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miércoles, 17 de febrero de 2021

LA BRUJA (ROBERT EGGERS, 2015): DEL SUPERYO OBSCENO Y GOZANTE Y DEL GOCE FEMENINO.

La bruja (The witch, 2015), es el reconocido y destacado debut cinematográfico de Robert Eggers, director de la también aclamada película, ya comentada en este blog, El faro (2019). Como ya nos indica su director al final de la película, La bruja está basada en leyendas del período colonial de Nueva Inglaterra, época marcada por la caza de brujas, lugares tenebrosos e historias de fantasmas.  No olvidemos, por ejemplo, que el Universo de Lovecraft transcurre por los misteriosos parajes de esta región de los Estados Unidos que incluye seis estados (Maine, Vermont, New Hampshire, Massachusetts, Connecticut y Rhode Island). Y, efectivamente, La bruja nos cuenta la historia de una familia inglesa emigrada a estas tierras, cristianos probablemente pertenecientes a la iglesia presbiteriana, que expulsados de la comunidad a la que pertenecen, se instalarán solos en un raso limitado por un denso bosque. Interpretada por Ralph Ineson (como William, el padre de familia), Kate Dickie (como Katherine, la madre), Anya Taylor-Joy - reciente protagonista de la exitosa serie "Gambito de dama"-, (como Thomasin, la hija mayor), Harvey Scrimshaw (como Caleb, el hijo), Ellie Grainger y Lucas Dawson (los gemelos Jonas y Merci) y el pequeño Sam, el bebé y último hijo de la familia, pronto empezarán a sufrir los efectos de un Mal que parece habitar en el interior de ese bosque.

En cierta manera, y como en El faro, la acción transcurre en una frontera. Entre el raso a cielo descubierto en el que construirán su casa y cultivarán la tierra y criarán cabras, y el bosque denso que limita con dicho raso (en el faro la frontera es la orilla donde se halla el faro que delimita la isla y el mar). Y, efectivamente, el bosque, con su frondosidad, se constituirá en el reflejo malévolo de una religión levantada sobre el pecado, la culpa y el castigo, del temor a un dios que se erige como un terrible superyó para sus creyentes.



El presbiterianismo (que se impuso especialmente en Escocia e Irlanda) es una de las iglesias que tomó como referencia la doctrina calvinista propuesta por Juan Calvino en el siglo XVI, uno de los autores y gestores de la reforma protestante. De entre las doctrinas propuestas por el calvinismo, y que en la película se hace presente desde el primer momento, esta la de que el ser humano es un ser totalmente depravado y, por lo tanto, con una inclinación natural hacia el Mal. Tesis opuesta a las ideas de Rousseau, para quien el ser humano es bueno por naturaleza, impone además la doctrina de la predetestinación, según la cual dios, de antemano, ya sabe quienes serán los seres humanos salvados y condenados, lo cual unido a la idea de la depravación, constituye una tenaza amenazante por la cual el ser humano es instado a comportarse hacia un "como si", un como si su comportamiento ejemplar fuera señal de ser uno de los elegidos para la salvación. El terror de esta propuesta, de características muy propias del superyó - para el cual nunca es suficiente -, implica que el comportamiento meritorio, no obstante, no es garantía de salvación. Observamos ese terror, y la formulación de esas doctrinas, en un diálogo que se da entre William y su hijo Caleb, quien tras la desaparición del pequeño Sam interroga a su padre:

Caleb: ¿Y Samuel nació pecador?
William: Si.
Caleb: ¿Y cómo podría...?
William: Rezamos para que haya entrado en el Reino de Dios.
Caleb: ¿Qué maldad había cometido?
William: Ten fe en Dios Caleb. No hablaremos más de tu hermano.
Caleb: ¿Por qué...? Desapareció hace apenas una semana, y usted y madre ya no dicen su nombre.
William: Se ha ido Caleb.
Caleb: ¡Digámelo!
William: Qué te diga qué
Caleb: ¿Está en el infierno?
William: Caleb...
Caleb: Madre no deja de rezar. ¿¡Y si yo muriera!? ¿¡Y si yo muriera hoy!? ¡Tengo el mal en mi ser, mis pecados no han sido perdonados!
William: Tú aun eres joven.
Caleb: ¡Y si dios no oye mis plegarias...! ¡dígamelo!
William: Escucha, yo te quiero profundamente, pero solo dios sabe quién es hijo de Abraham y quién no, quién es bueno y quien es malo. Ojalá pudiera decirte que Sam duerme con Jesús, y que tú y yo lo haremos, pero no puedo asegurarte eso, nadie puede.

El universo al cual se obliga a vivir al ser humano desde su infancia, en estas circunstancias, es un Universo de terror, del temor hacia dios y hacia el diablo, de la indignidad del cuerpo y sus pasiones, de la bajeza de los instintos y del pensamiento crítico - a menudo sospechoso de estar inspirado por el diablo -, que a tantos costó la hoguera.

El bosque se nos presentará así como el reverso oscuro de ese dios atemorizante que exige el bien, como aquello que se oculta tras un bien que se pretende imponer por un puritanismo extremo y que oculta a un superyó obsceno que goza con el sufrimiento de sus creyentes. En términos psicoanalíticos podríamos decir que la pasión del superyó se alimenta de la renuncia a la pulsión a la que, él mismo, ha obligado al sujeto a renunciar. Dios es erigido entonces como una deidad superyoica que introyectada en los padres, y omnipresente en el entorno social, se pretende traspasar como ejemplo y enseñanza a los hijos.

I. UNA NOTA SOBRE EL SUPERYO.

Para seguir esta entrada, dejo una revisión que ya formulé en la película Whiplash (Demian Chazelle, 2014) acerca de la instancia psíquica del Superyó:

El superyó es una instancia psíquica de caracter moral que enjuicia la actividad del yo. Es necesario destacar algunas características de esa intancia que la hacen sumamente dificultuosa de manejar para el yo.

En primer lugar, podemos definir el superyó como una instancia que esencialmente ordena, y que dentro de las ordenes que emite podemos destacar las que prohiben y las que exigen. Hay que destacar que las ordenes que el superyó maneja son conocidas como introyecciones, es decir, ordenes de extrema rigidez y con escasa discriminación de lo que implican.

En segundo lugar, destacamos que la fuerza del superyó y las ordenes que maneja estriba en que le son imputables dos aspectos con los que dichas ordenes se relacionan, y que le confieren una gran capacidad de intimidación sobre el yo: el sentimiento de culpa y la necesidad de castigo. 

En tercer lugar, el superyó es de naturaleza pulsional, es decir, que su demanda nunca se satisface, siempre exige más. Esto hace, como indicó Lacan, que el superyó está del lado del goce y, en consecuencia, que se trate de una instancia sin límite que es, de hecho, lo que la convierte en muy peligrosa, por eso en ocasiones leeremos u oiremos que el superyó, dependiendo de sus características de crueldad y ferocidad, va acompañado de adjetivos como sádico, obsceno o gozan.

II. LA MUERTE DE SAM: LA MUERTE DE LA INOCENCIA.

En la película los sucesos acontecen rápidamente. Nada más establecidos en el nuevo paraje, donde la familia vivirá solitariamente, Sam desaparece repentinamente mientras es cuidado por Thomasin, e inmediatamente se nos muestra a la bruja llevando al bebé a través del bosque para, posteriormente, asistir a su sacrificio. Una lectura metafórica nos permite entender que, bajo estas creencias que hemos introducido anteriormente, al ser humano, nada más nacer, ya le es arrancada la inocencia. La pregunta de Caleb sobre si Sam nació pecador deja clara la profundidad de este tipo de concepción de la existencia. Nacer es, en sí mismo, la muerte de la inocencia.



