallecer. Al apartarse de ella retorna a la normalidad. Diagnostica que se trata de un síntoma histérico. De vuelta, Freud intenta recordar pero no halla recuerdos por los que odiara a su padre y le pregunta a Breuer: "¿Es posible que una neurosis empiece en la infancia?" Esta pregunta hecha por tierra su teoría sexual de la neurosis pero le abre a lo que será su propuesta más escandalosa en aquellos tiempos: la neurosis como resultado de un conflicto en la sexualidad infantil, lo que también le encaminará a proponer su teoría sobre el complejo de Edipo.

IV. FREUD Y EL TRABAJO CON CECYL. Actos fallidos, la asociación libre y la transferencia.

Al enamorarse Cecily del doctor Breuer (hecho real en al caso Berta Pappemheim, que tuvo un falso embarazo - como Cecily en la película - que llevo a Mathilde, la mujer de Breuer, a amenazarle con el suicidio si no dejaba el caso) este decide abandonar el caso pidiéndole a Freud que sea él quien continúe con su cura, pues la joven, como síntoma histérico, se halla paralítica. Ante la imposibilidad de hipnotizarla, debido a que Cecily ve la hipnosis como un acto de fidelidad a Breuer (¿Qué pensaría el doctor Breuer si supiera que me ha hipnotizado"? - le dice -), Freud empezará a desarrollar el método de la cura por la palabra. Y así empieza a detectar la importancia de los lapsus o actos fallidos que, recordemos, es entendido como un acto que pone de manifiesto una expresión diferente o incluso contraria a la que muestra la intención consciente del sujeto o, dicho en freudiano, el acto fallido constituye una "formación de compromiso entre la intención consciente del sujeto y lo reprimido" [|]. Veamos:

Cecily: ... mi padre creía que se debía disfrutar. Me llevaba a todas partes, siempre juntos. Y cuando mi madre sufrió el accidente... (interrupción)
Freud: ¿Qué accidente?
Cecily: Iba sola conduciendo una carreta y volcó. Estuvo debatiéndose entre la vida y la muerte.
Freud: ¿Qué edad tenías?
Cecily: Trece... Fue la época más feliz de mi vida... (expresión de asombro y contrariedad). No pretendía decir esto. Claro que la echaba de menos, muchísimo...

O también:

Freud: Has dicho que fue la época más feliz de tu vida. Pero tu madre volvió.
Cecily: - expresión entristecida - Y todo cambió. Lazos en el pelo y acostarse a las nueve en punto. Mi madre es alemana, hija de un soldado. Mi padre y ella venían de mundos muy distintos. Ni siquiera profesaban la misma profesión. Ella quería criarme como una prostituta... (sorpresa) como protestante. Se me ha trabado la lengua.

Ella quería criarme como una prostituta [...] Se me ha trabado la lengua.

Obviamente no pasa desapercibido para Freud la relación entre prostituta y protestante en relación su madre, así como la felicidad de Cecyl frente a la pena por el accidente.

Es también trabajando con la joven, quien ahora también se ha enamorado de Freud - lo que le hace pensar que también sus sentimientos son síntomas -, lo que le hará sospechar de la existencia de lo que después llamará transferencia: "Antes que yo fue Breuer, fue el primero... Puede que ambos seamos reflejos de la imagen de otra persona. Un amor de una persona que, por alguna razón reprimió". O como se define posteriormente dentro del psicoanálisis: "Proceso en virtud del cual los deseos inconscientes se actualizan sobre ciertos objetos, dentro de un determinado tipo de relación establecida con ellos y, de un modo especial, dentro de la relación analítica. Se trata de una repetición de prototipos infantiles, vivida con un marcado sentimiento de actualidad". [2]

Posteriormente veremos en Freud, tras una sesión con la joven, los primeros esbozos del camino hacia la asociación libre: "Tú y yo hemos encontrado el camino hacia el inconsciente sin hipnosis. Aparentes coincidencias y errores de pronunciación nos han guiado... Tu sueño, con su lenguaje simbólico te ha dicho la verdad sobre tus sentimientos sobre el doctor". Después llegará el primer esbozo del diván y de la asociación libre. Negándose a utilizar la hipnosis - Cecily ahora ya le dejaría utilizarla - Freud se sienta detrás de la joven y empieza:

Freud:Piensa en la Calle de la Torre Roja. Dí lo que te venga a la mente.
Cecily: No puedo verle...
Freud: Lo sé. No te guardes nada por trivial que pueda ser.
Cecily: Tráfico, tiendas, gente, ¿A dónde conduce esto?
Freud: A nada si censuras tus pensamientos. Sáltate la censura. ¡Ahora mismo, en qué piensas!
Cecily: Cartas de Tarot. ¿Cuando tira cartas lo hace con su esposa?
Freud: No, en casa de un colega.
Cecily: Pero le dice a su mujer que juega en casa... Todos son iguales. He pensado... No es importante... Papá me prometió ir a la ópera. Estaba emocionada. Papá llegó y dijo que lo había olvidado, que se iba a jugar al tarot con sus amigos. Empecé a llorar y me fui. 

El "proto-diván" y el camino de la asociación libre.

Freud sigue llevándola a asociar y así llega a recordar algo que sucedió tras el disgusto anterior: salió sola de noche siguiendo a su padre y ve como en la calle de La torre roja, una calle donde hay prostitutas, recoge a una de ellas. "Papá ha preferido su compañía a la mía. No pude afrontarlo y me desmayé, lo mismo que ocurrió en Nápoles. ¡¡El me mintió!! Mamá estaba en el hospital y él iba por ahí cortejando mujerzuelas. ¡Le odio! ¡¡Le odio, odio a los hombres!!" Al llegar aquí Freud piensa haber llegado al recuerdo básico y le pide que se levante, que ya podrá andar. Pero no es así, y el fantasma del error de su teoría sexual de la neurosis retorna: "Todo señalaba a su experiencia en la Calle de la Torre  Roja como causa de su neurosis. Pero sólo podía señalar un trauma anterior. ¿Anterior, antes de la adolescencia? De nuevo la angustiosa contradicción que señaló Breuer. ¿Cómo puede convertirse el instinto sexual en objeto de represión antes de despertar?"

- una nota sobre la contratransferencia.

He aplazado hasta ahora este tema esperando a poder mostrar primero el de la transferencia. Desde su experiencia con Karl, y como aparece en distintos momentos en su trabajo con Cecily, Freud presenta reacciones propias de lo que se llama contratransferencia, es decir, y en palabras de Freud del "influjo que el paciente ejerce sobre su sentir inconsciente" [1]. Sin entrar en detalle en la complejidad de la posterior evolución de éste concepto en el psicoanálisis, esto es lo que se observa en Freud desde su experiencia con Karl: como la vivencia de las experiencias de sus pacientes "remueven" su propio inconsciente. En un momento dado le dice a Breuer acerca de su trabajo con Cecily, y sobre un contenido de su propio inconsciente que empezó a moverse con su reacción ante el joven Karl: "siento que se mueve en mi interior como una serpiente".

V. LA SEXUALIDAD INFANTIL. DESVELANDO EL COMPLEJO DE EDIPO.

Cecily, no eres culpable. O si lo eres, tu culpa la comparten todos los seres humanos. Los inocentes nacen en un mundo dónde no pueden evitar perder la inocencia. Todo niño está condenado a ser un pecador.

La película nos va acercando hacia el desvelamiento del complejo de edipo haciendo converger la historia de Cecily con la del propio Freud. Un sueño va a esclarecer a éste la suya: Sigmund vuelve a entrar en la misma gruta a la que Karl le arrastró, pero ahora lo hace un niño vestido de árabe (su madre le llamaba mi pequeño árabe). Cuando llegan ante la madre-sacerdotisa, el pequeño se abalanza sobre ella como queriendo fundirse con su cuerpo, como si estuviera haciendo el amor con ella. Freud asiste azorado de nuevo ante esta imagen. Su madre alarga la mano y Freud coge de su brazo una serpiente que está enroscada. Una imagen gigantesca de su padre, vestido con uniforme - símbolo de la ley -, le grita: "¡Sujétala, enclenque, háblame, soy tu padre!". 

¡Sujétala, enclenque, háblame, soy tu padre!

