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lunes, 24 de febrero de 2025

LA SUSTANCIA (Coralie Fargeat, 2024): del Yo Ideal y la Sombra en la identidad con el cuerpo.

 

Todo lo que es profundo ama la máscara; las cosas más profundas de todas sienten incluso odio por la imagen y el símil. (Friedrich Nietzsche - Más allá del bien y del mal -)

Cuando vi La sustancia (Coralie Fargeat, 2024),  pensé  que estaba viendo una versión moderna, y adaptada a los tiempos y problemáticas que corren hoy en día, de "El extraño caso del Dr. Jeckyll y Mr. Hide" de Robert Louis Stevenson, cuya historia transcurría, y se correspondía, con las caracteristicas de la sociedad victoriana de su tiempo (Pulsa aqui para ver el comentario en este blog). La dirección de Fargeat en la representación de la tensión entre dos opuestos, en este caso entre los personajes de Elisabeth y Sue, es muy interesante, en especial por el contraste constante entre las imágenes de diseño, de glamour y sexualizantes, aunque carentes de alma y vacías, y lo grotesco y repulsivo que le da a su película una dimension esperpéntica muy adecuada para reflejar esa tiranía interna que comporta el servicio a la imagen, y que le exige a una mujer ser un cuerpo perfecto, de hecho, SER SOLO CUERPO, exigencia que se corresponde también a esa demanda que nuestra sociedad alimenta y refuerza.

Excelentes interpretaciones de sus dos protagonistas, especialmente de una Demi Moore entregada en su papel de Elisabeth Sparkle, una actriz de gloriosos tiempos pasados, que lleva un programa de televisión de ejercicios aeróbicos, y tambien destacar a Margaret Qualley como Sue en su "otro yo", en ese tópico tan caracteristico de ciertas propuestas de nuestra sociedad capitalista de aquello de sacar "la mejor version de ti", es decir: "la mejor auto-explotación de tí"

Los créditos de la película ya se inician con el momento en que se coloca en honor de Elisabeth una de esas placas en el conocido "Paseo de la fama de Hollywood", pero que, con el paso del tiempo, se va ensuciando, agrietando y envejeciendo, es decir, cayendo en el olvido.

I. EL CHOQUE CON LA REALIDAD.

Elisabeth, protagonista de uno de estos programas de ejercicios aeróbicos dedicados a cultivar el cuerpo, choca con la realidad al oir en el lavabo de hombres (al estar el de mujeres fuera de servicio) a su productor Harvey exigiendo a una mujer joven para substituirla alegando "cómo ha podido aguantar ahí tanto tiempo esa vieja... eso es... eso es el puto misterio." El esperpéntico productor, Harvey, que interpreta Dennis Quaid, se ajusta perfectamente a la visión capitalista a la que todo es reducido: un producto, y Elisabeth, como producto "joven y sexi" está acabada y amortizada, y por eso desechable,




Sus miradas posteriores frente a los espejos, en distintos momentos, lo dicen todo: es la mirada de quien se siente acabada y relegada a un inevitable olvido. A partir de este momento, se establecerá la tensión implicita entre las entidades que configuran nuestro mundo psíquico: la tensión entre el autoconcepto entendido en este caso como el yo ideal del psicoanalisis y la sombra, la personalidad repudiada descrita por Jung, y ambas mediadas por la presión ejercida por el superyó exigiendo al yo ser un yo ideal, ser "la mejor versión de tí".




Es aqui donde surge "la substancia", el producto que, al igual que con Jeckyll y Hide, permitrá a Elisabeth convertirse en Sue, su yo ideal, es decir, el cuerpo perfecto, joven y sexy; a la vez que ella misma quedará relegada a la sombra, el cuerpo desechable. De hecho, en esta película asistimos a la inversión de la obra de Stevenson: en ella se tratará de que de la sombra de Elisabeth emerja la máscara perfecta de Sue. 

Es interesante que en un usb donde se explica qué es "La Substancia", se especifica muy concretamente que: "Tú eres la matriz. Todo proviene de tí, y todo es tú. Esta es sólo una version mejor de ti. Compartís tu vida, una semana para una y una semana para la otra. Un equilibrio perfecto de siete días cada una. Lo que nunca debes olvidar es que las dos sóis una."

Y, sin embargo, de la misma menera como en Jeckyll y Hide, una vez definidos los personajes como la polaridad del yo ideal y la sombra, esta se tensará tanto que, poco a poco, "se olvidarán de que las dos son una", y así ambas se irán estableciendo como una dualidad irreconciliable.

II. CUANDO LAS DOS NO SON UNA: IDEAL DEL YO Y SOMBRA.

Efectivamente, la tensión que se establecerá entre el Yo-ideal-Sue y la Sombra-Elisabeth como consecuencia de la esclavitud que el superyó exige al yo para mantenerse como un yo ideal, pasará del equilibrio perfecto a un desequilibrio que, progresivamente será cada vez más extremo. Encabecé este comentario con una frase de Nietzche que ilustra exactamente lo que ocurrirá entre Sue y Elisabeth. Lo que empezará como "lo que es profundo ama la máscara" acabará en "odio por la imagen y el símil". He realizado el siguiente esquema para representar esta tensión:




Observemos que, atendiendo este pequeño esquema, la raíz del problema está en el punto o centro en el que se define la polaridas Yo ideal-Sombra. Efectivamente, esta es debida por la presión del superyó que EXIGE el yo ideal (el cuerpo perfecto, joven y sexy) y rechaza la sombra (el cuerpo envejecido, mayor y ya no tan atractivo). Es justamente esa presión la que llevará a a Elisabeth a tomar esta decisión, y que ya incluye el rechazo hacia quien ella es. El juicio despreciativo de Harvey en la escena del lavabo se convierte en el detonante del superyó de Elisabeth haciedo que ella misma se identifique con el juicio y la desvalorización de Harvey, que en el mundo psíquico de Elisabeth podemos definir como Superyó-Harvey. Este desequilibrio en la polaridad se nos mostrará como una mayor tendencia de Sue a romper la regla de los siete días ante su éxito y reconocimiento, lo cual causa un envejecimiento cada vez más monstruoso de Elisabeth. O dicho en clave psíquica, la mayor identificación de Elisabeth con Sue conlleva una percepción cada vez más distorsionada de la visión que tiene de sí misma.

Así vemos que en el primer desequilibrio de la regla de los siete días, el uso indebido de unas cuantas horas extras por Sue, conlleva en Elisabeth que un dedo se le envejece de manera grotesca. Llama entonces al numero de contacto de "La substancia" para ver como lo puede revertir, pero entonces vemos la realidad que implica el desequilibrio. Dice la voz tras el teléfono: "lo que se ha usado en un lado, se pierde en el otro. No hay vuelta atrás." 




De la misma manera empezamos a observar que ambos personajes parecen diferenciarse, que las dos ya no son una.  "No se en que estaría pensando ella, y evidentemente estaba borracha,,," - dice Elisabeth -, a lo que la voz repone: "Recuerda que no hay ella ni tu. Las dos sois una. Respetad el equilibrio y no tendréis más inconvenientes.." Como suele ocurrir en la realidad, el autoconcepto (aqui como yo ideal) y la sombra se escinden, y cada uno de ellos adquiere su propia autonomía, una autonomía esencialmente erigida en una contra la otra. Un encuentro con otro usuario de "la substancia" le pone en antecedentes de lo que le puede suceder: "Cada vez cuesta más recordar que tú también mereces existir. ¡Que esta parte de ti todavía vale algo! ¡¡ Que tú todavía importas!! Ella ya ha empezado a corroerte, ¿verdad'?"  

III. CUANDO LAS DOS SON DOS: CONFRONTACIÓN ENTRE LAS DOS ENTIDADES.

Y así será, y cuanto más crece el exito de Sue, más se diferencia de Elisabeth, y ésta más incómoda se siente con ella misma.  Lo vemos claramente cuando acepta una cita con un compañero de clase que la sigue considerando "la chica más guapa de todo el mundo", y que al arreglarse y mirarse al espejo empieza su calvario particular al compararse con una Sue que yace dormida, la imposibilidad de sentirse bien con ella por más que lo intenta (se retoca y se retoca), pero ante el espejo nada es comparable con el yo ideal que Sue representa. La consecuencia es que acaba no yendo a la cita que tenía con él compañero. Por decirlo en base al esquema que hemos presentado, el yo de Elisabhet se desvaloriza  anthe el yo-ideal-Sue.




Como en Jeckyll y Hide, la progresiva tensión de las dos personalidades opuestas seguirá  evolucionando hasta llegar a un punto de máxima tensión en la que por decirlo de una manera, el yo de Elisabhet sufre una escisión que deriva en dos identificaciónes que se contradicen, por un lado la identificacion con Yo-ideal-Sue, por el otro la identificación con Sombra-Elisabhet. Eso es lo que Elisabeth ya no puede controlar, que su excesiva identificación con Yo-ideal-Sue, la lanza al mismo tiempo con una mayor identificación con la sombra. alejándose cada vez más la una de la otra. Su yo está cada vez más escindido. Así hasta llegar al momento que Nietzsche nos dice, el del "odio par la imagen y el simil.