Y dentro de esta lectura metafórica, podemos contemplar a la bruja como la proyección del lado femenino, el lado oscuro del dios patriarcal y su ley, su lado gozante, la dimensión pasional del superyó que prohíbe. Es ese lugar fronterizo que representan el lugar de encuentro del raso y el bosque, asistimos precisamente a ese limite que separa, a la vez que aproxima, el bien y el mal, el lugar donde la ley muestra su lado obsceno, su sin límite. Junto a ese dios del que se espera misericordia a través del acatamiento de la doctrina, nos encontramos la dimensión gozante en el sufrimiento implícito con la prohibición, con esa muerte de la inocencia nada más nacer. Esa proximidad que define el límite fronterizo se manifiesta en el raso como un lugar en el que los cultivos nacen en mal estado.

Junto a la bruja tenemos en la película otros "emisarios" del lado oscuro, representantes clásicos de las leyendas de brujas y del diablo. Tenemos al cabrón negro Philip, emisario del diablo, siempre cerca de los gemelos Jonas y Merci que le hablan y escuchan sus susurros, así como la liebre, animal lunar y que, simbólicamente, y en su vertiente más negativa, se asocia a lo impuro, al exceso, la lujuria o la incontinencia.

III. THOMASIN: EL CHIVO EXPIATORIO.

A partir de la muerte de Sam la familia sufrirá un derrumbe progresivo en el que, más allá del acoso de la bruja, se nos va mostrando la incongruencia de la doctrina que William y Kate proponen practicar con sus propios comportamientos, y que tendrá como punto de confluencia, como "chivo expiatorio" a la hija mayor, Thomasin:

- Pronto observamos el rencor de Kate hacia Thomasin, a quien responsabiliza de la desaparición y muerte de Sam.
- William, a su vez, coge una copa de plata de Kate, obsequio de su padre, para poder comprar un fusil sin decírselo, mantiene el silencio sobre su acto mientras Kate acusa a Thomasin de que es ella quien la ha perdido (como a Sam, añade).
- Merci (la gemela) le dice que Kate, la madre, la odia y la acusa que por su culpa encerraron en el corral a Philip el negro, quien le dejaba hacer lo que quería, para finalmente acusarla de que fue ella quien dejó que la bruja se llevara a Sam.
- Finalmente, Thomasin escucha una discusión entre sus padres en la que, ante la desesperación de la madre, quien indica que ya tiene la señal de su feminidad, se proponen llevarla para trabajo doméstico en la casa de algunos antiguos vecinos.

Solamente Caleb parece mantener una actitud comprensiva hacia su hermana validando, no obstante, la versión paterna falsa de que fue un lobo quién se llevó a Sam, lo cual Thomasin experimenta como una actitud compasiva hacia ella que detesta. No obstante, el vínculo entre ellos es el único que parece ser un vínculo en el que el amor también se da como mutuo interés y mutua protección.

Thomasin se convierte así en la pantalla de proyección de la frustración, del malestar emocional y los remordimientos de la familia. En ella se concentra, y se concentrará (llegará a ser acusada de ser una bruja), el malestar que la familia es incapaz de sostener como propio. Es más fácil tener un "chivo expiatorio" que asumir los errores propios: la soberbia paterna que condena la familia a vivir expulsada de la comunidad, su obcecación para continuar en una tierra infértil; el odio materno y la derivación de responsabilidades hacia Thomasin; las mentiras del padre y su incapacidad para responder a la situación familiar.



IV. LA MUERTE DE CALEB: LA MUERTE DEL DESEO Y EL GOCE DEL SUPERYÓ.

Después de la muerte de Sam como muerte de la inocencia, vamos a asistir a la muerte de Caleb como la muerte del deseo. Observamos como ya en la pubertad, mira en dos ocasiones hacia el discreto escote de su hermana Thomasin. Sin embargo, del amor y el cariño que se profesan surgirá la actitud de Caleb de salir de caza para evitar que su hermana tenga que servir en ninguna casa y que, descubierto por ella, quiere acompañarle para que no tenga que ir solo. Y aquí surgirá la segunda aparición de la bruja tras aparecer la liebre como emisario del lado oscuro, que atraerá a Fowler, el perro que les acompaña, y que alterará el caballo sobre el que va Thomasin haciéndola caer y perder el conocimiento momentáneamente. Caleb, antes de que caiga del caballo, dejará a Thomasin y se internará en el bosque para encontrar a Fowler, donde llegará a la cabaña en la que vive la bruja que se le manifestará como una atractiva y erótica joven con la que se besará, cediendo a la lujuria y apoderándose de él.



Más tarde, Caleb llegará desnudo y morirá en medio de delirios exaltados entre autoacusaciones de pecador, del horror de la bruja poseyéndole, y de entregarse como un amante al amor de dios, después de lo cual muere. Paralelamente a la temática de Caleb, las acusaciones de bruja hacia Thomasin aumentan por parte de los gemelos, así como de la madre y, finalmente, del padre.

En todo el tema que rodea la muerte de Caleb, y desde un punto de vista psicológico, podemos observar esa dimensión gozante del superyó: a más sufrimiento más goce. Lo podemos observar en un discurso de Kate, la madre, antes de que Caleb delire y muera:

Me he convertido en la esposa de Job, lo sé. Desde la muerte de Sam mi corazón se ha vuelto de piedra. Una vez soñé, debía tener la edad de Thomasin, que me acompañaba Cristo sobre la Tierra. Me encontraba tan cerca de él. Lloraba mucho con la seguridad de que mis pecados serían perdonados. Yo estaba tan cautivada por su inmenso amor hacia mí que pensé que superaría con creces el del mejor de los esposos. Y desde que Samuel murió, mi fe se ha debilitado sin poder evitarlo. No logro ver la ayuda de Cristo cerca. No paro de rezar, pero no puedo. Me temo que ya no podré sentir ese grado de amor jamás.

Inmediatamente después de estas palabras muere Caleb. Ahí se nos muestra ese superyó gozante que tras cada muerte insiste en el deber de seguir amando mientras se alimenta del sufrimiento que depara. Por otro lado, tenemos en el delirio final de Caleb, de características erótico-místicas, quien nos anuncia la entrada en el goce femenino:

Arrójame la luz de tu semblante hacia mi. Vierte sobre mi el manto de tu amor. Lávame en la fuente inagotable de tu sangre bella. Te entrego todo mi ser, mi dulce buen Jesús. Mi señor, mi amor, bésame con los labio de tu boca. Cuan adorable tu aliento. Tu abrazo. ¡Mi Señor, Mi Señor, Mi amor! ¡Mi salvación eterna! ¡Cobíjame en tus brazos!

Y tras el éxtasis de características manifiestamente corporales expira... Os recomiendo comparar el parecido de esta foto con la final de Thomasin en el punto VI, donde abordaremos el tema del goce femenino.



V. LA REBELIÓN DEL CHIVO EXPIATORIO.

La muerte de Caleb y la acusación de bruja de Thomasin desencadenará el desastre de la familia. Tras la acusación de bruja a Thomasin de los gemelos y de Kate, se unirá la de William, el padre. En una escena fundamental, Thomasin desvelará la realidad de la familia y, especialmente, la de William, quien insiste en que confiese y le diga la verdad sobre el pacto que ha realizado con el diablo:

¿Me pide que diga la verdad? Usted y madre quieren librarse de mí. Sí, les oí hablarlo. ¿Es eso verdad? Dejó que madre me reprendiera por la copa y confesó cuando ya era tarde. ¿Es eso verdad? [...] ¡¡Usted es un hipócrita!! ¡Fui con Caleb al bosque y también cargué con la culpa! ¿¡Es eso verdad!? ¡Usted permite que la madre le mande en casa. ¡No saca fruto de la cosecha! ¡¡No sabe cazar!! ¿¡¡Es suficiente verdad!!? ¡¡No sabe hacer nada salvo cortar leña!! [...] ¡¡Y no quiere escucharme!!