A partir de aquí Freud va construyendo lo que posteriormente devendrá con el nombre de Complejo de Edipo: El niño desea a su madre pero el padre, como ley, prohibe esta relación y genera a  su vez un fuerte odio por él, lo que provoca su deseo de muerte. El "sujétala, enclenque" del padre es "repríme tu deseo" y, efectivamente, el niño o la nila aprenderán a reprimirlos:

"Inversión... si... si... Afirmó que su padre la había seducido. Falso, no era él quien deseaba a su hija. Era ella quien lo quería, y no era un recuerdo lo que tenía reprimido, era una fantasía [...] El inconsciente es oscuro. Me dije en la oscuridad que mi padre me había arrebatado a mi madre porque no soportaba que me hubiera abandonado por él [...] Cecily amaba a su padre, yo a mi madre, ella odiaba a su madre, yo a mi padre. La verdad ha salido a la superficie y se basará en una sola premisa; debe haber sexualidad en la infancia, incluso en la infancia".

Al final, el pecador no era el padre sino el hijo (el hijo cierra los ojos a sus propios pecados), si bien, y como dice luego Freud, en realidad esto es una historia de pecado o culpa o simplemente que el "mundo" es así, es decir, que el desarrollo de la psique infantil comporta este proceso. Llegamos así a la que fue la hipótesis más conflictiva y escandalosa para la época, la sexualidad infantil y la teoría de la seducción, que le costaría finalmente la separación con Joseph Breuer quien no podía aceptar semejante hipótesis, negándose a incluirla en el libro que ambos publicaron juntos: Estudios sobre la histeria (1895). La película acaba escenificando este final con el escándalo que provoca la conferencia de Freud sobre este tema (Etiología de la histeria, dada en la Sociedad de Psiquiatria y neurologia de Viena en 1896), y a Breuer obligado a reconocer que no comparte sus nuevas propuestas. Y ya para finalizar, un extracto de una conversación entre ambos antes de la conferencia:

Breuer: Freud, Sigmund. Tu padre me pidió que cuidara de ti, que ocupara su lugar en tu vida. Me has aceptado. Te he querido como a un hijo.
Freud: Si, y yo a ti.
Breuer: Como tu padre espiritual te prohibo que leas ese ensayo.
Freud: Llega un momento en que uno debe dejar a un lado a su padre y seguir solo.

Separación ésta que luego le tocará vivir a él mismo con algunos de sus más próximos discípulos: con Carl Gustav Jung especialmente y con Sandor Ferenczi. Estarán también Alfred Adler u Otto Rank.

Cinco años después de Estudios sobre la histeria, Freud publicaba, con la entrada del nuevo siglo, la que quizá sea su obra más importante: La interpretación de los sueños (1900), que impulsaría definitivamente el psicoanálisis.

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[1] Freud, Sigmund. Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica. OC I. Biblioteca Nueva.
[2] Laplanche & Pontalis. Diccionario de psicoanálisis. Editorial Paidós.
[3] Ídem anterior.




lunes, 26 de septiembre de 2016

GRITOS Y SUSURROS (Ingmar Bergman,1972): Dimensiones de la mujer.

Vuelvo a Ingmar Bergman en el blog con otra de sus grandes obras maestras. Se trata de Gritos y Susurros (1972), una colosal obra en muchos sentidos. Clásica película de lo que se llama "cine de cámara" (por su estructura parecida a la de una obra de teatro) vuelve a los temas comunes de Bergman entre los cuales, y más allá de la muerte, la religión o las relaciones, está la mujer como tema en sí mismo. La fascinación que ejerce la mujer sobre Bergman (Liv Ullmann dice en una entrevista que comprende mejor el mundo de la mujer que el de los hombres), me ha dado que pensar sobre qué dice, hablando en términos junguianos, de la propia anima de Bergman, si bien esto sería objeto de una reflexión distinta de la que aquí proponemos. No obstante, películas como "Tres mujeres" (1952), "El silencio" (1963), Persona (1966), "Cara a cara" (1976), Sonata de otoño (1979), o la misma que aquí comentamos, ponen de relieve esa fascinación por la mujer.