Así, y en el siguiente desequilibrio Sue se toma un día más de los siete, lo cual tendrá un efecto catástrofico para Elisabeth, quien retorna muy envejecida:




La escisión se manifiesta cada vez más, y así ante su disgusto la voz le propone dejarlo:

Voz: ¿Quieres pararlo?
Elisabeth: ¿Cómo?
Voz: Eres la matriz. Si no estás satisfecha puedes poner fin a la experiencia. Volver a ser tu sola. ¿Quieres pararlo?
Elisabeth: ¿Todo volverá ser como lo de antes?
Voz: Lo que se haya transferido no volverá, pero puedes pararlo ahora mismo. ¿Quieres pararlo? Volver a ser únicamente tú sola.

Y aquí es dónde observamos esa doble identificacion en la que a más entregada al yo ideal más abismada en la sombra. De hecho Elisabeth decide no pararlo al no poder sostener aquello que se ha convertido como Sombra-Elisabeth:

Elisabeth: No. no. no. no... No puedo pararlo... El equilibrio se debe respetar.
Voz: Pues respétalo (y cuelga el teléfono)



La voz vuelve una y otra vez a que son una, mientras Elisabeth y Sue se ven mutuamente "como otra distinta" y, ya no solo como otra distinta, si no que siguiendo las palabras de Nietzsche, el odio mútuo empiezanos a instalarse entre el ellas-una.

III. EL ODIO Y LA NECESIDAD.

Sin tregua se instala el odio entre ambas. Yo-ideal-Sue, en un programa de television habla del antiguo programa de Elisabeth con sorna y desprecio: "Ya sabes que no somos exactamente de la misma generación - risas -. Y hay que reconocer que era un poco anticuado: Fitness-Jurassic - más risas -. 




Esto desatará la venganza de Sombra-Elisabeth, quien dejará el apartamento de diseño en el que vive hecho una verdadera porquería de comida cocinada, platos sucios, basura, etcétera. Un claro ejemplo de lo que podríamos considerar el estado del yo de Elisabeth producto del conflicto entre su yo-ideal y su sombra. Tras esto podemos ver la naturaleza de la violencia, producto del odio y el rechazo, que se establece en nuestro propio mundo psíquico. Observemos que siendo "la misma", siendo "una" ambas personalidades actúan como absolutamente distintas y con un rechazo cada vez más profundo entre ellas... Así Yo-ideal-Sue, tras encontrarse el apartamento en ese estado reacciona con la misma violencia que Sombra-Elisabeth, y golpeándola grita: "¡No puedo volver a entrar en ella. Repugnante, gorda, vieja, asquerosa...!". 

El tercer desequilibrio de 7 días para cada una es ya muy grave. Después del episodio del apartamento, Yo-ideal-Sue al no querer entrar de nuevo en Sombra-Elisabeth extrae fluido estabilizador para más tiempo. Y así pasan 3 meses hasta que se le acaba el fluido y es ella quien entonces se desmorona... Como consecuencia debe entrar de nuevo en Sombra-Elisabeth, quien entonces retorna con un cuerpo monstruoso...




Y la historia se repite. Sombra-Elisabeth quiere terminar con la duplicación y destruir a Yo-ideal-Sue y, sin embargo, y llegado el momento, no puede hacerlo. Aparece la voz diciendo: "¿Estás segura? Cuando pares no podrás volver atrás. Simplemente te quedarás sola. ¡'Tú sola, sola, SOLA!!" Finalmente, vuelve a suceder que terminar a Sue es quedarse ella sola como la matriz, pero con todas las pérdidas que lo transferido a Sue comportan, es decir, quedarse sola como un monstruo. A pesar de todo el odio que siente por ella, a la vez la necesita: "No puedo, no puedo hacer esto. Te necesito porque ya no me soporto. Tienes que prepararte. Es nuestra gran noche. Vamos, les va a gustar mucho." Al final Yo-ideal-Sue despierta y se produce el encuentro entre ambas.



Encuentro terrible en la que Yo-ideal-Sue acaba matando a Sombra-Elisabeth poniendo de relieve la violencia que, en muchas ocasiones, el superyo o el autoconcepto, que se ve como yo-ideal, ejerce sobre la sombra, y viceversa y, finalmente a uno mismo.

IV. CUANDO LAS DOS DE NUEVO SON UNA: JUNTAS Y REVUELTAS.

Pero como las dos son una, con la muerte de Sombra-Elisabeth empieza el deterioro del Yo-ideal-Sue. En el gran momento de presentar el programa de fin de año, Yo-ideal-Sue se empieza a deteriorar pues ya no dispone, sin Sombra-Elisabeth, de estabilizador.  

En su desespero, se inyecta el activador (la substancia) para obtener "una mejor version de sí misma". Sin embargo, al no ser ella la matriz, el resultado es ahora totalmente opuesto, deviene como un monstruo, o como se dice en la película: el monstruo ElisaSue.

Creo que es significativo que ese monstruo tiene un inconfundible parecido con. "El hombre elefante" de la película de David Lynch - 1980 - (pulsa aqui para ver el comentario de esta película), salvo que el sentido es distinto. Efectivamente, mientras en el hombre elefante lo que se oculta tras las deformidades es un alma sensible y bella, llena de delicadeza y sutilidad que reclama su humanidad, en el de ElisaSue no vemos más que la necesidad a todo trance de ser reconocida como la gran estrella de la television... Es impactante y grotesca cuando la vemos colocarse los pendientes y el largo vestido azul de fiesta para, finalmente, ocultar su rostro con el de una foto de Elisabhet.


El final de la película no solo representa al horror de ElisaSue perdida en su violencia y caos interno, si no también el horror de una sociedad que en nombre de las audiencias y del show más patético mercantiliza el cuerpo de la mujer. Es en este sentido que cabe entender la orgía de sangre final (que nos recuerda también la película de Carrie -(Brian de Palma - 1976 -), sangre que corresponde a la sangre exprimida de ElisaSue que se extiende por encima de tosdos los productores, consejos de dirección, accionistas, y también del público que sostiene todo este mundo de la imagen sin alma ni sentido, simplemente de pura explotación. 




Y así, en el último momento, vemos el rostro de Elisabhet en el centro de una masa amboidal arrastrarse sobre la estrella de la fama alucinando su éxito y la fama...



V. SOBRE EL ESPERPENTO.

El esperpento fue un génerol literario popularizado por el novelista, dramaturgo y poeta   Ramón María del Valle Inclán. Su característica principal es la exageracion o deformación grotesca de la realidad, o de algunos de sus aspectos, con un fín crítico en el orden social. Si lo reflexiónamos desde ciertas técnicas que se utilizan en psicotérapia, como la técnica de la exageración, su sentido es poner de relieve aquello que solo a través de su amplificación puede, paradójicamente, darnos una idea de su verdadera dimension, o como dicen algunos de sus comentaristas: Una de las reflexiones más importantes que plantea la creación esperpéntica es si se trata de una imagen deformada de la realidad, o si se trata de la imagen fiel de una realidad deforme. Generalmente, el esperpento iba acompañado de un cierto sentido trágico que caracteriza el destino de sus protagonistas, como es el caso de Elisabeth Sparkle. Bien puede aplicarse este concepto a la película que aquí comentamos, un ejemplo de lo que podemos ya llamar "el esperpento cinematográfico".


PELÍCULAS RELACIONADAS
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Pulsa sobre el título para acceder a ellas.













































lunes, 25 de noviembre de 2019

ALICE (Woody Allen, 1990): Reflexiones en torno al animus femenino.

Alice (Woody Allen, 1990) es, a diferencia de películas como "Interiores"(1978), September (1987) u "Otra mujer" (1988), una película que podríamos denominar como una comedia de trasfondo bergmaniano. Alice es considerada una obra menor dentro de la filmografía de Allen, opinión con la que yo no estoy nada de acuerdo. Alice pone de relieve el genio del director tratando un tema complejo en el que mezclando la profundidad con la comedia, un tratamiento que no es gratuito sino con toda la intención, logra comunicar algo que es muy difícil de comunicar.

A diferencia de "Otra mujer", Alice (Mia Farrow) aborda la crisis de una mujer burguesa de moral católica que lleva una vida insípida y aburrida, que transcurre entre salones de belleza, tiendas de lujo, cotilleos con las amigas, entrenador personal, los hijos (asistida por un canguro, doncella y cocinera) y Doug (William Hurt), su marido, un adinerado financiero, tan insípido y aburrido como la vida que lleva. De hecho, Doug parece ese tipo de hombre que mira una mujer como la madre de sus hijos (a los que él, ocupado en otros quehaceres, claro está, no atenderá). De hecho, en una escena retrospectiva, le dice: "Cásate conmigo, ten a MIS hijos, vive a mi lado y se la señora de Douglas Tate". Toda una declaración ideológica y de intenciones.