Tras esa rebelión contra la injusticia que vive en su familia, esta dará paso a la tragedia. Thomasin no hace más que decir la realidad que acontece: ella carga con la culpa por la ineptitud de los padres. Y también se apunta un cierto conflicto de trama edípica. Ya hacia el final de la película, tras la muerte de William por un feroz ataque del Cabrón negro Philip, y cuando la madre ya es presa del odio dice:

¡Embrujaste a tu hermana, puerca orgullosa! ¿Crees que no había visto tus sucias miradas hacia él embrujando sus ojos como una zorra? Y después también a tu padre... ¡Los has alejado de mi! ¡Se han ido! ¡¡Has matado mis hijos!! ¡¡Has matado a tu padre!! ¡¡Bruja!!

La madre acusa al padre de dejarse mandar por la madre, lo que hace que no la crea, y la madre ve a la hija como rival, la que aparta de ella a sus hijos y a su esposo. Al final, y presa del odio de la madre, Thomasin se ve obligada a matarla ante su locura agresiva. Muertos todos sus hermanos, su padre y su madre se queda sola.

VI. EL FINAL: DEL GOCE FEMENINO.

El final de la película no podía ser otro, Thomasin acaba haciéndose una bruja. Y no lo podía ser por dos motivos. El primero es obvio ¿a dónde iba a ir Thomasin con todo la historia acontecida? En aquellos tiempos probablemente el proceso de culpabilización hubiera continuado de haber vuelto en la comunidad y la habrían quemado como bruja. Sin embargo, el segundo motivo me parece más interesante. La rebelión de Thomasin contra su padre puede verse también como la rebelión contra una manifestación del padre divino tan hipócrita como el padre terreno, lo que la lleva a cruzar el límite del raso para entrar en el ilimitado mundo del bosque, en el lado oscuro de la divinidad. Es el paso de estar bajo el rostro de la divinidad como un superyó obsceno y gozante disimulado en la misericordia y lo amoroso, a estar en la divinidad en lo ilimitado de lo puramente gozante, en el rostro demoníaco de lo divino. Para decirlo en lacaniano, Thomasin deja el mundo cerrado del goce fálico para entrar en el mundo infinito del goce femenino, un goce que se sustrae de la trama edípica  y del mundo de la castración y la privación, para entrar en el mundo justamente contrario, el mundo pre-edípico de lo ilimitado.  

Es lo que el cabrón Philip le promete a Thomasin tras ser invocado por ella.  ¿Qué es lo que quieres? - le pregunta Philip - ¿Qué puedes darme? - le pregunta ella -. ¿Quieres probar el sabor de la mantequilla? ¿Un bonito vestido? ¿Te gustaría vivir exquisitamente?  - le ofrece Philip -. Si - responde ella -. ¿Te gustaría ver el mundo? - continua Philip - ¿Qué quieres tu de mí? - le pregunta Thomasin -. Es una forma de decirle a Thomasin que puede entrar en el mundo del no-límite, siempre y cuando ella le entregue su alma (un místico también lo hace con dios). No en vano la película acaba con la imagen de un aquelarre, una buena representación de ese goce Otro que tiene que ver con la dimensión del cuerpo, un cuerpo que goza de sí mismo. De manera parecida a los místicos (Santa Teresa de Jesús, San Juan De la Cruz... Caleb en su final), en cierta medida siempre sospechosos ante las religiones oficiales, Thomasin (y las brujas) manifiestan una dimensión perturbadora e inquietante del goce Otro, un goce, situado más allá del principio del placer, manifiesto como placer y sufrimiento, como despersonalización, como un cuerpo que desborda... Esa es la imagen final de Thomasin cuando empieza a levitar y experimenta su cuerpo desnudo de una manera desbordante, nunca imaginada. En ese sentido, recordemos que los místicos nunca han sido bien vistos por la religión "oficial":

El carácter de ilimitado -sin límite constituido- del goce femenino lo coloca fuera de la ley que impone el significante, es por ahí que cuando este goce es alcanzado nos hace pensar en cierto modo de locura. [1]



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[1] Alonso, Cuqui. Acerca del goce femenino. Punto de fuga. Revista digital de la sección clínica de Madrid NUCEP. Número 6.





domingo, 17 de marzo de 2019

WHIPLASH (Damien Chazelle, 2014): SOBRE LA RELACIÓN DEL YO, EL SUPERYÓ Y EL IDEAL DEL YO.

Whiplash - Latigazo - (Damien Chazelle, 2014) fue una de las películas revelación del año. Su temática se construye esencialmente en la relación entre Andrew Neymann, un prometedor y ambicioso joven batería (interpretado por Miles Teller) y su profesor Terence Fletcher (un laureado J. K. Simmons), de peculiares y tiránicos métodos para extraer el máximo potencial de su alumno.

Llama la atención que toda la película se basa esencialmente en esa relación, siendo muy desdibujados el resto de personajes que, como la figura de su padre, la de su novia, o la de los otros baterías, tienen simplemente la función de enmarcar un poco al personaje de Andrew. Más allá de las motivaciones del director para hacer este planteamiento argumental, el centramiento de éste en los dos personajes nos permite reflexionar ampliamente sobre la relación entre tres instancias o estructuras psíquicas que estos dos personajes representan y la relación que estas mantienen: el yo, el superyo y el ideal del yo. Para poder entender mejor esta relación vamos a definir en primer lugar que significan estas tres instancias.

1. UNA INTRODUCCIÓN TEÓRICA: YO, SUPERYÓ E IDEAL DEL YO.

- Acerca del yo.

Más allá de las múltiples definiciones desde la que se podría abordar la definición del yo, hay tres aspectos de esa instancia que quisiera destacar esencialmente:

La primera, y la más obvia, es considerar al yo como el centro de la consciencia, es decir, aquella instancia por la que nos damos cuenta tanto de nosotros mismos como de nuestro entorno. Obviamente, y como ya sabemos, hay otras instancias y mecanismos que están implicados en ese darse cuenta, con lo cual el hecho de que el yo sea el centro de consciencia no significa que esta consciencia o el darse cuenta esté afinado, antes todo lo contrario, el yo , en distintos grados, presenta una consciencia y un darse cuenta perturbado.

La segunda que tenemos que considerar es que el yo, en principio, tiene una función mediadora entre las otras dos instancias que ejercen presión sobre él: el ello, de contenido esencialmente inconsciente,  y que se caracteriza por expresiones pusionales mientras que, por otro lado, tenemos el superyó, a la que podemos considerar una instancia moral que enjuicia la actividad yoica (trataremos más a fondo de ella próximamente). Podríamos decir que el yo intenta conciliar las demandas de satisfacción de placer que llegan del ello con las demandas de realidad, apoyadas en la prohibición y el castigo del superyó.

La tercera que quiero destacar es que el yo es también una función de identificación. Es decir, que se estructura a través de identificaciones externas, como ocurrirá en la infancia, como internas y externas como ocurrirá posteriormente.

- Acerca del superyó.

El superyó es una instancia psíquica de caracter moral que enjuicia, como ya dijimos, la actividad del yo. Es necesario destacar algunas características de esa intancia que la hacen sumamente dificultuosa de manejar para el yo.

En primer lugar, podemos definir el superyó como una instancia que esencialmente ordena, y que dentro de las ordenes que emite podemos destacar las que prohiben y las que exigen. Hay que destacar que las ordenes que el superyó maneja son conocidas como introyecciones, es decir, ordenes de extrema rigidez y con escasa discriminación de lo que implican.

En segundo lugar, destacamos que la fuerza del superyó y las ordenes que maneja estriba en que le son imputables dos aspectos con los que las ordenes se relacionan, y que le confieren una gran capacidad de intimidación sobre el yo: el sentimiento de culpa y la necesidad de castigo. 