Gritos y susurros fue rodada en una mansión de finales del siglo XVIII redecorada por el el equipo de Bergman según sus directrices, y en la que va a transcurrir la película que nos narra la historia de cuatro mujeres: Agnes (Harriet Andersson), que esta muriendo de un cáncer de útero, María (Liv Ullmann) y Karin (Ingrid Thulin), las dos hermanas que la están cuidando en sus últimos días y Anna (Kary Sylwan), la sirvienta de la casa que está también cuidando a Agnes. La película se inicia con unas imágenes de carácter otoñal en los alrrededores de la mansión para pasar inmediatamente al interior de la casa ofreciéndonos distintas imágenes de relojes de la época dando la hora sobre el fondo de su tic tac característico. Sigue la imagen de María durmiendo en una butaca y luego la imagen de Agnes en la cama con su respiración dificultuosa. La cámara nos ofrece un primer plano, habitual de Bergman, en el que nos la muestra dormida para luego despertarse y rápidamente ofrecernos su rostro desfigurado por el dolor que siente. Tras levantarse y deambular un poco por la habitación escribe en un diario y nos enteramos que sus hermanas la están cuidando. Luego vuelve a acostarse y vemos aparecer a Anna trayendo el desayuno a María, mientras también por el fondo vemos llegar a Karin. Todas ellas vestidas de blanco sobre el fondo rojo de las habitaciones. Así nos presenta Bergman a las protagonistas de su película.

Karin, Anna y Maria.
Otoño, el tiempo y el rojo y el blanco son la presentación que Bergman nos ofrece. Otoño y el tiempo representan a Agnes en su inevitable acercamiento a la muerte. El rojo y el blanco nos hablan de las otras tres mujeres. En comentarios sobre esta película Bergman comenta que para él, y ya desde niño, el rojo era el color del alma. Rojo, símbolo de las pasiones, contrapuesto al blanco de las mujeres, símbolo de la pureza, ya nos anuncian la relación figura-fondo que estos personajes van a mantener en esta historia y que nos servirán, para reflexionar sobre lo que podríamos considerar cuatro arquetipos básicos de mujer.

1. AGNES. La identificación con la madre.

El personaje de Agnes (Harriet Andersson), quien vive en la mansión familiar, se nos presenta como una mujer sensible y delicada que se ha quedado sola viviendo en la mansión. Bergman nos la presenta esencialmente a partir de algunos recuerdos de infancia, particularmente en relación a su madre:

Casi constantemente mamá está presente en mis pensamientos, aunque han pasado ya veinte años desde su muerte. Recuerdo que venía con frecuencia al parque en búsqueda de paz y soledad. Recuerdo que la seguía de lejos, sin proponérmelo. La espiaba porque la quería con un amor ilimitado y celoso. La adoraba por ser tan hermosa, tan buena, tan activa. Por imponer tan dulcemente su presencia. Pero podía mostrarse también fría y cruel hasta repelerme. Y ahora, al envejecer, comprendo mejor sus ansias, sus melancolías, su soledad.

Posteriormente se nos presenta como una niña retraída, triste, melancólica, con sentimientos de exclusión, celosa especialmente de la relación de su madre con María. Su personaje, así como el tipo de relación que mantiene con su madre, nos recuerda en ciertos aspectos a la Eva de Sonata de Otoño (pulsa aquí para ver la entrada). Siguiendo, como hice en aquella ocasión, los diferentes posicionamientos de la mujer en relación al complejo materno, tal y como Jung nos lo describió, Agnes, como Eva, se encuadra en la tipología determinada por "la identificación con la madre" y, de alguna manera, se establece entre ellas la habitual relación máscara-sombra, donde la hija es la sombra de la madre. Como si la hija, tras la máscara de actividad, alegría y desenfado captara y trajera a su superficie esas "ansias, melancolías y soledad" ocultas. El posicionamiento de esta hija en relación con la madre lo definen muy acertadamente las siguientes palabras de Jung:

La personalidad propia se proyecta sobre la madre, porque no tiene conciencia del propio mundo instintivo, ni del instinto erótico ni del maternal. Todo lo que en estas mujeres recuerda la maternidad, la responsabilidad, la vinculación personal y las exigencias eróticas, provocan sentimientos de inferioridad y obliga a escapar, naturalmente hacia la madre, que de manera perfecta, por así decir como personalidad superior, vive todo lo que a la hija le parece inalcanzable. Objeto involuntario de la admiración de la hija, lo ha vivido todo antes y no le ha dejado nada a la hija. [1]

Es por ello que de las tres hijas es la que se ha quedado sola viviendo en la casa materna, en la que, como una especie de útero, se ha mantenido durante toda su vida.

2. KARIN. La defensa contra la madre.

Karin (Ingrid Thulin), la hermana mayor, se nos presenta como una mujer fría, insensible y racional. Es también el mundo de la represión. A parte del blanco inicial con la que Bergman nos la presenta, el negro es su color habitual. En el contexto de esta obra de Bergman podemos ver en ese negro la muerte como muerte emocional y que registramos en la frialdad y la intolerancia al contacto que Karin nos muestra y bajo las cuales se esconde una profunda amargura, la de una muerte en vida que posteriormente en la película se nos presentará en función de la relación que mantiene con Fredrik (Georg Arlin), un hombre reflejo de ella misma. Es un negro al que se opondrá, como veremos, el rojo de Maria. El asco que siente por él no es más que el que siente por sí misma.