A pesar de su dimensión de comedia, o precisamente por ella, Alice nos permite reflexionar sobre el difícil concepto de Animus que Jung desarrolló como el arquetipo compensatorio de lo masculino en la mujer. Para diferenciar el concepto de anima en el hombre y animus en la mujer me parece importante citar las siguientes palabras de la analista junguiana Barbara Hannah, quien se ocupó larga y profundamente de la temática del animus:

Podría decirse que cuando un hombre asume el problema de su anima, está tratando de hallar la imagen femenina colectiva heredada, que existe en su propio inconsciente, con cuya ayuda es  capaz de comprender la naturaleza de la mujer [...] Al mismo tiempo el encuentra su propia función de relación con el inconsciente. Por lo tanto, en su búsqueda del anima, la meta del hombre es en el fondo hallar la función de relación que siempre ha proyectado en la mujer. La meta de la mujer, por otra parte, es hallar la imagen colectiva heredada del espíritu o mente que siempre ha proyectado en el hombre. La mente femenina - en la medida en que es inconsciente - es autónoma, y está proyectada hasta un extremo casi increíble, aunque ella usualmente no se da cuenta de este hecho. [1]

y de la misma manera, hace también la función de relación con su inconsciente:

Es obvio que el animus [...] es particularmente apropiado para ser un agente de enlace, por decirlo así, entre el consciente e inconsciente. [2]

Alice y Doug.
Veamos ahora que nos dice la película de Woody Allen.

I. COMO SIEMPRE, TODO EMPIEZA CON UN ENAMORAMIENTO INESPERADO.

Efectivamente, Alice ve perturbado su aparentemente mundo seguro por el encuentro inesperado con Joe (Joe Mantegna), un hombre que le atrae de inmediato. Esa fuerte atracción será el inicio de su proceso de cambio. Una atracción, de hecho un enamoramiento que, como en muchas ocasiones, será el detonante para un cambio que nada tiene que ver con el cambio de pareja, sino con un cambio de actitud y de orientación en la propia vida. De hecho, un enamoramiento como el de Alice es siempre una oportunidad y un riesgo. Una oportunidad para conocerse mejor, para cuestionarse la actitud hacia la vida, o un riesgo para seguir huyendo hacia adelante. Muchas veces no es una nueva pareja lo que nuestra vida necesita, sino conocer mejor nuestras motivaciones, deseos y necesidades, apreciar mejor que es aquello que sentimos por nosotros mismos. Dice Aldo Carotenuto:

... cuando uno simplemente salta de una relación superficial a otra, eludiendo el encuentro profundo, esto por lo general puede ser interpretado sicológicamente como una dificultad en la relación con uno mismo. En efecto, al negarnos a ceder al amor, nos privamos de una preciosa oportunidad para el autoconocimiento. Sólo si acepta­mos nuestra vida emocional como es, podemos comprendernos a nosotros mismos. Nuestra indignidad y perversidad sólo afloran en el encuentro íntimo con el otro. [3]

Joe y Alice

- Los estadios del animus.

Jung ,al igual que con el anima masculina, destacó cuatro fases para el animus femenino: El Phallus, el más primitivo, en la que para la mujer el hombre es el objeto generativo, el fecundador, el suministrador de la semilla que da a la mujer aquello que desea: un hijo. Es una visión muy frecuente en las mujeres que sólo se conciben sólo como madres. En segundo lugar tenemos al marido, en la que el hombre es considerado fuente de refugio y protección. Puede ser más o menos hostil y puede ser que sólo tenga importancia por esas cualidades. En tercer lugar tenemos al amante, el hombre que para la mujer se caracteriza por estar centrado en ella, y ella en él, que ya no es un simple suministrador de semillas fecundadoras y proveedor de seguridades y estabilidad, sino de algo que va más allá, que va al núcleo del alma. Podemos observar esa definición del animus como amante cuando Alice le dice a una de sus amigas: "No me lo he podido quitar de la cabeza [...] Y tampoco es tan guapo... Fue más bien como me miró." Es ese como me miró - y como le miré - que va al núcleo del alma, ese mutuo centramiento entre amantes, ese ver más alla de lo objetual y práctico. Finalmente tenemos en el cuarto estadio a Hermes, que dirige a la mujer hacia una especial relación de afinidad y amor con el misterio de la vida - llámese este dios, tao, manitú, nirvana, etcétera –.

Podemos ver claramente que Alice se halla en el estadio del marido y que, con la aparición de Joe, empieza a entrar en el estadio del amante, entrada no exenta de tensión dada su persona configurada a partir de introyecciones propias de la moral católica. Barbara Hannah nos dice nuevamente:

él es quien prepara el siguiente paso, que es Hermes. Aquí, el dios ya aparece presagiado en el amante. En un texto de Yoga se diría que desde este centro inferior, o desde el amante, ya se está mirando hacia arriba. Contemplas la figura del dios desde la posición del amante, tal como puedes ver al amante desde la posición del esposo. [4]

Joe configura la figura del animus como el amante, contrapuesto a la de Doug como el marido. Y es aquí donde también, como anuncia el amante, que aparecerá el animus como Hermes (no en vano el dios olímpico mensajero, de las fronteras y de los viajeros que las cruzan) y, por lo tanto, como un psicopompo, un guía entre el consciente y lo inconsciente.

II. EL ANIMUS COMO GUÍA: EL DOCTOR YANG.

A raíz de un dolor de espalda, Alice acudirá a un acupuntor chino llamado Dr. Yang (Keye Luke), quien hará las funciones del animus como Hermes, como ese guía que ayuda a cruzar las fronteras que van de lo consciente a lo inconsciente, a ir y a volver de esos espacios psíquicos. El Dr. Yang - un animus que se presenta como una de sus imágenes conocidas como sanador y guía -, le dice que su problema no está en la espalda sino en su cabeza. En estado hipnótico Alice dice de su relación con Doug:

Yo soy la esposa, claro, yo cuido de los niños, doy cenas a los amigos, decido a que fiestas ir. Intento estar guapa para que tus amigos te feliciten. Me he vuelto una de estas mujeres que van de compras todo el día y al pedicuro, pero yo puedo hacer más, puedo ser más [...] Quiero hacer algo en mi vida antes de que sea tarde [...] Ahora me paso horas intentando retener mi juventud y él no se entera [...] Estoy en una encrucijada, estoy perdida...

Efectivamente, Alice se halla en una encrucijada, es decir, un punto de complejidad, pues es un punto de decisión y que, no obstante, es también el lugar de la esperanza: el camino que hasta ahora había seguido no es una camino cerrado; la encrucijada con la que se enfrenta le ofrece una nueva oportunidad de elegir la buena vía, la vía de su propio camino.


Alice y el Dr. Yang.

Después de sacarla del estado de hipnosis e indicarle que no recordará nada, el Dr. Yang, mediante el uso de distintas "hierbas mágicas" ayudará a Alice a cruzar la frontera de su propio mundo interno.

En primer lugar, y con las primeras hierbas que la administra, logra que Alice venza sus creencias y contacte con Joe mostrándose sumamente seductora y atrevida. Quedará para encontrarse con él, pero luego no se atreverá. A su vez empieza a mostrar a Doug su necesidad de volver a estudiar, aunque este menosprecia e ignora su inquietud.

En segundo lugar, otras hierbas que le administra, le permiten hacerse invisible, lo que le permitirá "observar" más de cerca a Joe, descubriendo que aun se relaciona con Vicky (Judy Davis), su ex-mujer.

III. RECORDANDO LA PASIÓN: EL FANTASMA DE ED.

Las tercera hierba que el Dr. Yang le administra le permite contactar con el fantasma de Ed (Alec Baldwin), un amor por el que sintió ese "algo especial" que siente ahora por Joe, y que tras separarse, al cabo de un tiempo, falleció en un accidente de automóvil. Ed la ayuda a volver a quedar con Joe, y en una escena muy bonita revive el apasionamiento que sintieron en aquellos días jóvenes y la falta de pasión de Doug (Ahora me paso horas intentando retener mi juventud y él no se entera). Y, no obstante, ¿qué decir de la pasión? La pasión es importante cuando se sustenta sobre el amor, cuando la pasión se sustenta sobre su propia intensidad se transforma en sufrimiento. No es la pasión sustentada por el amor sino el amor a la pasión. No se ama a nadie en concreto sino que se ama amar, o más concretamente, se ama estar enamorado.

Cuando la pasión se sustenta en el amor hacia la persona que amamos se transforma con el tiempo en ilusión por el camino conjunto  y aquello que nos depara, se transforma en complicidad, en compartir, en una actitud sobre como encarar los problemas a los que una relación comprometida nos lanza, en como enfrentar la rutina que amenaza la relación y que, como decía Kierkegaard, implica una actitud  de recreación constantemente sobre lo que hay. Es decir, todo lo que Alice y Doug no tienen, si alguna vez lo tuvieron. Efectivamente, la pasión sustentada en el amor es muy distinto del amor a la pasión.

Ed y Alice.
Alice y Joe empiezan a verse para charlar y compartir algunos momentos, si bien Alice vuelve a ser víctima de sus remordimientos por mentir a Doug.