En tercer lugar, el superyó es de naturaleza pulsional, es decir, que su demanda nunca se satisface, siempre exige más. Esto hace, como indicó Lacan, que el superyó está del lado del goce y, en consecuencia, que se trate de una instancia sin límite que es, de hecho, lo que la convierte en peligrosa, por eso en ocasiones leeremos u oiremos que el superyó, dependiendo de sus carcaterísticas de crueldad y ferocidad, va acompañado de adjetivos como sádico u obsceno.

- Acerca del ideal del yo y su relación son el superyó.

El ideal del yo es un concepto estrechamente ligado al superyó. Veamos la siguiente definición de esta instancia:

instancia de la personalidad que resulta de la convergencia del narcisismo (idealización del yo) y de las identificaciones con los padres, con sus substitutos y con los ideales colectivos. Como instancia diferenciada, el ideal del yo constituye un modelo al que el sujeto intenta adecuarse. [1]

Pondremos especial atención a la frase "el ideal del yo constituye un modelo al que el sujeto intenta adecuarse", puesto que esto nos indica que ese ideal es algo que tiene que devenir, algo que no está realizado y hacia lo que el yo debe converger: El ideal del yo sostiene frente al yo un destino que debe realizar, tenga o no la posibilidad de hacerlo [2] 

Y es en este aspecto donde el ideal del yo y el superyó se relacionan, puesto que este último es el guardian del primero, deviene en el velador de que el yo se esfuerze por devenir ese ideal más allá de cual pueda ser su deseo. El ideal del yo deviene en un "tú debes ser". Por otro lado, y dado que el superyó y su naturaleza pulsional están del lado del goce y no del deseo, el propio ideal deviene un inalcanzable (recordemos que la demanda del superyó no se puede satisfacer), o dicho de otra menera, por más que se acerque el yo al ideal del yo siempre estará cuestionado por el superyó, y recordemos, en ese sentido, que el goce tiene que ver con eso que nunca se alcanza y la relación entre sufrimiento y placer que de ello se deriva.

II. LA RELACIÓN ENTRE ANDREW Y TERENCE: Superyó sádico vs Yo masoquista.

A partir de esas breves introducciones a las instancias del yo, superyó e ideal del yo, ya podemos establecer la relación que observamos entre el joven batería Andrew Neymann y su profesor "Terence  Fletcher. Efectivamente, vemos en Andrew ese elemento absolutista - que se refleja en esa relación cerrada entre sus dos protagonistas en la que se basa la película - en el que deviene ser "un gran batería", su ideal del yo, o como se dice en una escena, hablando de Charlie Parker:

Andrew: Creo que ser el mejor músico del siglo XX es la idea del éxito de cualquiera.
Padre: Bueno, morir arruinado y alcohólico a los 34 no es exactamente mi ideal de éxito...
Andrew: Prefiero morir arruinado y alcohólico a los 34 y que hablen de mí en una cena, que vivir rico y sobrio a los 90 y que nadie recuerde quién fui. 

Observamos aquí perfectamente que el ideal del yo es una imagen que se corresponde con el narcisismo primario, el narcisismo originario del yo, así como que ya se intuye, en su relación con el superyó, la presencia de la pulsión de muerte.

Y es aquí donde aparece Terence (un narcisista maligno) como su profesor-superyó de caracter sádico cuya ferocidad se hace evidente en distintas escenas. En todo caso, un aspecto que me parece importante destacar es que cuanto mayor es la voluntad de identificación del yo con su ideal del yo, la ferocidad del superyó es mayor en su empeño o ante sus deslices o errores puntuales. Ese es el caso de Andrew. En una pequeña escena al inicio de la película, cuando están con su padre en el cine, se da el siguiente diálogo:

Padre: ¿Cómo estas?
Andrew: Bien... No sé, hoy me ha visto tocar - refiriéndose a Terence -
Padre: ¿Y...?
Andrew: - mueve la mano en expresión de "a medias" -
Padre: Bueno... Sigues teniendo un montón de opciones.
Andrew: ¿A qué te refieres? ¿Otras opciones?
Padre: Así es la vida. Cuando tienes mi edad tienes perspectivas...
Andrew: No quiero perspectivas...

Es justamente ese "no quiero perspectivas" lo que nos da una aproximación del nivel de identificación del yo de Andrew con su ideal del yo.

También podemos observar una imagen de su ideal del yo representada en el batería Buddy Rich, reconocido como uno de los músicos más prestigiosos de la batería jazzística.

El Batería de jazz Buddy Rich.

En la relación de Andrew con Terence observamos la relación que un superyó sádico ejerce sobre el yo, siendo requerido de éste una cierta tendencia al masoquismo, entendido éste en el sentido de  la necesidad de castigo y de padecimiento. Empezamos a observar esta tendencia masoquista en Andrew desde el primer momento, cuando Andrew, entre gritos, humillaciones y sillas que vuelan por los aires es abofeteado por Terence, lo cual nos recuerda una frase de Freud al respecto:

No interesa quien lo inflija, si la persona amada o una indiferente o si es causado por poderes o circunstancias impersonales; el verdadero masoquista ofrece su mejilla toda vez que se le presenta la oportunidad de recibir una bofetada. [3]

Quizá Andrew sea ese tipo de masoquista que Freud llamó "masoquista ideal" (para diferenciarlo del masoquista moral).

Observamos también unas palabras de Terence que quizá tengan un cierto trasfondo en la problemática de Andrew, cuando tras sonsacarle sobre  la situación de sus padres le dice a pleno grito: "Eres un blandengue maricón chupapollas cuya madre dejó a papi cuando se dió cuenta que no era Pablo Neruda, y que ahora llora y babea encima de mi batería como una nenaza de 9 años". Las pequeñas escenas con el padre sirven para reflexionar sobre la problemática de Andrew en la medida que parece derivarse de su relación. Efectivamente, en qué medida sus visiones contrapuestas podría actuar como dos creencias o introyecciones contradictorias: por un lado ser un gran batería, ideal del yo que ocupa el lugar de deseo de la madre, aquel por el que el padre fue rechazado; y por otro lado no superar "el fracasado" de su padre, lo cual crearía un doble sentimiento de culpa: por un lado tener que ser el mejor batería, no ser un fracasado como su padre; por otro, el sentimiento de culpa por intentar superarle.



Después de ser abofeteado, observamos a un triste Andrew sólo en su habitación mirando de reojo la solapa de un libro titulado "The drum way" (El camino de la batería) del mismo Buddy Rich, tristeza que corresponde con la decepción que sufre el yo al sentirse lo lejos que se encuentra de su ideal del yo. También observamos el sufrimiento que se infringe en su ensayo, cuando observamos sus dedos ensangrentados (repercusión somática del castigo).



Observamos otra caracteristica del superyó que tiene lugar a través de la comparación, manifestado en la película como la feroz competitividad a la que somete a los tres baterías que forman parte de la banda de Terrence: "si quieres el puesto gánatelo" - le dice Terrence a Andrew -. Como consecuencia de ello Andrew decide dejar su relación con Nicole (Melissa Benoist), la chica con la que había empezado a salir. Y así, después de un largo discurso le dice: "porque quiero ser grande [...] Quiero ser uno de los grandes". 

Vemos como la obsesión creciente de Andrew le lleva a él mismo a identificarse con Terrence - con su superyó - y como él mismo se aplica el maltrato y los castigos (vemos sus manos ensangrentadas, los insultos y los golpes con los que se lesiona). Quizá el momento álgido de toda esta monstruosidad es cuando Andrew llega tarde al concierto del día del concurso de Dunellen... toda su desesperación por tocar acaba en un accidente de coche y acaba sentándose en la batería ensangrentado incapaz de poder tocar... El final de la situación acaba con Fletcher diciéndole: "Estás acabado." 