Hay una escena fundamental, después de las imágenes de la cena con su marido, en la que se nos mostrará la coraza en la que vive y esta amargura interna que la corroe. En ella la veremos primeramente no sostener la dulce mirada de Anna ordenándole que no la mire y, posteriormente, abofeteándola por volverlo a hacer, para luego pasar a pedirle que la ayude a desvestirse. Una prenda, y otra prenda y otra y otra se suceden hasta llegar a su desnudez. Una imagen metáfora de lo oculta  que lleva su vulnerabilidad. Asistimos  luego a la dura imagen de su lesión con un vidrio roto que se infringe en su sexo (y que nos recuerda a la de la protagonizada por Isabelle Huppert en La pianista de Michael Haneke, si bien en un sentido muy distinto) y que luego, desafiante, muestra ensangrentado a su marido a la vez que se embadurna su rostro con su misma sangre.

¡No me mires!
Hay un gran parecido entre Karin y el personaje de Ester, también interpretado por Ingrid Thulin, en El Silencio (1963), así como también lo hay, salvando la distancia del tiempo y de los extremos caracteriológicos con el personaje de Marion, interpretada por Gena Rowlans en Otra mujer (1988) de Woody Allen, película también comentada en este blog (pulsa aquí para ver la entrada), por lo que, y siguiendo los trabajos de Jung, Karin se posiciona con lo que el denomina "la defensa contra la madre" que suele llevar a una negación de la madre (nunca seré como ella) y a una mayor identificación con el padre con la correspondiente identificación excesiva con el animus. Me parecen muy ajustadas para Karin las siguientes palabras de Jung:

Todas las necesidades, todos los procesos instintivos tropiezan con inesperadas dificultades; o la sexualidad no funciona, o los niños vienen a despropósito, o los deberes de madre resultan insoportables, o las exigencias de la vida en común tienen como respuesta la impaciencia y la irritación. Porque en el fondo de todo eso no pertenece a los hechos esenciales de la vida, ya que la meta suprema de la vida está constituida única y exclusivamente por la constante defensa, de la forma que sea, contra la prepotencia materna. [2]

a lo que, más adelante, añade:

Esa mujer se acerca al mundo mirando hacia atrás, como la mujer de Lot, que vuelve la cabeza para clavar la vida en Sodoma y Gomorra. Así, el mundo y la vida pasan a su lado como un sueño, como una molesta fuente de ilusiones, desengaños e irritaciones, todo lo cual no tiene otra causa que resistirse a mirar hacia delante. Su vida se convierta así en lo que ella más combate, en lo sólo-maternal-femenino a consecuencia de su actitud, meramente inconsciente-reactiva, ante la realidad. [3]

Dice desde esa amargura corrosiva que la tortura acerca de su vida y de la relación que mantiene con un hombre al que detesta: "NO ES MÁS QUE UNA SARTA DE MENTIRAS. TODO MENTIRA".

3. MARÍA. La hipertrofia del eros.

María (Liv Ullmann) es justamente el opuesto de Karin. Seductora y superficial, hipócrita, se pierde en sus propias pasiones mientras se mantiene en una relación con un hombre débil y cobarde. Presa de una aparente emoción que es emocionalidad fingida y sentimiento que no es más que afectado sentimentalismo, bajo su apariencia de dulzura y calidez se esconde una voluntad esencialmente perturbadora y, en ocasiones, destructiva. Dice Jung que tratándose de una mujer con poco instinto maternal desarrolla:

un excesivo desarrollo del eros, que lleva casi sistemáticamente a una inconsciente relación incestuosa con el padre. Los celos de la madre y los deseos de sobrepujarla se convierten en motivos directores de posteriores empresas, que a menudo son de naturaleza catastrófica. Un caso de este género prefiere, por sí mismas, las relaciones extravagantes y sensacionales y se interesa por los hombres casados, aunque menos por el bienestar de estos que por el mero hecho de que estén casados, teniendo así la oportunidad de destruir un matrimonio, lo cual era la meta principal de la operación. Una vez alcanzada esa meta, desaparece todo interés por falta de instinto maternal, y llega el turno a otra.  [4]