IV. ¿QUIÉN FUI, QUIEN SOY?: LA VUELTA A CASA.

Tras salir del coche de Joe atormentada por sus remordimientos, Alice vuelve a la casa del Dr. Yang, fuera de horas. Allí le encuentra con varios personajes que están fumando opio. Yang le dice que se relaje y la incita a fumar - sin saber Alice qué fuma -, se relaja y se queda dormida y tiene un curioso sueño que la guía  hacia casa de sus padres. Allí asistimos a dos momentos:

1) Al llegar encuentra la casa descuidada y envejecida (símbolo de la deconstrucción de la historia familiar). Allí encuentra a su hermana Hellen (Holland Taylor), con la que se mantienen en distancia por su manera distinta de ver la vida. Vemos el siguiente diálogo entre las hermanas:

Hellen: Eres igual que mamá.
Alice: Si... He pensado mucho ultimamente en nuestros padres. ¿te acuerdas cuando papá cortaba nuestras tartas de cumpleaños con su sable?
Hellen: ¿Tu te tragabas estas batallas?
Alice: Era un héroe naval.
Hellen: Por favor... Era un petardo, y mamá una borracha.
Alice: Vamos, no digas eso.
Hellen: Bien... ¿Con quién le estas engañando?
Alice: No le estoy engañando... Físicamente no, por lo menos todavía.
Hellen: Probablemente sigues creyendo en lo que nos enseñaron las monjas del sagrado corazón.
Alice: Mis días de católica terminaron a los dieciséis años.
Hellen: Mis días de católica acabaron cuando mi madre encontró mi diafragma.
Alice: Pero la música era preciosa, verdad, y los ritos...

Se apunta aquí la diferencia que hay entre lo que creemos y lo que las cosas son. De la misma manera que la visión de los padres de Alice no es la misma que la de Hellen, una cosa son las formas de la religión, y otra bien distinta sus dogmas y la manera en que reclama su ejercicio. De la misma manera una cosa es lo que creemos ser y otra es lo que somos. En un imagen surrealista típica de Woody Allen, aparece un confesionario delante de la casa paterna, Hellen la invita a que se confiese...

Alice se confiesa.

2) Entramos en la segunda parte del sueño. En la confesión nuestra protagonista entra de lleno en una pregunta que muchos nos hemos hecho alguna vez: ¿Cómo he llegado a ser lo que soy cuando, en realidad, quería ser otra cosa? ¿Quién fui y quién soy ahora? ¿Qué pasó?:

Mi hermana tiene razón en muchas cosas. Sí que me parezco a mi madre. A veces pienso que no estoy inculcando a mis hijos los valores que debiera. Que les hago mal protegiéndoles de las cosas que más importan. Cuando era pequeña [...] quería dedicar mi vida a ayudar a los demás, a cuidar a los enfermos y a los ancianos. Nunca era más feliz que cuando podía ayudar así a alguien. ¿Qué pasó? ¿A dónde se fue esa parte de mí? Y ahora hasta mi matrimonio... Estoy hecha un lío.

Observemos como a través de este sueño, el enamoramiento de Alice hacia Joe introduce un factor fundamental que ya no tiene tanto que ver con enamorarse, esforzarse por ser deseada y amada, etcétera, sino que tiene más que ver con el ser de Alice. Es algo que le dirá a Joe en otro de sus encuentros, cuando éste le plantea "dar marcha atrás una temporada" y que "no quiere ser fuente de problemas" para ella, a lo que esta le contesta: "No se trata de ti, se trata de mí. Se trata de saber quién soy y quién fui una vez. estoy intentado descubrir quién soy." Finalmente la relación con Joe continua hasta que, finalmente, se acuesta con él.

Entre tanto aprovechará para estrechar la relación con su hermana y recuperar la relación con ella, así como también empezará un curso de escritura, pues contacta con que, ya de pequeña, le gustaba escribir. Como vamos viendo no se trata sólo de Doug y de Joe. Su relación con ambos es lo que la está llevando a la relación más importante, aquella sin la que no hay verdaderas relaciones, a la relación con ella misma.


Hellen y Alice.

V. DESVELANDO EL VELO DE LA IDENTIFICACIÓN.

La siguiente visita al Dr. Yang supondrá el tratamiento del espíritu creativo que Alice siente que le falta. Tras la toma de las nuevas hierba se le aparecerá su Musa (Bernardette Peters), quien con la excusa de como abordar su creatividad seguirá desvelando el velo que mantiene con relación a personajes en quien confía. Primero con su amiga Nancy (Cibyll Shepherd), una "amiga" que examina guiones para televisión, luego con su profesor de literatura y, finalmente, y esto es importante, con Dorothy (Blythe Danner), su madre, sobre quien le propone hacer un guión sobre la base de que los perdedores son más interesantes. Alice se opone a esa idea, pero la Musa continua: "Estás muy a la defensiva, es un buen tema, te lo digo yo. Ya se que tú la tenías idealizada, pero hay que ser un poco más realista." Y la respuesta de Alice es importante porque revela la repetición de aquello que su madre hizo: "Trabajó en el cine e hizo dos o tres películas, y entonces conoció a papá, y papá la convenció de que lo dejara. Después de estas palabras entra en escena la madre, quien le aclara las cosas:

Yo nunca fui más que una cara bonita. El estudio dejó de llamarme [...] Cuando el estudio me dejó de llamar tuve la suerte de que apareció tu padre. Estaba acostumbrada a que alguien se ocupara de mi. Me hubiera matado sino llega a ser por él. Por eso es tan importante casarse con un hombre acomodado, no con un pintor bohemio de izquierdas en sus comienzos.

Veamos aquí el mecanismo de la identificación en toda su expresión. Alice, prácticamente, cumple ese aspecto de dependencia materna que coincide exactamente con el animus como marido, el suministrador de seguridad y protección. Recordemos que la identificación es el proceso psicológico mediante el cual un sujeto asimila un aspecto, una propiedad, un atributo de otro y se transforma, total o parcialmente, sobre el modelo de éste (Laplanche y Pontalis). Queda clara la identificación de Alice con su madre, así como la dimensión de su animus ligado al padre como marido protector.


La Musa y Alice.

La posterior utilización de las hierbas que la hacen invisible - y que comparten con Joe - le permitirán observar como sus supuestas amigas cotillean despiadadamente sobre ella, y lo más grave: que Doug tiene una amante.

VI. CAMINANDO HACIA EL PROPIO CAMINO.

Tras descubrir a Doug, Alice ve a Joe para decirle que se va a separar de su marido, a lo cual Joe le responde que, después de haberse colado - gracias a las hierbas de la invisibilidad - en la sesión de psicoanálisis de su ex-mujer, y descubrir que aun le quiere, cree que debe volver a intentarlo. Con los dos golpes recibidos vuelve entonces a la consulta del Dr. Yang, a quien le comunica su problema con su marido (alguien que me quiso ya no me quiere) y su amante (un hombre que conocí hace poco y por el que llegué a sentir algo importante, ahora no le intereso).  Por su importancia transcribo el diálogo de Alice con Yang, no tiene desperdicio:

Yang: El amor es una emoción muy compleja. Seres humanos imprevisibles. Emociones no tienen lógica. Donde no hay lógica no hay pensamiento racional. Donde no hay pensamiento racional puede haber mucho romance, pero tambi´n mucho sufrimiento.
Alice: Ahora me siento a la deriva, como si no tuviera ataduras. Hace poco tenía una vida rutinaria, con sentimientos que entendía, un marido, un hogar.
Yang: Señora Tate tenía ilusión de felicidad. Tras observación más atenta no muy sincero marido, NO MUY SINCERA CON SÍ MISMA.
Alice: Tengo miedo
Yang: Libertad, sensación que da miedo
Alice: ¿Puede ayudarme antes de irse?

Yang le da entonces unas hierbas que funcionan como un filtro amoroso que puede enamorar a quien ella quiere (a su marido, a Joe...) y le indica algo que nos explica porque Yang debe partir: "Hierba es potente. Elección de usted. Use con prudencia." Si, ese es el paso que ahora debe dar, un paso que sólo ella puede dar, debe elegir... sobre su vida. Debe decidir sobre esa encrucijada en la que se halla. Yang finaliza con una sutil observación final:

Creo señora Tate tiene más claro quién es que antes de acudir al Dr. Yang. Quienes son amigos o no son. Quién es marido, amante, hermana, madre... Cuales sus necesidades, sus límites, sus talentos. Cuales son sus sentimientos más profundos. NO TIENE TODAS LAS RESPUESTAS, PERO TIENE MÁS CLARO. ¿No? [...] AHORA DEBE DECIDIR QUE CAMINO TOMARÁ SU VIDA.

Genial síntesis de aquello que nos afecta a todos los seres humanos. Sin tener más claro de como nos percatamos a nosotros mismos, difícilmente percataremos adecuadamente nuestro entorno y las relaciones que mantenemos con ese entorno. Hay respuestas que sólo hallamos cuando nos atrevemos a afrontar la vida previo habernos afrontado a nosotros mismos. El Dr. Yang, como animus Hermes, lleva a Alice a comprender el velo con el que contempla su vida y su entorno, y tras su desvelo inicia el verdadero camino que tomará su vida.

Alice comprende, finalmente, que utilizar las hierbas no es más que perpetuar aquello que aprendió de su madre. Y entre la posibilidad de re-enamorar a Joe, o a Doug, o a otros, elige seguir su camino - resoluciona la encrucijada, elige -. Finalmente se separa de su marido - ante su estupor - para viajar a la India y conocer a la Madre Teresa de Calcuta, para independizarse (sin su cocinera, su chofer y su doncella - como dice una de sus amigas -) y trabajar en beneficencia y dedicar todo su tiempo libre a sus hijos. El animus, como Hermes, dirige a  Alice hacia esa especial relación de afinidad y amor con el misterio de la vida... La película acaba con una bella imagen en la que la vemos columpiando alegremente a sus hijos. Como dice una de sus antiguas amigas: "Quienes la han visto dicen que es otra mujer".