- Superyó, yo y pulsión de muerte.

Aunque no es este el lugar para desarrollar este tema, sí quisiera indicar que hay una escena que es significativa para comprender el peligroso extremo en el que el yo y el superyó entran de pleno en la pulsión de muerte. En esa escena en cuestión, Terence cuenta que un alumno suyo, un trompetista llamado Sean Caysi, ha muerto en un accidente de automóvil, lo cual parece afectarle vivamente. Posteriormente, cuando tras el desastre de Dunellen Andrew parece abandonar definitivamente la batería, una abogada, a través de su padre, le hace saber que le necesita para poder denunciar a Terence. Es entonces cuando se entera de que Sean Caysi se suicidó a causa de fuertes transtornos de ansiedad y depresión que empezaron cuando fue alumno de Terence. Éste es el extremo al que me refería. Sean Caysi, a diferencia de Andrew, parecería ser una personalidad melancólica que no  pudó rebelarse contra su superyó, dejando arrasarse por la dimensión de esa entidad que va más allá del bien, o dicho de otra manera, que exige un bien que está más allá del principio del placer, es decir, aquello que ya indiqué acerca de que el superyó esta del lado del goce.




III. RECUPERANDO EL DESEO. EL ACCESO A LA SUBJETIVIDAD PROPIA.

Es muy interesante el final de la película... Después del "Estás acabado", Andrew parece abandonar su deseo de tocar la batería (deseo de ser batería, no la imposición de ser uno de los grandes). Tras denunciar a Terence, lo que a éste le cuesta su plaza de profesor, lleva una vida anodina hasta que un día Terence vuelve a contactar con él. En ese encuentro hay un diálogo que me parece interesante:

Terence: ... quería que mis alumnos se esforzaran más allá de las expextativas. Creo que es extrictamente necesario, si no estaríamos privando al mundo del próximos Neil Armstrong, del próximo Charlie Parker [...] No hay dos palabras que sean más dañinas en nuestro idioma que "buen trabajo"
Andrew: Pero hay un límite. Y si tal vez se va demasiado lejos y se disuade al próximo Charlie Parker de convertirse en Charlie Parker

Andrew parece posicionarse de manera distinta (le mira fijamente, sin miedo), su discurso parece haber cambiado, de la misma manera que, tras ofrecerle Terence participar en su banda como batería, vuelve a llamar a su ex-novia para invitarla al concierto, si bien ella le hace notar que ya tiene novio. Son pequeñas señales de emergencia de su subjetividad, una subjetividad que alcanzará su punto álgido cuando ante la venganza de Terence, quien conocedor de que fue él quien le denunció, le ha tendido una trampa para ridiculizarle ante el público y el jurado - si metéis la pata podéis dedicaros a otra cosa, porque estos pavos jamás olvidan - al dejarle sin partitura para interpretar la primera pieza musical. Tras abandonar el plató le espera su padre con quien se abraza... y este es un momento importante, porque Andrew decide volver, pero volver como un Andrew distinto. Ya no vuelve para ocupar el lugar del deseo de la madre ( desear el deseo del otro) que lo abandonó echándole en manos del superyó y la construcción  del ideal del yo (no seas un fracasado como tu padre), ni quizá, como otra alternativa, ceder su deseo por el fracaso paterno, para no superarle. Vuelve porque ahora apoya su propio deseo de ser batería y disfrutar tocando...




Desde este momento, en una fantástica escena final, se intercambia los ritmos de su relación. "No es mi tempo" dice Terence a Andrew para luego mortificarlo. Desde este momento Andrew impone la batería y el tema de interpretación con "Caravan". Cuando parece que la interpretación ha acabado, Andrew prosigue con un sólo de batería ante la consternación de Terence, a quien cuando este se acerca le dice: "Te daré la entrada", en lo que es una inversión total de la relación. En este momento Terence cede, y Andrew logra atravesar su obsesión y miedo al fracaso para llegar a la afirmación de su propia subjetividad y creatividad. De la Ley moral a la intuición creadora. Para acabar, una curiosa imagen en la que vemos como las luces iluminan a Andrew, mientras la imagen de Terence, que queda a su derecha, se vuelve menos definida oculta en la penumbra...




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[1] Laplancha & Pontalis. Diccionario de psicoanálisis. Paidós Ed.
[2] Ídem anterior.
[3] Freud, Sigmund. El problema económico del masoquismo (1924) OC 3. Biblioteca Nueva



sábado, 27 de octubre de 2018

SARABAND (Ingmar Bergman, 2003): Sobre las relaciones paterno-filiales.

Saraband (2003) es la última película filmada por  el maestro Ingmar Bergman. Una primera reflexión nos lleva a preguntarnos cómo cabe considerar esta su última obra, en especial cuando elige retornar a los protagonistas de "Secretos de un matrimonio" (1973), ya comentada en este blog (pulsa aquí para acceder a la entrada), situando a sus protagonistas Marianne (Liv Ullmann) y Johan (Erland Josephson) treinta años después. Como algunas películas de Bergman, la dimensión biográfica deja su huella en esta obra, uno diría que a modo de testamento existencial. Bergman es uno de los directores que, a mi entender, disecciona el ser humano de una manera más cruda, y con una clara visión pesimista (¿objetiva?) que no deja lugar al más mínimo resquicio de esperanza. Desde esta perspectiva, Saraband, como la continuación de "Secretos de un matrimonio" hay que centrarla más, no tanto en la perspectiva que ofrece el reencuentro de la ex-pareja y amantes, sino en las situaciones vitales en el momento del reencuentro, y que se hallan determinadas por un complejo entramado de relaciones paterno-filiales: la de Johann con su hijo Henrik (Börje Alhsted), la de éste con su hija Karin (Julia Dufvenius), y la de Marianne con su hija Martha (Gunnel Fred).

Cuando vemos esta película de Bergman, uno no puede olvidar las palabras que dijo en una entrevista , y que luego se repetirán en la película (ver parte IV), y en la que dice acerca de la relación con los hijos:

Tuve algo así como una pelea con uno de mis hijos y le dije que: "Sé que fui un mal padre". Entonces él me rugió: "¿Un mal padre? - ¡Ni siquiera fuiste un padre!" Y puede que tenga razón en eso. Realmente nunca logré formarme un criterio en ese aspecto. Realmente no. [1]

Saraband va de eso, de la complejidad de las relaciones paterno-filiales, y de como se entraman generación tras generación.

Como en muchas de sus películas, Bergman circunscribirá estas complejidades en un entorno aislado en el que las relaciones se amplifican, así como en una cadencia del relato que se estructura en unas escenas perfectamente delimitadas en las que se va desarrollando la trama.



I. TREINTA AÑOS DESPUÉS...

La película se inicia con Marianne rodeada de fotografías y poniéndonos al día un tanto de la situación de ambos. Johann, multimillonario gracias a la herencia de una tía, vive retirado en los bosques. Tras este breve prólogo asistimos al impulso que lleva a Marianne a visitar a Johann. El encuentro nos presenta a un Johann de 86 años y a una Marianne de 63. Uno tiene la sensación de que ha pasado el tiempo pero que Johann y Marianne, en cierta manera, siguen siendo los mismos y, a pesar del aprecio que se profesan algo en ellos sigue anclado en el mismo lugar. Veamos el siguiente diálogo:

Johann: A veces creo que este retiro voluntario es únicamente una antesala del infierno. Que ya estoy muerto aunque no lo parezca, pero estoy bastante bien después de todo. He buscado en el pasado, y ya tengo todas las respuestas que estaba buscando, de veras...
Marianne: Y no parece muy divertido...
Johann: Claro Marianne, es que no lo es. Pero quien dijo... quien dijo que el infierno iba a ser divertido
Marianne: ¿A qué conclusión has llegado después de tanto meditar?
Johann: Que mi vida ha sido una mierda integral. He tenido una vida sin sentido, repleta de cosas estúpidas
Marianne: Tu matrimonio forma parte de tu infierno vital... y se sincero.
Johann: Pues me temo que sí... y siento decírtelo.
Marianne: Pues que pena oír eso.