María se nos presenta a través del color rojo propio de la "femme fatal", que en este contexto exteriorizado y erótico puede relacionarse con el peligro de las pasiones cuando rigen inconscientemente, la pasión ciega. Una breve escena de alto contenido sensual (el llamado de Maria a David - Erland Josephson -, el doctor de la casa, tras la puerta) nos pone en relación con un hecho del pasado, donde aprovechando la ausencia de su marido flirteará con el doctor y se nos perfilará esta hipertrofia del eros que, no obstante, David pondrá de relieve al enfrentarla al espejo:

Eres hermosa, quizá aun más hermosa que en nuestros tiempos, pero has cambiado. Quiero que veas como has cambiado. Tu mirada es ahora rápida, calculadora. Antes tu mirada era clara, directa, abierta, sin disimulo. Tu boca ha adquirido un pliegue de instisfacción y de hambre. Antes era blanda, suave. Tu tez es pálida, ha perdido frescura, te maquillas. Tu pura y amplia frente tiene ahora cuatro arruguillas sobra cada ceja que solo se descubren a la luz del día. ¿Sabes de dónde vienen esas arrugas? De la indiferencia María. Y el trazo delicado que va desde el lóbulo de la oreja a la punta de la barbilla ya no tiene su antigua perfección. Es la huella de tu pereza, de tu indolencia María. ¿Por qué haces ----- tan despreciativos? ¿No lo ves? ¿Te burlas de los otros demasiado? Busca en las arrugas labradas por el aburrimiento y la impaciencia.

Quiero que veas como has cambiado.

Finalmente, y sobre esa figura de seducción, de erotismo y de pasión nos encontramos al final con un fondo, como diría Baudelaire, de una mujer sumida en el hastío de una relación matrimonial en la que se aburre como madre y como esposa en su relación con Joakim (Henin Moritzen), un hombre débil como se nos muestra con su patético intento de suicidio fallido y que tras pedirle a Maria ayuda y salvación, ésta se niega huyendo ante esta visión.

4. ANNA. La hipertrofia de la madre

Anna (Kary Sylwan), es la sirvienta de la casa que ha devenido, además, en cuidadora de Agnes. Ambas se profesan mucho cariño y ternura. Una escena al principio de la película nos muestra que Anna perdió a su pequeña hija. Aunque es el personaje que desprende más ternura y calidez, amable y buena, una imagen posterior nos resulta cuanto menos curiosa. Ante una Agnes presa de profundos dolores Anna, al atenderla, se desabrocha el camisón y apoya la cabeza de Agnes sobre él. Toda la escena parecen los cuidados que depara una madre a una hija enferma. Efectivamente, algunos trazos de ella coinciden con el tipo que Jung definió como "hipertrofia de lo materno", caracterizado por una proyección excesiva sobre el instinto maternal en detrimento del eros. Quizá por ello Bergman dispone su papel como el de sirvienta. Veamos algunos descripciones de Jung al respecto que se ajustan a Anna:

La personalidad propia es un asunto secundario; muchas veces, es incluso más o menos inconsciente, porque la vida se vive en los demás y a través de los demás, al existir una identificación con ellos porque no se percibe de modo consciente la propia personalidad. Esa mujer vive primero pegada a los embarazos y luego a los hijos, pues sin ellos no tiene razón de ser. [5]

Es algo que Karin percibe cuando dice que le molesta su manera de mezclarse o entrometerse con la familia. En Anna observamos especialmente esos rasgos agradables de la mater amantissima que también nos describe Jung como uno de sus lados carcaterísticos dentro de la ambivalencia que la caracteriza entre la ternura y la crueldad:

es esa imagen de la madre que ha sido cantada y ensalzada en todos los tiempos y todas las lenguas. Es ese amor de madre que cuenta entre los recuerdos más emotivos e inolvidables que se tienen en la edad adulta y que constituye la secreta raíz de todo devenir y toda cambio, la vuelta a la paz del hogar y el último y silencioso fundamento de todo principio y de todo fin. [6]


No me separaré de tí
Se observa en Anna una más que posible compensación en Agnes por la hija que perdió. Esta compensación le permite seguir manifestando su afecto y sus cuidados, su amor y ternura que con la muerte de la hija quedaron sin destinatario. Otro elemento que me parece interesante indicar es que, de la misma manera que cuando Agnes se referencia a su infancia aparece la madre y no hay ninguna referencia del padre, la foto que Anna mira al inicio de la película nos la muestra a ella con su hija. Siempre hallamos esta ausencia de la figura paterna.