Alice...

_____________________
[1] Hannah, Barbara. El viaje interior. Ensayos sobre psicología junguiana. Fata Morgana, pág. 162
[2] Ídem anterior, pág. 175
[3] Carotenuto, Aldo. Eros y Pathos. Matices del sufrimiento en el amor. Ed. Cuatro Vientos, pág. 100
[4] Hannah Barbara. The animus. The spirit of inner truth in women (Vol. 1). Chiron Publications. Polarities of the psyche, pág. 105

jueves, 21 de junio de 2018

PERSONA (Ingmar Bergman, 1966): el silencio como espejo - análisis psicológico -


Ingmar Bergman produjo una de las más grandes, emocionantes y arriesgadas obras del cine moderno en cualquier parte del mundo. Desde Crisis en 1946 hasta Saraband en el 2003, refinó constantemente su forma de contar historias y personajes, cambió y amplió su visión del mundo y creó el suyo propio como hacen los grandes artistas. Me considero afortunado por haber vivido durante sus años más prolíficos como director. Pudimos seguir su admirable progreso desde un Verano con Mónica a Fresas salvajes, a otro nivel con Persona Gritos y susurros hasta su obra maestra, Fanny y Alexander y, como colofón extraordinario, Saraband. Es maravilloso poder mirar atrás y redescubir esas películas para los más jovenes. (Martin Scorsese) [1]

Volvemos a mi estimado Ingmar Bergman ahora con Persona (1966), una de los obras fundamentales de su filmografía y de la historia del cine con la que se nos sumerge de lleno en el tema de la identidad y del reconocimiento a través del otro. Obra maestra no sólo por su argumento sino por la belleza fascinante de su blanco y negro (Sven Nykvist) y sus sugerentes y significativos primeros planos. Interpretaciones sobresalientes de Bibi Andersson en el papel de la enfermera Alma y Liv Ullman en el de la actriz Elizabeth Vogler, Persona nos narra una extraña historia de simbiosis y vampirización entre estas dos mujeres.  Ensayemos ahora un explicación y reflexionemos ahora sobre su significado.

I. PERSONA Y MÁSCARA: Sobre los personajes de Elizabeth y Alma.

Para reflexionar acerca de esta película quizá sea importante empezar por destacar su título y su relación con el arquetipo junguiano del mismo nombre que víncula la persona con la máscara. Efectivamente, la etimología de persona viene del latín persona que definía la máscara que utilizaban los personajes teatrales. A su vez la persona del latín proviene del etrusco phersus proveniente del griego prospora (pros: delante y opas: cara, es decir, por delante de la cara). Por lo tanto, y tomando esta dimensión etimológica, ya podemos observar que la persona como máscara, como algo por delante de la cara, vela o pretende disimular algo que se halla detrás de ella: otra cara, otro rostro que la máscara precisamente oculta. Veamos como Jung define la persona en su dimensión arquetípica:


sin embargo, como su mismo nombre indica, la persona es tan sólo una máscara de la psique colectiva, una máscara que transmite la engañosa sensación de ser individuo y que, no siendo más que realmente un papel interpretado en el que toma la palabra la psique colectiva, hace que los otros y nosotros mismos pensemos que seríamos individuales.

Al analizar la persona, disolvemos la máscara y descubrimos que lo que aparentaba ser individual es en el fondo colectivo [...] En términos psicológicos, la persona no es en absoluto "real". La persona es un compromiso entre el individuo y la sociedad que tiene por objeto que "cada uno de nosotros aparenta ser". Cada uno de nosotros adopta un nombre, adquiere un título, ejerce una función, y es esto o aquello.  Como es natural, todas estas cosas son hasta cierto punto reales, pero en comparación con la individualidad del sujeto en cuestión su realidad es sólo secundaria, un mero compromiso en el que en ocasiones los demás participan en mucha mayor medida que él. La persona es una mera apariencia... [2]

- Sobre el personaje de Elizhabet Vogler.

Este texto de Jung tiene su traslación en el lenguaje de Bergman en el comentario que le hace la doctora (Margaretha Krook) que atiende a Elizhabet desde que cayó en el estado de silencio en el que se mantiene desde que dejó de hablar en una representación de Electra , y que tras descartar cualquier causa fisiológica o neurológica, le prescribe retirarse a una casa en una isla con una enfermera que la cuidará y de la que la doctora es también supervisora (Alma). Sus palabras son:


¿Crees que no lo entiendo? El desesperado sueño de la realidad, no de lo aparente sino de lo real. Consciente en todo momento, vigilante ante el abismo que hay ante lo que eres para los demás y lo que eres para tí misma. La sensación de vértigo y el deseo constante de ser descubierta por fin, de quedar expuesta en evidencia, quizá incluso aniquilada. Cada tono de voz oculta una mentira, cada gesto una falsedad, cada sonrisa una mueca. ¿Suicidarse...? No, no... Es muy feo. No es tu estilo, pero puedes quedarte inmóvil, en silencio, así al menos no mientes y puedes aislarte en tí misma, sin interpretar ningún papel, sin tener que exteriorizar gestos falsos. Eso crees, pero la realidad es retorcida. Tu escondite no es en absoluto hermético, la vida se filtra por todas partes. Te ves obligada a reaccionar. Nadie te pregunta si lo tuyo es real o irreal, si eres auténtica o eres falsa. Ese extremo sólo tiene importancia en el teatro y, a veces, ni tan siquiera allí. Yo te entiendo Elizhabet, entiendo tu silencio, tu inmovilidad, que refuerzes tu voluntad con ese fantástico sistema. Te entiendo y te admiro. Creo que deberías seguir en el papel hasta agotarlo por completo. Hasta que deje de ser interesante. En ese momento podrás dejarlo poco a poco... como tus otros papeles.


Liv Ullman (a la izquierda) como Elizabeth Vogler
Hay una escena sumamente significativa cuando en su habitación del hospital Elizabeth contempla escenas del horror de la guerra de Vietnam. Se observa su profunda inquietud ante ese horror (toma figura en la televisión la escena de un bonzo ardiendo)... De repente se hace mayor la densidad del horror ante esa dimensión cruel de la vida. Hay algo en ella que ya nos sugiere lo que parece atenazar a Elizabeth: el miedo a la vida. Como si más allá de la máscara tan sólo aguardara el horror del sinsentido. De hecho unas escenas más adelante, ya retiradas ambas en la casa de la isla, Alma le pregunta si está de acuerdo sobre el el texto de un libro que está leyendo (y que nos recuerda las dudas del caballero Antonius, el cruzado protagonista de la película ya comentada en este blog El septimo sello). Al final Elizabeth afirma con la cabeza su acuerdo sobre el texto que dice:

... la dolorosa conciencia de nuestra condición terrenal erosiona lentamente la esperanza que tenemos depositada en la salvación eterna. El combate entre la fe y nuestras dudas ante la oscuridad y el silencio es una de las pruebas más terribles y definitivas de nuestro abandono, de nuestro aterrador e impronunciable conocimiento.

La afirmación de Elizhabet a este texto confirma el estado de desorientación que la aqueja y la mantienen en ese estado de retiro y aislamiento que no es más que su miedo, o más que miedo terror a la vida. Para los gestálticos este es un conocido estado que Fritz Perls definió en su conocida metáfora del proceso terapéutico como el de ir pelando una cebolla e ir atravesando sus capas. A una de esas capas Perls las llamó "substrato fóbico". Esta se caracteriza como aquel momento de desconcierto en la que nos damos cuenta de que ya no nos sirven los "recursos neuróticos" (la capa que Perls llama de Clichés y roles) a la vez que experimentamos un gran miedo a profundizar porque ya no sabemos (no controlamos) donde nos dirigimos tanto hacia nosotros mismos como en nuestra relación con el mundo. Es un momento de miedo y desconcierto... en ocasiones de caos. Dice Jung al respecto, y en una aproximación muy parecida a la de Perls:

Cuando la orientación consciente se derrumba, lo sucedido no es cosa baladí. Se trata de un pequeño fin del mundo, en el que todas las cosas retornan una vez más al caos de los comienzos. Uno se siente expuesto, desorientado, como un navío sin gobierno entregado al capricho de los elementos. [3]

Hallamos a Elizabeth Vogler perdida en esta capa, presa de este profundo miedo a la vida, presa de su terror hacia ella que no es más que también miedo a sí misma, presa, finalmente,de una nueva máscara como bien le indica la doctora.

- Sobre el personaje de la enfermera Alma.

A estas palabras de la doctora que ponen de relieve la falsedad, a la vez que la realidad de la máscara, podemos añadir las palabras de Alma, su enfermera, quien nos describe perfectamente eso que Jung define como la engañosa sensación de ser individuo [...] no siendo más que realmente un papel interpretado en el que toma la palabra la psique colectiva.  Creo que de una manera un tanto simbólica, Alma hace su monólogo mientras parece aplicarse alguna crema en su rostro. Veamos:

Es extraño. Vamos por la vida de cualquier manera, sin detenernos a pensar. Me casaré con Carl Henrich, tendré hijos y los criaré. En mi interior lo tengo todo decidido. No hay nada que reconsiderar. Eso da seguridad, y además tengo un trabajo que me gusta. Eso es bueno, en otro sentido, pero es bueno... Si.