Después de treinta años...

Curiosamente, y tras este encuentro, Marianne y Johann no volverán a aparecer juntos hasta el final de la película. Entre este principio y el final tomarán protagonismo Henrik, el hijo de Johann, y su hija Karin, nieta de Johann, así como Anna la esposa de Henrik y madre de Karin, quien a pesar de haber fallecido está muy presente en la película. En todas estas escenas que median entre el principio y el final, Marianne y Johann siempre aparecerán en relación a estos otros protagonistas.

II. KARIN.

La parte II de la película nos presenta, a través de un encuentro con Marianne a la nieta de Johann e hija de Henrik. Ya se nos presenta lo que es una relación conflictiva entre padre e hija, en la que Henrik asume también el papel de su profesor de música. En el relato del conflicto que Karin le narra a Marianne ya podemos presentir que entre la relación entre Henrik y Karin sucede algo que va más allá de lo que parecería ser la obsesión de un padre para que su hija se forme como violonchelista. Hay tres aspectos que me parece importante destacar:

- La violencia con la que reacciona Henrik cuando Karin se niega a seguir ensayando y le dice que va a salir sola. Sus gritos de "¡¡No te irás!! ¡¡No te iras!!" está claro que indican algo que va más allá de la música.

- La narración de Karin sobre la muerte de Anna, su madre, y del amor que se profesaban con Henrik. Le dice a Marianne al respecto:

Mi madre le quería, sabes... Se querían mucho, y supongo que yo quedaba fuera de este amor, o es lo que pienso cuando siento lástima de mí cuando rompo con algún novio. ¿Porqué no puedo vivir yo un amor como el de mi madre?

Suena significativo este sentimiento de exclusión de "este amor"

- Finalmente, la insistencia de Marianne en preguntarle a Karin si su padre podría suicidarse en una situación extrema.

Marianne y Karin.

III. HENRIK Y KARIN... Y ANNA: Sobre la dependencia emocional.

La parte III profundiza en la relación de Henrik con Karin y nos permite observar un par de cosas:

1) El vacío que dejó en Henrik la muerte de Anna, con quien mantenía una fuerte relación de dependencia. En esta parte observamos que la reacción violenta que Henrik manifiesta con Karina tiene su paralelo en una reacción que tuvo con Anna, su mujer, quien se muestra decepcionada ante sus quejas impotentes: "cuando te pones así creo que no eres el hombre con el que pensaba casarme - entonces salió corriendo de la habitación y empezó a hacer la maleta sin hablar -. Me volví loco de miedo. Estaba como enloquecido de pánico."  El relato, poco a poco, nos muestra un Henrik posesivo, incapaz de sostenerse sin su mujer: "... me llegué a preguntar si en el fondo sabía hasta qué punto la llevaba dentro, hasta qué punto era mía. Entre Anna y yo era una cuestión de pertenencia [...] nos pertenecíamos". Sin embargo, tenemos aquí planteado el problema de la dependencia. En ella el problema no es el amor, sino la carencia y, en consecuencia, el pánico al abandono. Cuando Henrik contempla a Anna haciendo la maleta, le dice: "A mi nadie me deja, a mi nadie me abandona, a mi nadie me da la espalda de esta manera ni me abandona así." El dependiente no se imagina sin la persona de la que depende. Su bajo autoestima, su fuerte inseguridad y los sentimientos de incapacidad que le invaden le hacen sentir que no puede hacerse cargo de sí mismo. También pone su valor en función de la persona de la que depende, a la que idealiza.

Anna... (fotografia correspondiente a Ingrid, la última mujer de Bergman)
2) La dependencia de Henrik, tras la muerte de Anna, es trasladada a su hija Karin, quien pasa a substituirla. Esto nos demuestra que para el dependiente no es tan importante el amor, como suturar su carencia con el otro. Por eso, en este tipo de relaciones, pasa a ser más importante no ser abandonado que amar o ser amado. El abandono o la pérdida de la persona idealizada devuelve al dependiente a la desesperación de su propia invalidación e incapacidad. Y es aquí donde vemos la crudeza con la que la impotencia de Henrik chantajea emocionalmente a Karin: "Si tú me dejas hija me sentiré desamparado u otra palabra mejor que no exista. Con el tiempo serás libre, conseguirás ir al conservatorio, estudiar chelo y allí tendrás profesores de verdad y una vida diferente, para mi será distinto. Estos meses contigo han sido como una bendición del cielo, para mi desde luego, no para ti. Para ti ha sido otra cosa." Bergman filma  casi toda esta escena en la cama donde duermen Henrik y Karin. El plano capta perfectamente la presencia del padre como esa presencia obscena que deriva de hacer ocupar a su hija un lugar que no le toca.

Si tú me dejas hija me sentiré desamparado.

IV. LA RELACIÓN ENTRE JOHAN Y HENRIK: Sobre el desprecio y el odio.

Las dos siguientes escenas nos presentan la relación entre Johan y Henrik, una relación determinada por el desprecio del primero y el odio del segundo. Como ya vimos en "Secretos de un matrimonio", Johann no siente un especial apego hacia sus hijos, más bien un manifiesto desapego. De hecho parece mantener un contacto inexistente con las hijas que tuvo con Marianne. En cuanto a su relación con Henrik, proveniente de un matrimonio anterior, Johann hace claro y palpable que no le gusta, que nunca le ha gustado, ya desde pequeño como le confiesa a Marianne: "Jamás me gusto su forma de ser, me parecía ridículo como actuaba. Era un niño gordo y manso. Me rodeaba con un amor asquerosamente pegajoso. Reconozco que durante mucho tiempo lo ignoré. De crío era devoto como un perro, no podía soportarlo. Como un perro, como un perro faldero."

No en vano el inicio de la escena nos presenta a Johann ojeando las páginas de un libro de Soren Kierkegaard escrito bajo el seudónimo de Victor Eremita: "Lo uno o lo otro. Fragmentos de vida", y en la que las siguientes palabras de Laura Llevadot, al comentar este libro, me parecen ajustadas a la historia que Bergman nos narra en Saraband:

Kierkegaard establecerá la diferencia en términos de pena y dolor, siendo la pena un sentimientos sustancial, una tristeza infinita y ciega, como la que siente un niño que no comprende, pero interioriza hasta la médula el sufrimiento del adulto a quien ama. Por el contrario, el dolor, propio de la tragedia moderna, es un sufrimiento reflexionado, como el que siente un hombre viejo, dice Kierkegaard, al ver sufrir un niño o un joven que no es consciente de la culpa que ha causado su desgracia. [2]

Johan en su biblioteca.

El primero de los casos nos pondría en relación a la vivencia de pena que Karin tiene del sufrimiento de su padre, mientras que el segundo se manifestaría en el dolor de Marianne por el sufrimiento de Karin. Bien significativo que sean mujeres las que se hacen cargo de la pena y el dolor, mientras los hombres se relacionan desde el odio y el chantaje emocional, o desde el desprecio y la autoridad tiránica y, desde ahí, ambos, a su manera, manipulan a Karin. Efectivamente, la situación entre Johan y Henrik es bien distinta. El amor del niño Henrik por su padre topa con su desprecio y, posteriormente, cuando Johan quiere volver a ejercer de padre topa con el odio de Henrik quien le niega la condición de padre. Proyecciones del uno sobre el otro en las que, como Johan reconoce, el desprecio es por él mismo, como el odio de Henrik también lo es por él mismo. En un momento de la escena eso se hace bien patente, tras estar soportando Henrik los desprecios de Johan dice:

Henrik: ¿Papa, de dónde sale toda esta hostilidad?
Johan: Habla únicamente por ti. Cuando tenías dieciocho o diecinueve años intenté acercarme un poco más a ti. Estuviste muy  enfermo, y tu madre quería que habláramos de eso. Te dije que sabía que era un mal padre, pero que quería cambiar. Entonces me gritaste, gritaste: "¿Un mal padre? ¡Tú ni siquiera has sido un padre!" Y entonces añadiste para terminar que no me necesitabas, que te dejara en paz. El odio es una emoción a respetar, y yo lo hago. Pero que me odies no me preocupa lo más mínimo. Apenas existes. Si no tuvieras a Karin, que se parece a su madre, tú para mí no existirías, ni siquiera hablaría contigo. Y lo digo sin el mínimo ápice de hostilidad.