5. KARIN Y MARIA.

Tras la muerte de Agnes se irán destapando las realidades que se ocultan tras lo que, aparentemente, es el cuidado amoroso de Agnes por parte de sus hermanas. La escena culminante en este sentido es aquella en la que Karin y Maria le cambian el camisón, una escena llena de cuidado, cariño y calidez.



Tras su muerte asistimos a la relación que se abre entre las dos hermanas. Una cálida Maria quiere acercarse a una Karin que nos va desvelando la amargura y la insatisfacción que la habita, el dolor profundo que su férrea coraza oculta y que se manifiesta como su intolerancia al contacto. Más tarde le confiesa que ha deseado suicidarse en una escena en que se alternan su extrema rigidez con su desesperación. Maria intenta acercarse a ella con su calidez y su cariño, hasta que en un momento dado Karin manifiesta sus auténticos sentimientos hacia ella: "Te das cuenta de que te odio. De que considero absurdas tus coqueterías y húmedas sonrisas. Te he soportado sin decir nada en silencio. Pero sé quien eres tú con tus juramentos, tus caricias. Acaso concibes como puede ser la vida cuando se odia con esta violencia. En esto no hay piedad, ni ayuda, ni alivio. Todo lo veo, nada se escapa a mis ojos". Maria, triste, llora. Instantes más tarde, y como si tuviera una doble personalidad, Karin grita desde la rabia y la desesperación en lo que parece un acto catártico, y asi, tras salir Maria, surge una mujer distinta: "Maria perdóname, quizá tu intención  era buena, quizá sólo intentabas conocerme. Maria querida, perdóname".



Y parece que entonces las dos hermanas se encuentran y se hablan y que se acarician por primera vez. La genialidad de Bergman no nos hace escuchar sus palabras sino que todo ese primer plano transcurre bajo el fondo de la suite número 5 para chelo de Bach.



V. LA ESCENA ONÍRICA.

Antes de llegar al final Bergman nos ofrece lo que podríamos llamar una escena onírica que implica a las cuatro protagonistas. Empieza con un primer plano de Anna con la cabeza apoyada en una cuna. De repente se oye lo que parece precisamente el llanto de un bebé. Anna sale azorada y se encuentra con Maria. Esta parece paralizada, como si no oyera el llanto que Anna escucha. Tan solo mueve los labios como si musitara algo que no se oye. Lo mismo sucede con Karin, que también articula alguna palabra inaudible. Al mismo tiempo que el llanto deja se sonar se oye una respiración  pesada y agitada, entrecortada. Es Agnes que aun muerta no puede separarse de sus hermanas. Pide que la ayuden "a dormir". Le pide Anna que haga pasar a Karin. Esta lo hace, pero rápidamente deja las cosas claras: "Nadie sería capaz de hacer lo que tu pides. Yo estoy viva. No quiero nada que ver con tu muerte. Tal vez si te quisiera, pero no te quiero. Lo que me pides es repulsivo. Lo que me pides es repulsivo. Me marcho de aquí a unas horas". Y se va. Luego le pide a Anna que haga pasar a Maria. Al principio esta se acerca y a pesar de sus buenas palabras no soporta cuando tras acariciarla Agnes la acerca a su rostro para besarla. Maria, horrorizada, se deshace bruscamente de ella y sale gritando presa del horror de la habitación. Finalmente es Anna quien se queda con ella. La escena acaba con la famosa imagen de Anna sosteniendo a Agnes en una posición  parecida a "La piedad" de Miguel Ángel.



¿Qué decir de esta escena? Posiblemente pueda dársele distintas lecturas. Siguiendo la visión psicológica de este blog, quiero realizar la lectura desde los caracteres de las protagonistas tal y como las hemos presentado y desde el caracter onírico de la escena:

Agnes. Sola en la muerte como en la vida reclama el calor y la calidez que en vida le fue negada. Quizá por eso manifiesta que aun muerta no puede dormir y que "no puedo separarme de vosotras". Fatigada pide ayuda para cruzar el umbral de la muerte con una mano cálida que la acompañe hasta la orilla de la laguna Estigia. De alguna manera muere como vivió, sumida en la soledad de la familia salvo por la presencia maternal - curiosamente - de Anna.