Bibi Andersson como la enfermera Alma
Es decir, Alma no es más que "aquello que se espera de ella", y a ello no ofrece grandes cuestionamientos, a pesar de que al final de sus palabras, en su tono de voz, emerge una cierta duda. La máscara, en su respuesta a lo colectivo, nos da seguridad, nos refugia en nuestro limitado mundo de "lo seguro".

Estos nos permite reflexionar dos consideraciones necesarias a realizar sobre el arquetipo de la persona. Por un lado esta su dimensión de identificaciones con los padres y también con los ideales colectivos, y que en el caso de Alma se nos muestran como maternidad, familia y trabajo seguro. En el psicoanálisis este aspecto de la persona recibe el noimbre de ideal del yo y constituye un modelo al que el sujeto intenta adaptarse y que le depara seguridad por ser colectivamente aceptado. Por otro lado la persona incluye también el conocido en psicoanálisis como yo ideal, es decir, un tipo de identificación con otro ser al que se considera de manera notable por su cualidades:

El yo ideal sirve de soporte a lo que Lagache ha descrito con el nombre de identificación heroica (identificación con personajes excepcionales y prestigiosos): «El yo ideal se revela también por la admiración apasionada hacia grandes personajes de la historia o de la vida contemporánea, que se caracterizan por su independencia, su orgullo, su ascendiente. [4]

Pronto observamos esta admiración de Alma por Elizabeth, célebre actriz de teatro y cine. En relación a la sencilla Alma, enfermera que aun satisfecha de su trabajo, se siente  insegura y dudosa de sus capacidades, Elizabeth aparece como ese personaje excepcional sobre el que Alma se proyectará tras la llegada a la isla. De hecho, en uno de sus monólogos, Alma nos muestra también esa presencia del yo ideal de la persona, en comparación con la pobre impresión que tiene de ella su pareja Carl Henrich:

Dedicar toda tu vida a algo... Ya sabes... Creer en algo e intentar conseguirlo. Encontrarle sentido a la vida. Eso me gusta. Dedicarse a algo obstinadamente, con tenacidad, sin rendirse. Significar algo para los demás. ¿No es bonito? Ya se que puede parecer infantil, pero es lo que creo.


II. EN LA ISLA (I): SOBRE LA TRANSFERENCIA ESPECULAR

En un interesante artículo, la psicoanalista Sylvie Le Poulichet reflexiona sobre el silencio del analista y dice:

... el silencio del psicoanalista se ajusta en el eco de su propio lugar [...] no se puede reducir al hecho de callar la persona del analista. Es que este lugar [...] sólo cobra consistencia en tanto hace surgir otros lugares [...], pero también ciertos espectros. El lugar del analista, como su silencio, posee entonces la cualidad de una sombra que bosquejándose, despierta y revela ciertos actos psíquicos, así como la perspectiva de una incógnita. [5]

En la isla (una especie del temenos junguiano) Elizabeth continua en silencio mientras Alma habla y habla... Poco a poco el silencio de Elizhabet se va transformando en la escucha atenta y paciente y la mirada interesada y comprensiva que la van transformando en una especie de psicoterapeuta o psicoanalista de Alma en cuya escucha y mirada esta encuentra el no juicio que la lleva a narrar cada vez con más profundidad su historia, a la vez que se va dando el fenómeno de la proyección en forma de transferencia, y que en un momento dado hace que Alma le diga a Elizhabet:

Nadie se ha molestado en escuharme a mi como tú ahora, tú me estas escuchando. Me parece que eres la primera persona que me escucha [...] No paro de hablar, pensarás que soy una pesada, pero es tan agradable. Da una sensación de calidez, nunca me había sentido así... Siempre quise tener una hermana. Tengo un montón de hermanos. Tiene gracia, luego llegué yo. He estado toda mi vida rodeada de hombres. Me gustan los hombres, pero que te voy a contar a tí con toda tu experiencia como actriz...

Y así, poco a poco, el relato de Alma va trazándose sobre el acogedor silencio de Elizabeth hecho de escucha y mirada, también acompañado en ocasiones del contacto físico de un masaje o una sencilla caricia... Escuha, mirada, contacto tierno y cariñoso y silencio, extraordinario receptáculo para la palabra de Alma y para su transferencia sobre Elizabeth.

"Me parece que eres la primera persona que me escucha" (Alma)
A través de ese silencio acogedor que destaca la escucha, la mirada y el contacto, Alma va abriendo su relato al más allá de su máscara hasta llegar a un episodio doloroso de su biografía donde emergió, en una de las escenas de más intensidad erótica del cine, la fuerza del deseo, la impulsividad sexual y el intenso placer que, no obstante, desembocan en el embarazo inesperado y el aborto. En el relato de Alma surge su profundo sentimiento de culpa y se apunta también al personaje velado tras la persona... al otro rostro que se oculta tras el rostro de la máscara, y llorando amargamente dice:


No tiene sentido... no tiene ningún sentido. Luego tenemos remordimientos absurdos. Tu no entiendes... ¿Y que pasa con todo aquello en lo que creemos...? ¿No deberíamos respetarlo? ¿Es posible que no seamos siempre la misma persona? Me refiero a que a lo mejor no fui yo quien lo hizo... ¡Que tontería! La verdad es  no se porque demonios me pongo a llorar.


"¿Es posible que no seamos siempre la misma persona?" (Alma)
Paralelamente a ello asistimos al proceso de idealización de Elizabeth por parte de Alma para, a le vez, convertirse en su propio espejo:

Ya lo ves, no he dejado de hablar. Yo hablando sin parar y tu escuchándome. Te habrás aburrido. Que interés puede tener mi vida para tí. Deberíamos ser todos como tú. Oye... Sabes que pensé una noche que vi una película tuya... Entré en casa, me vi en el espejo y me dije: me parezco a ella. No me malinterpretes, tú eres más guapa, pero en ciero modo nos parecemos, me parece que podría convertirme en tí si me esforzase un poco, quiero decir interiormente y tu podrías convertirte en mi como si nada, aunque tu alma sería demasiado grande. se saldría por todas partes.

Creo que es interesante, para comprender el posterior desarrollo de la película, reflexionar un poco sobre el concepto que introdujo Heinz Kohut dentro de la comprensión del fenómeno de la transferencia, y al que llamó transferencia especular. Se entiende a esta como el tipo de proyección que el paciente realiza sobre el analista o psicoterapeuta y que parte del concepto indicado por Kohut como "resonancia empática", es decir: la necesidad de todo ser humano de ser reflejado - por otro - para reconocerse a sí mismo:

Si nadie en el mundo se alegra de que yo exista, si no hay nadie que me comprenda, que aprecie y ame lo que soy y lo que hago, me será muy difícil mantener un equilibrio narcisista saludable y un sentido de autoestima realista. [6]

Alma desarrolla hacia Elizabeth una de las dos direciones posibles que, en distintos niveles de intensidad, desarrolla el paciente hacia su psicoterapeuta en ese tipo de transferencia: la de transformalo en la figura esencial para su propio equilibrio psíquico interno. En el extremo de esta transferencia hallamos:

En este último tipo de transferencia se llega a valorar a tal punto el analista que cualquiera de sus respuestas, por mínima que sea, determina que el paciente se sienta bien, o por el contrario, que llegue incluso a dudar de su derecho a existir. Cada palabra, cada gesto del analista, el paciente los experiementa como una señal de aceptación o rechazo. Como una especie de veredicto emitido por el espejo. [7]

El silencio que resalta la escucha, la mirada, el contacto de Elizhabet constituyen un espejo ideal para Alma, para hallar en ellos la "resonancia empática" a la que Kohut se refiere. No obstante, y cuanto más extrema es este tipo de transferencia, los psicoterapeutas y analistas saben que es muy importante tolerar esa idealización - pues es necesaria para su paciente - y que su necesario proceso de desidealización se dé de manera gradual evitando formas demasiado radicales o abruptas, puesto que sus consecuencias pueden ser graves o incluso traumáticas.

Después de esa noche en la que Alma le revela su dolor a Elizhabet tiene un extraño sueño (la película juega constantemente con una ambiguedad deliberada entre la realidad y la fantasía) en el que de forma velada ya se anuncia la relación vampírica que se va a establecer entre ellas... La transferencia realizada por Alma sobre Elizhabet va a sufrir precisamente un cambio abrupto por el descubrimiento de una nueva realidad tras al fondo de la máscara que el silencio de Elizhabet oculta.

El sueño de Alma.

Vemos en ese sueño,simbólicamente representado, lo que ya se nos sugiere como una doble dimensión de la relación de Elizabeth con Alma: la aparente y la real representada en las dos puertas. La Elizabeth que entra por una y la que sale por la otra. La aparentemente contenedora y facilitadora y una segunda ya más sospechosa, que nos la muestra con un caracter más vampírico en el que ella parece alimentarse del mundo emocional de Alma y sobretodo de su carencia afectiva. Es muy sugerente la evolución de las últimas imágenes frente a la cámara de este fragmento, en el que el contacto no esta exento de cierta tensión sexual - tan propia del mundo de los vampiros -. Como mientras la cabeza de Elizhabet se acerca al cuello de Alma. el primer plano se va oscureciendo hasta desaparecer. Sin embargo, una de las imágenes más asociadas a la película es justamente esa que no puede verse porque en la película es justamente velada:

Elizabeht y Alma.
III. EN LA ISLA (II): EL SURGIMIENTO DE LA SOMBRA Y LA TRANSFERENCIA ESPECULAR NEGATIVA.