Johan y Henrik.

En la parte V vemos, no obstante, la dimensión interesada de Henrik, aquella por la cual, aun a pesar de las humillaciones que sufre persiste. Así, y hablando con Marianne, observamos dos cosas:

1) En una primera fase ovemos su propia auto-invalidación cuando se describe así mismo como que "soy un discapacitado, así de simple. Karin es lo que da significado a mi vida. Bueno, sin ella todo lo demás carece de sentido. Últimamente he pensado en la muerte..." Imaginar la carga que representa eso para una hija, la carga emocional que representa, junto al sentimiento de culpa asociado, ser el significado y el sentido de un padre. Como vemos en la película, Henrik le proyecta además el deseo de que sea una solista de chelo, por eso la prepara con tanta exigencia, a pesar de que no es ese el deseo de Karin, quien más adelante, cuando decide marcharse, le dice: "No creo que valiera para ser solista. Quiero tocar en una orquesta con más gente. Quiero formar parte de un esfuerzo común, no quiero estar sola en un escenario expuesta a todo el mundo..."

2) En una segunda fase observamos el odio que manifiesta hacia su padre, del cual sólo espera que muera para heredar su fortuna. "Tiene una fortuna y no se muere. Que pesado es. Seguramente su maldad le mantiene momificado" para "ipso facto" pasar a hacer una proyección de sí mismo sobre Marianne, a quien dice: "Estás aquí para sacar algo de dinero, como la pobre esposa abandonada y cornuda". Finalmente se hace manifiesto el odio que siente por él: "Le detesto, odio a ese hombre de todo corazón. Le odio tanto que con sumo agrado vería como muere sufriendo..."

Marianne y Henrik.

Obviamente, Johan y Henrik mantienen una relación sado-masoquista de carácter moral que, como ya apercibió Freud se caracteriza por el beneficio que sacan cada uno de ellos de su posición. Del lado del masoquista (Henrik) es la satisfacción de la necesidad de castigo. Del lado del sádico (Johan) se halla en la obediencia al superyo.


IV. LA PRESENCIA "POST MORTEM" DE ANNA.

La parte VI se basa en una carta que Anna escribió a Henrik antes de morir, y que Karin encuentra, y que leerá junto a Marianne. En ella observamos como Anna se ve venir lo que ocurrirá tras su muerte, como Henrik se refugiará en Karin. Y así escribe: "Creo que es bueno que seas su profesor de música, pero tiene que haber un límite, y cuando yo ya no esté aquí, ese límite se va a difuminar [...] no debes aprovecharte de su amor incondicional o le harás mucho daño. Ese dolor que sentirá puede ser permanente, y por eso ahora yo te pido que dejes libre a nuestra hija. No debes aprovecharte de vuestras afinidades..." y añade: "tienes que ser consciente de que es verdaderamente peligroso que rodees a Karin con todo tu amor porque entonces estarás muy perdido". 

Y es aquí donde las palabras son importantes. Más allá del amor que Henrik pueda sentir por su hija Karin, algo es más intenso que ese amor que se convierte en posesión de su hija, en un factor limitante para el libre desarrollo de su vida. Me refiero al desamor más que al amor. El desamor que no es más que la falta de amor por sí mismo que busca compensarse a través del amor del otro, un desamor que como un pozo sin fondo se enraiza en un sentimiento de carencia que se construye a partir de relaciones como la de Johan con Henrik, la de un niño que fue despreciado intensamente por su padre. Henrik utiliza a Karin para compensar la pérdida de Anna, y para ello no duda en ejercer el más terrible de los chantajes emocionales que tienen su correspondencia en el fuerte sentimiento de culpa de Karin si piensa en hacer su vida, hecho que se transforma en abandonarle: "si abandonara a Henrik ahora se moriría. Si le dejo a su suerte morirá, estoy segura..."



Hay en esta escena un hecho que me perece importante. Al final de ella vemos las manos de Marianne y de Karin sobre la carta escrita por Anna. Primero oímos la voz de Marianne decir "el amor de Anna", a lo que Karin responde: "esta carta está llena de amor, ¿verdad?", a lo que Marianne responde, retirando la mano de la carta: "No estoy segura..."

¿A qué debe referirse ese "no estoy segura", así como ese "el amor de Anna" que dice al principio? A ni entender esto tiene que ver con la relación de Anna con Karin. ¿En qué medida Anna la protegió adecuadamente de la demanda de su padre? ¿Fue suficiente hablar con su padre a través de una carta? ¿Por qué no hubo una carta o una palabras a Karin al respecto? El silencio en el que estas palabras quedan entre Anna y Henrik abandonan a Karin a la demanda de un Henrik desesperadamente dependiente entregándola a un sentimiento de culpa difícilmente manejable para una joven adolescente: "si abandonara a Henrik se moriría".

Sin embargo, es fácil analizar estas cuestiones. Mucho más difícil es enfrentarse a ellas emocionalmente. ¿Cómo manejar que todo el derecho que tiene un hijo a realizar su propia vida se ve mediatizado por la dependencia de un padre que transmite la posibilidad de morir si se le abandona? ¿Cómo enfrentarse a los sentimientos de culpa en el que hacer la propia vida es asumido como abandono por su padre? - Si tú me dejas hija me sentiré desamparado u otra palabra mejor que no exista. - Creo que el amor de Anna que pronuncia Marianne hace referencia a su amor por Henrik, un amor que intenta protegerle poniendo énfasis en él, pero no en Karin. Quizá por eso Marianne duda y no está segura de ese amor al que Karin se refiere.

V. LA LIBERACIÓN DE KARIN Y LA ACUSACIÓN DE HENRIK.

Finalmente Karin logra tener el valor para poner en marcha su deseo, su verdadero deseo, no el de su padre, el del abuelo o el de Marianne. Por fin toma la decisión que ella quiere. Y todo esto sucede no sin antes de ese momento "edípico" en el que Karin besa apasionadamente a Henrik, quien a su ve también lo hace, a la vez que se retrae del hecho.

El beso de la confusión.

¿Qué significa ese beso? Es el beso de la confusión, el beso de, como dice Anna en la carta , de la difuminación de los límites entre padre e hija (otro buen ejemplo lo hallamos en el comentario del episodio IV del Decálogo de Kieslowski: Honraras a tus padres - pulsa aquí para acceder a la entrada -). Es el beso del deseo incestuoso que registra su atracción y repulsión a la vez. En esa escena se registra algo de lo que está impregnada la escena: la tensión entre querer ser el objeto de su padre y la de querer ser por ella misma. La de delegar su vida en su padre (dice: "papá sabe exactamente lo que es mejor para mi"), o la de asumirla por sí misma.

No obstante, Karin elige por sí misma, elige lo que ella quiere, que no es lo que desea Henrik, ni lo que le propone Johan... elige lo que ella desea para sí misma y lo elige gestionándose así misma (recurre al dinero de su herencia para elegir aquello que le ilusiona). Karin rompe así el vínculo edípico con el padre. Como una especie de presagio, y ante le decisión ineludible de Karin, Henrik le pide que interprete para él la Saraband de la suite 4 para cello, una melodía melancólica por excelencia.