Karin. Acercarse a su hermana la pone en relación con su propia muerte en vida. Su taxativa afirmación "yo estoy viva" solo tiene sentido en relación al sentimiento que la mantiene viva en su muerte en vida: el odio. El odio ha sustituido aquello que Agnes pide: amor, comprensión, calidez, ternura... aquello cuya falta es finalmente la raíz de su ira y de ese odio que tan profundamente la posee. Karin reacciona con esa frialdad ante su propia sombra imagen de su vulnerabilidad, como también Maria lo hará.

Maria. En el caso de Maria, su acercamiento a Agnes, y especialmente el contacto con ella, la ponen frente a su propia falsedad. El vacio - el hastío de Baudelaire - de una vida tornada solo apariencia y sostenida a traves de la intensidad erótica - tu boca adquirido un pliegue de satisfacción y de hambre, le dice David, el doctor -, en algo finalmente parecido a Karin con el odio. La reacción de María al contemplar a Agnes como su propia sombra de vulnerabilidad es el horror, el horror del vacío.

Es desde esta interpretación que me parece significativa la parálisis que muestran Karin y Maria ante Anna cuando ésta las increpa por el llanto que oye. ¿No es acaso una buena imagen de su muerte en vida? ¿Las palabras que no se oyen no representan acaso la vaciedad de su alma?

Anna. Creo que para Anna, la única que lo oye todo, la única sensible a las palabras de Agnes, la situación se relaciona con algo que murio con la muerte de su hija. Probablemente presa de un duelo congelado, Agnes le ofrece la posibilidad de dar salida a su maternidad interrumpida a través de sus cuidados y muestras de afecto. La representación como "La Piedad" abunda en esta vision, pues que es "La piedad" sino el dolor de una madre por la muerte de su hijo como se recoge también en las obras musicales con la letra del "Stabat mater", de entre cuyas estrofas me parece idónea  para Anna la siguiente:

                                                             ¡Oh cuan triste y afligida
                                                             estuvo aquella bendita
                                                             Madre del Unigénito.
                                                             Languidecía y se dolía
                                                             la piadosa Madre que veía
                                                             las penas de su excelso Hijo.


Finalmente podemos ver esta escena como una confrontación de cada una de las protagonistas frente a la muerte como espejo de su muerte en vida, o de la parte de su personalidad muerta en vida.

VI. LA VIDA SIGUE IGUAL.

He decidido finalizar la entrada de la misma manera como acabé "Sonata de otoño": la vida sigue igual. El mundo de las apariencias y la vaciedad de lo formal retorna cuando en un giro inesperado una Karin tocada por la reacción de María al acariciarla y tras el encuentro que se dió después de romperse, le pide como continuarán la relación que iniciaron. Asiste triste a como María vuelve a ser la misma. Toda aquella reacción apariencia, humo que se desvanece definitivamente cuando María le dice: "Si una recordara todas sus tonterías, y no veo que una haya de justificarse por ellas. Bueno Karin, cuidate y da un beso a los niños. Nos veremos la noche de reyes como de costumbre". Y al darle un beso Karin le retira la mejilla. Todo sigue igual.


La misma miseria humana se ve en el trato deparado a Anna después de cuidar a Agnes durante doce años, en especial en las palabras de Fedrik quien parece decidir si se le tiene algún detalle o no. Sus palabras bastan: "Anna es joven y fuerte. Ya ha vivido muy bien en esta casa. No tenemos porque imponernos la responsabilidad de su futuro", y ante la posibilidad de dejarle elegir un objeto de Agnes, propuesta por Karin, sigue: "Siempre he detestado esta clase de detalles, pero lo dicho dicho está. La película acaba con Anna leyendo el diario de Agnes donde se describe la ilusión que ésta ha vivido en relación a sus hermanas, desvelada por la escena onírica tal y como nos pone de relieve. Demoledora película de Bergman.


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[1] Jung, C. G. Los aspectos psicológicos del arquetipo de la madre en Los arquetipos y lo inconsciente colectivo, OC 9/1, Editorial Trotta, pár. 169
[2] Ídem anterior, pár. 170
[3] Ídem anterior, pár. 185
[4] Ídem anterior, pár. 168
[5] Ídem anterior, pár. 162
[6] Ídem anterior, pár. 172

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