La escena que da un cambio al desarrollo de la película se produce cuando Alma lleva unas cartas en coche. Hay una de ellas que tiene el sobre abierto... Es una carta de Elizabeth a la doctora. Alma no resiste la tentación y extrae la carta y la lee

vivir siempre así, este silencio, este aislamiento, esta sensación del alma abatida que finalmente comienza a recobrar fuerzas. Alma me mima de un modo realmente conmovedor. A propósito, me parece que se lo está pasando bien y que se siente impresionada por mí, fascinada de una manera inconsciente y deliciosa. Resulta divertido estudiarla. Anoche me confesó entre lágrimas sus pecados del pasado. Una orgía ocasional con un chico a quien no conocía y cuya conclusión fue un aborto. Le atormenta el hecho de que sus ideas sobre la vida no concuerden con su conducta.

La decepción de Alma es obvia. No sólo por su frivolización en ese "resulta divertido estudiarla", sino porque es traicionada desde el momento en el que Elizhabet revela sus "pecados" a la doctora... A partir de ese instante surge la Alma vengativa quien voluntariamente deja un cristal roto de un vaso para que Elizabeth se corte con él... Cosa que sucede. Alma la mira tras la ventana y Elizabeth le devuelve la suya sorprendida... Ambas saben que ahora las cosas han cambiado. En ese momento la pantalla se resquebraja y surgen unas imágenes aparentemente erráticas y a gran velocidad, entre las que destacan la imagen de un diablo, la de la muerte y la de una mano a la que se le está clavando un clavo (crucifixión). Tras ellas la mirada de un ojo nos abre finalmente a la segunda parte de la película: las personas se abren a sus sombras y el silencio es ahora infierno.Tras el cambio de imagen ambas protagonistas aparecen vestidas de negro y Alma le pide que le hable, que necesita que le hable... De sus palabras surgen la decepción y el enfado:

... necesito tu ayuda ahora mismo, no es complicado, únicamente necesito que me hables [...] Sólo quiero que me hables unos minutos, un minuto... puedes leerme algo de tu libro. Unas palabras... [...] De veras querida, necesito oirte hablar. Tabto te cuesta decirme una sola palabra... ¡Sabía que te negarías! No sabes como me siento. Siempre había creído que los artistas estaban dotados de una enorme capacidad de compasión. Que lo que les impulsaba a crear era su íntima voluntad de ayudar a los demás. Soy estúpida.

Tras esto surge la revelación del sentir de Alma, su dolor por la traición de Elizhabet. Recordemos que antes cité las palabras de Mario Jacoby que para el paciente en transferencia especular el psicoterapeuta puede determinar que "el paciente se sienta bien, o por el contrario, que llegue incluso a dudar de su derecho a existir". Dice Alma:

Te has servido de mí, y ahora que ya no me necesitas sencillamente me desprecias. ¡¡Si ya se que suena a tópico barato, que suena a falso; me has utilizado y ahora me desprecias, pero es la pura verdad!! Me has hecho daño. Te has reído de mi a mis espaldas.

En su excelente comentario a esta película, Susan Sontag nos dice alrededor de la transformación del silencio en esta parte:

El silencio de la actriz se convierte en una provocación, una tentación, una trampa. Lo que desarrolla Bergman es una situación que recuerda la obra en un acto de Strindberg La más fuerte, que describe un duelo entre dos personas, una de las cuales se mantiene agresivamente callada. Y como en la obra de Strindberg, la persona que habla, la que vuelca su alma, resulta ser más débil que la que permanece en silencio. Porque la naturaleza de dicho silencio se altera continuamente, se vuelve cada vez más potente: la mujer muda no cesa de cambiar. Cada gesto de Alma - de afecto confiado, de envidia, de hostilidad - queda invalidado por el silencio inflexible de Elizhabet. [8]

- El surgimiento de La Sombra por identificación.

Alma le revela a Elizabeth que ha leído su carta y surge entonces de ella el dolor de la traición: "¡Tu me hiciste hablar! ¡Me hiciste contarte cosas que no le he dicho a  nadie y tú luego las cuentas! ¡Vaya... que interesante!. ¡No vas a... Desde luego que vas a hablar!" Tras estas palabras surge entre ellas el diablo como el mal, la muerte como la no existencia y el dolor de la traición (el clavo clavado sobre la palma de la mano). Surge de los fondos de la psique La Sombra, el lado oscuro de la persona, el opuesto de la persona. Ambas se enzarzan en una pelea en la que Elizhabet abofetea a Alma y esta amenaza con tirarle el agua de una olla hirviendo... La sombra surge de repente por identificación con ella (- para profundizar ver el post El arquetipo de la Sombra en el cine (Parte I): Dr. Jeckyll y Mr. Hide y también el dedicado a La Chaqueta metálica: la transformación del soldado patoso, en lo que se conoce como posesión por identificación.


El enfrentamiento entre Elizabeth y Alma.
- La proyección de la sombra: la transferencia especular negativa.

 La escena que sigue es muy interesante. Una Alma más calmada se dirige a Elizabeth y le dice:

¿Tiene que ser así...? Es muy importante no mentir, decir la verdad, hablar con un tono de voz sincero. ¿Puede vivir alguien sin hablar francamente? Mentir, disimular y evitar la realidad. ¿No es mejor abandonarse y aceptar las cosas que fingir? Tal vez sería un poco mejor si te mostrases abiertamente. No, tu no lo entiendes. No entiendes lo que te digo, eres inaccesible. La doctora dijo que estabas mentalmente sana pero que tu locura es la peor. Te haces la sana, y lo haces tan bien que todos te creen. Todos excepto yo que se que estas podrida.

Elizabeth se retira de repente y Alma se pregunta entonces qué ha hecho. De repente Alma, aun sin decirlo, es como si cayera en la cuenta de que le ha dicho a Elizhabet es lo mismo que podría decirse ella... Alma ve en Elizhabet a su propia sombra y ejerce sobre ella el juicio que se ejerce sobre sí misma. En la retirada de Elizabeth está también su propio auto-rechazo y en este rechazo está también su dolor más profundo: el dolor de la muerte, de la no existencia. Corre detrás de Elizabeth para pedirle perdón, para decirlo lo importante que es para ella, perdón que ésta le niega sumiéndose y sumiendo a Alma en el infierno de su silencio. Alma desesperada huye entonces diciendo: "¡¡No piensas perdonarme!! ¡Eres demasiado orgullosa y no estas dispuesta a rebajarte porque  no me necesitas para nada...! ¡¡Para nada...!! ¡¡¡Para nada...!!!

Asistimos a dos fases en esa escena. Por un lado al juicio de Elizhabet que implicaría, a diferencia de la transferencia especular de cariz positivo que vimos antes, a una dimensión de corte más negativo. Cuando hablamos de la transferencia especular vimos que podía tomar dos direcciones. Aquella en la que se idealiza al  psicoterapeuta y se lo convierte en base del equilibrio psíquico y la otra, aquella en el que el psicoterapeuta es devaluado, es decir, cuando se le proyectan los propios sentimientos reprimidos de poco valor, impotencia, inutilidad o indignidad.

Ahora bienni Elizabeth ni Alma están en una relación terapéutica, Y ni una es psicoterapeuta  ni la otra paciente, por lo menos en el contexto de lo que éste tipo de relación implica. La reacción de Elizabeth es abandonar a Alma y esta experimenta de nuevo el rechazo... El rechazo por haberse ahora portado mal. Y aquí nos hallamos en la segunda fase de esta escena: Alma no sostiene el rechazo al que siente como una reducción a la no existencia, a una muerte afectiva. Por ello persigue desesperadamente a Elizabeth pidiéndole perdón, recordándole lo importante que es para ella... lo importante que es no acabar como enemigas. Pero, en última instancia, Elizabeth le vuelve a dar la espalda y Alma se desespera.

IV. EN LA ISLA (III): SOBRE EL FENÓMENO DE LA VAMPIRIZACIÓN.

La tercera parte de la película nos habla del fenómeno de la vampirización. Quizá para comprenderla podamos recurrir una vez más a la transferencia especular:


Dado que el analista, en su función de espejo, es experimentado inconscientemente como si formara parte del paciente (el auto-objeto del que habla Kohut), resulta natural que el paciente tenga ataques de posesividad cuando se da cuenta de que el analista no sólo lo refleja a él, sino también a muchas otras personas, a las cuales puede, incluso, preferir más que a él. El paciente siente como si perdiera una parte de sí mismo. En esta situación, resulta muy importante que el analista empatice con estos miedos que están tan profundamente arraigados en el paciente, ya que esto es lo que le impedirá sentirse aprisionado por sus molestos ataques de posesividad. Si no lo hace, probablemente trate de liberarse de "las cadenas que le aprisionan" haciendo comentarios agresivos, grotescos o burlones. [9]

Esta consideranción del otro como parte de sí mismo es lo que hace a Alma susceptible de ser vampirizada. Su necesidad de Elizabeth, su necesidad de reconocerse a través del otro, la hacen dependiente de ésta y su silencio negador la precipita en los abismo de la pérdida de la identidad. En cierta manera el silencio de Elizabeth es el abismo de La Cosa lacaniana, perderse e su más allá. Tras el rechazo de Elizabeth, Alma entra en un extraño mundo donde realidad y fantasía son difíciles de discernir. Donde es difícil reconocer si lo que sucede sucede en la realidad o en la fantasía de Alma si bien, y como diría Jung, constituyen finalmente su realidad psicológica. Llega así la escena del encuentro con la pareja de Elizabeth, el señor Vogler (Gunnard Bjonstrad)...  Alma es confundida por ella y tras una breve resistencia adopta el rol de Elizabeth y, de hecho se torna ella. Tal y como ocurre en ocasiones con el mundo de los vampiros, el ser vampirizado está en conexión psíquica con el vampiro y así ve lo que ve él... y actúa como él. Es curioso cuando Elizabeth, que contempla la escena, toma la mano de Alma y la lleva al rostro de Vogler para que le acaricie... Habla por ella y a través de ella muestra cariño y ternura por Vogler, también por su hijo...