Sarabanda de la Suite Nro. 4 para Cielo de Bach por Mischa Maisky

Finalmente, y en la penúltima escena, asistimos a la noticia de que Henrik ha intentado suicidarse. Finalmente los temores se confirman. La decisión de Karin de satisfacer su deseo se transforma en la sensación de ser abandonado de Henrik. Su hija, según su percepción, hace lo que Anna no hizo: le deja, le abandona, le da la espalda. Y ese abandono le lanza al abandono de sí mismo, a la desesperación al que le sume su propio auto-desprecio, a la severidad y la destructividad del juicio de su superyó. La tensión existencial que puede llevar al suicidio es producto de una percepción de una extrema dureza del entorno en el que el suicida vive, pero que más allá de las dimensiones más o menos objetivas de esta dureza externa, lo cierto es que ésta visión del exterior no es más que una proyección de la propia dureza y destructividad que le habita en su interior. De la misma manera que mediante el mecanismo de la proyección exteriorizamos lo que está en nuestro interior, el acto de suicidio manifiesta una acusación al entorno, un intento de culpabilizarlo pero que, en realidad, responde esencialmente a la insoportabilidad del propio juicio que se tiene sobre sí mismo, un juicio ejercido por un superyó sádico.

Tras asistir una vez más al desprecio de Johan por su hijo, también asistimos a un momento donde la tristeza de Marianne aflora cuando Henrik dice: "Es incomprensible que Henrik tuviera el privilegio de amar a Anna, y ella le correspondiera". Tristeza que manifiesta lo que no fue posible entre ellos.



VI. LA SOLEDAD Y DESESPERACIÓN DE JOHAN.

En la última escena, vemos a Johan despertar lloroso en la noche y arrancar en llanto frente a la puerta de la habitación de Marianne. Es su momento de desmoronamiento, el momento en el que la rigidez de su carácter se agrieta y deja asomar el peso de su soledad.



Pero incluso así, no hay un claro reconocimiento de ello como lo demuestran sus palabras cuando entra en la habitación de Marianne, y cuando esta le pregunta si está bien le responde: "No lo sé. Creo que tengo una crisis de ansiedad. Estoy muy nervioso". Marianne le hace una pregunta y una observación digna de un terapeuta: "¿Cómo que ansiedad, qué quieres decir? Ahora lo veo, estás triste". Aunque él lo niega, es obvio que hay esta tristeza, una tristeza unida también a un profundo miedo. Tristeza y miedo que Johan no puede reconocer, por eso habla de ansiedad: "Es esta ansiedad que me supera. Que intenta salir de mi interior por todos los orificios, por los ojos, por el culo... ¡Es como una gigantesca diarrea mental!" El muro mental que ha construido alrededor de su mundo emocional, de sus sentimientos que ahora, por instantes, se agrieta. A lo que añade posteriormente "sobretodo me gustaría gritar. ¿Qué se hace con un niño gritón que no acepta ningún consuelo y que no se deja ayudar?" El grito de rabia y desesperación que oculta el muro mental, el de contemplar el infierno en el que él mismo ha convertido su vida. La escena acaba con ambos desnudos en la cama, con Marianne acogiendo la vulnerabilidad de Johan y con un breve diálogo que dice:

Johan: ¿Me puedes explicar por qué demonios decidiste aparecer por aquí?
Marianne: Creía que tú me estabas llamando.
Johan: Jamás he llamado a nadie Marianne...
Marianne. Bueno, eso es lo que yo sentía.
Johan: La verdad es que es bastante extraño.
Marianne: Sí, comprendo que no puedas entenderlo - dice un poco molesta -.





VII. TODO SIGUE IGUAL.

Como suele ocurrir con muchas películas de Bergman, el instante de esperanza que parece abrirse a través de momentáneas grietas, acaban por cerrarse de nuevo para que todo vuelva a lo de siempre. El epílogo de la película nos vuelve a presentar a Marianne tras la mesa llena de fotografías-recuerdos. Vemos como, en relación a Johan, todo vuelve al lugar de siempre: a la distancia y el silencio. Dice la estudiosa del cine sueco Astrid Söderbergh Widding: "todo parece ser demasiado tardío, en vano. Tiene lógica que las conversaciones y cartas queden finalmente sin respuesta, que se imponga el silencio. El reciente contacto entre Marianne y Johann no llega a nada, una vez más. Pero el mensaje final es, después de todo, otra cosa. El pasado alberga un dolor insoportable; el mañana es vago y oscuro. Las únicas cosas que cuentan es la reconciliación, los torpes gestos de amor en el presente." [3]

Sin embargo, si me parece interesante, destacar tres cosas de este epílogo:

1) La incongruencia entre las palabras de Marianne cuando dice: "Si las cosas me van como siempre, todo en orden, todo está en su sitio. Me siento un poco sola, pero supongo que es normal" y la mesa con todas las fotografías desordenadas en la mesa. De la misma manera que Johan no puede contemplar su vida de verdad si entrar en ansiedad, algo parecido parece sucederle a Marianne como nos muestran los siguientes dos puntos:

2) Las palabras de Marianne acerca de Anna: "Sólo me pregunto como fue capaz de aceptar su vida. Pienso en cómo hablaba, en cómo se movía, en su mirada, en esa sonrisa casi invisible, sus sentimientos, el amor de Anna." Una vez más vemos en juego la proyección. Esa frase, perfectamente, podría adaptarse a Marianne como reapropiación: "Me pregunto cómo he sido capaz de aceptar mi vida. En cómo he hablado, cómo me he movido, en mi mirada, en mi sonrisa casi invisible, en mis sentimientos, en el amor de Marianne..." Y, en ese sentido, llega el tercer y revelador punto que esclarece ese amor de Anna, y ese amor también de Marianne.

3) El relato del encuentro con su hija Marta en el psiquiátrico acompañado de las imágenes en las que Marianne le acaricia el rostro, y cuando al quitarle las gafas abre sus ojos como saliendo momentáneamente de su catatonia para encontrarse con los ojos de su madre - mientras suena de fondo la Sarabanda de Bach -. Añade entonces Marianne: "Entonces pensé en la enigmática sensación de que por primera y quizá única vez, en toda nuestra vida, me di cuenta, sentí, que estaba tocando a mi hija, mi niña..." Tremendas palabras de Marianne que ponen de relieve el que quizá es el tema esencial de la película: cómo las relaciones de los adultos entre sí, de pareja, de amantes, afectivas, ignoran en muchas ocasiones a sus hijos, y que todo ese aparente amor que se dice tener por la pareja, es un olvido, un desamor hacia los hijos, niños, adolescente, víctimas de manipulaciones, de abandonos, de sobrecargas y roles que no les tocan... Es una película que nos invita a reflexionar acerca de cómo es el amor por nuestros hijos cuando andamos tan enfrascados en nuestro amor, o desamor, por nuestras parejas o amantes. Cómo nuestros hijos son el resultado de nuestros desorden y caos afectivo.





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PELICULAS RELACIONADAS.


SECRETOS DE UN MATRIMONIO: Del hombre en falta y la mujer no-toda.
(Ingmar Bergman, 1973)

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DECÁLOGO IV: Honrarás a tus padres. El Edipo honrado.
(Krysztof Kielowski, 1990)

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THE DARK: El complejo de Edipo en la niña.
(John Fawcett, 2005)

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[1] Podéis ver el documental en youtube: https://www.youtube.com/watch?v=HqTRUQe-bAc
[2] Llevador, Laura. Interpretando a Antígona (Carmen Revilla eds). Ediciones UOC.
[3] Paul Duncan & Benji Wanselius. Los Archivos personales de Ingmar Bergman. Saraband (2003). Taschen, pág. 201