Alma, Vogler y Elizabeth: la fusión vampírica
Pero en ese proceso de vampirización, Alma también entra en contacto con la parte más sombría de Elizabeth, y así de repente y como si entrara en trance, el tono de las palabras se troca en desesperación y dice a Vogler:

¡¡La anestesia acaba conmigo... No lo soporto!! ¡¡Que verguenza, que verguenza... Que verguenza, déjame en paz, déjame en paz, estoy podrida. Soy fría e indiferente. Todo en mí es una mentira y un engaño!!

La cámara entonces se desplaza rápidamente hacia Elizabeth y nos muestra un primer plano de su rostro a la vez que suena el sonido profundo y denso de un gong: la consciencia de Elizabeth. Justo después de este primer plano, se nos muestra en la siguiente escena como Alma aparta las manos apoyadas en la mesa de Elizabeth y descubre la foto de su hijo - que en el principio de la película había roto -. Alma, ante un rostro ahora preocupado de Elizabeth le dice que tienen que hablar de este tema... "Cuéntame Elizabeth - esta niega con la cabeza - sino tendré que hablar yo". Llega entonces una de las escenas más impactantes de la película. En ella se relata el fracaso como madre de Elizabeth - ambas mujeres comparten su drama como lo que siente cierta falla como madres - y se relata en dos ocasiones, una enfocando el rostro de Elizabeth, la otra enfocando el rostro de Alma. En el enfoque del rostro de Elizabeth asistimos a su negación y desconcierto, al miedo y a su dificultad para sostener aquello que Alma le manifiesta. Aparta su mirada de ella pero finalmente va surgiendo la tristeza y el dolor con el que Elizabeth vivió una maternidad cargada de odio al hijo desde el momento de su concepción. Lo vive como un obstáculo, un problema para su belleza, su estilo de vida, su profesión de actriz... por sus sentimientos de culpa y remordimientos posteriores... por el amor que el hijo le muestra como madre, cuando ella solo desea golpearle.

El miedo de Elizabeth.
Luego se repite la escena ahora con la cámara enfocada en Alma... y al final del relato se produce el famoso primer plano de la fusión de ambas mujeres en el rostro de Alma. Ella, como si entonces se diera cuenta se resiste: "no... yo no soy como tu, no siento como tu, soy la enfermera Alma y estoy aquí para cuidarte. No soy Elizabeth Vogler, tú eres Elizabeth Vogler".


La fusión entre Alma y Elizabeth.
Tras esa escena sigue aquella en la que Alma se ha recuperado a sí misma... Aparece vestida con su uniforme de enfermera como seña de su identidad - una máscara le devuelve su integridad -: "Yo nunca seré como tú, nunca. Cambio constantemente. Nunca te apoderarás de mi" - le dice -. Alma se enfrenta al silencio de Elizabeth dando golpes sobre la mesa para que voluntariamente vuelva a surgir su identificación con Elizabeth. Su respuesta a su silencio es ahora enfrentarla con ella misma y Alma-Elizabeth le dice:

Decirlo es inútil, no sirve de nada, es una locura. Ahora no... no... siempre contra el paso del tiempo. Cuando tenía que ocurrir no ocurrió y por lo tanto fue un fracaso. Tu no reacciones, pero yo debo hacerlo y no hacia el interior. Es preciso que avise a todos los demás, a todos los desconsolados. Tomar si... ¿pero qué es lo más próximo? Se llama... No... no... no nosotros, nuestro, mío, yo, todas palabras nauseabundas responsables de un dolor incomprensible.

Es entonces cuando Alma le muestra el brazo a Elizabeth y se corta. De la herida mana sangre y éste se avalanza hacia ella para sorberla... Tras unos segundos Alma reacciona retirándole su brazo y pegándole sin cesar... El silencio de Elizabeth no oculta más que al vampiro emocional.

El vampirismo de Elizabeth sobte el brazo de Alma
V. Y MÁS ALLÁ DE LA PSICOLOGÍA...

Reducir la obra de Bergman sólo a la psicología  no sería ni justo ni acertado como bien observa Susan Sontag, y como bien se deriva de esas escenas finales contempladas desde otras intermedias. ¿A qué dolor incomprensible se refiere Alma? Alma, como Elizabeth, se refieren al dolor de la existencia, al absurdo y el sinsentido con el que esta se nos muestra en multitud de ocasiones, el dolor implícito en la propia condición humana y al silencio final de nuestros dioses, sean cuales sean estos. La lectura de Bergman parece lanzarnos a un Universo frío e indiferente en el que "las palabras nauseabundas" (nosotros, nuestro, mío, yo) transforman al hombre en un vampiro que se alimenta de sus congéneres... Su vacío es alimentado mediante el uso del otro reducido a simple objeto ("resulta divertido estudiarla"). La posición de Bergman respecto a la condición humana me parece esencialmente descrita por Sontag:


la naturaleza de su sensibilidad, cuando es fiel a ella, tiene una sola temática: las profundidades donde se ahoga la conciencia. Si para conservar la personalidad es necesario salvaguardar la integridad de las máscaras, y si para conocer la verdad acerca de la persona hay que desenmascararla, resquebrajar la máscara, entonces la verdad de la vida, globalmente considerada reside en la destrucción de toda la fachada, detrás de la cual se oculta una crueldad absoluta. [10]

La manifestacón de esta crueldad absoluta se manifiesta en el horror que experimenta Elizabeth cuando contempla al bonzo ardiendo o en la contemplación de una fotografía del holocausto en el que se observan niños y madres del gueto rodeados de soldados nazis... Imágenes que no tienen un trasfondo político sino que aparecen como manifestaciones de esta insoportable crueldad que aguarda tras la fachada. Recuerda Bergman una aproximación parecida a la que más tarde, con su habitual clave de humor, Woody Allen nos presentó en "Delitos y faltas".

Eso nos muestra también Bergman en su personaje de Elizabeth, su retracción en relación a la vida, su aspiración a la renuncia de sus máscaras, no hace más que manifestar su condición vampírica... Su silencio no es más que el vacío succionador de su carencia. Eso es lo que Alma le muestra cuando le reponde a su silencio con su identificación con ella. En otra de esas escenas donde realidad y fantasía - ¿un sueño? - se vuelven ambiguas, Alma entra en la habitación... ¿ahora del hospital...? Allí yace Elizabeth. Se acerca a ella y levantándola le susurra: "Ahora repite lo que yo diga... Nada... Nada,". Elizabeth, medio dormida, medio incosciente, finalmente lo repite. Nada... Bergman parece insistir en que tras la máscara no hay nada... nada salvo el sinsentido y la crueldad. Y así finalizaré esta entrada con unas palabras finales de Susan Sontag, quien en relación a las primeras y últimas imágenes y las últimas de la película, que tanto han dado que hablar, dice al respecto:

El tema de Persona es la violencia del espíritu. Si las dos mujeres se violan recíprocamente, es lícito decir que cada una de ellas se ha violado a sí misma de  una manera por lo menos igualmente profunda. En el paralelismo final con este tema, la misma película parece ser violada, parece emerger del caos del "cine" y de la "película como objeto" para luego volver a sumirse en él. [11]


Bibi Andersson, Bergman y Liv Ullman: Persona (1966)

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  [1] Scorsese, Martin en comentario del extra "Imágenes del recreo" en el DVD de Persona.
  [2] Jung, C. G.  La persona como recorte de la psique colectiva en OC. Volumen 7, Editorial Trotta, par. 245
  [3] Ídem anterior. Los intentos por liberar a la individualidad de la psique colectiva, par. 254
  [4] Laplanche & Pontalis. Diccionario de psicoanálisis. Ver acepción "Yo ideal". Editorial Paidós.
  [5] Le Poulichet, Sylvie. La efracción del silencio en El silencio del psicoanálisis (bajo dirección de J. D. Nasio) Amorrortu editores, pág. 117
  [6] Jacoby, M. El encuentro analítico. La transferencia y la relación humana. Fata Morgana, pág. 74 
   [7] Ídem anterior, pág. 82
  [8] Sontag, Susan. Estilos radicales. Editorial Debolsillo (ebook). En "Persona de Bergamn".
  [9] Ver nota 6pág. 83
[10] Ver nota 8.
[11] Ver nota 8.
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