AVISO. Por la naturaleza de los trabajos de este blog, el argumento e incluso el final de las peliculas son generalmente revelados.

martes, 27 de agosto de 2019

THE DISCOVERY (Charlie McDowell, 2017) y ZOE (Drake Doremus, 2018): PULSIÓN DE MUERTE Y GOCE.



Es la primera vez que voy a realizar un comentario basado en dos películas que, a pesar de sus diferencias abordan temas parecidos, por lo menos desde un punto de vista psicológico, y en las que se reúnen conceptos como los de pulsión de muerte, el goce y la completud en relación al amor, la carencia y la imperfección. El hecho de que sean películas recientes (2017 The discovery y 2018 Zoe) me ha parecido significativo, en especial en el caso de Zoe, donde la tecnología pone el acento en el tema de la humanización de los androides y la bioquímica del cerebro para lograr relaciones, en este caso de pareja, más satisfactorias.


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 The discovery (Charlie McDowell, 2017) parte de una idea interesante: el doctor Thomas Arbor (Robert Redford) ha logrado demostrar que la vida continua después de la muerte. El acontecimiento abre, como  consecuencia, una epidemia de suicidios a nivel mundial que ya acumula más de cuatro millones de muertes... Este hecho, sorprendentemente puesto de manifiesto, no se explora en la película, que pasa a centrarse rápidamente en la historia de amor entre Will Arbor (Jason Segel), hijo de Thomas, e Isla (Rooney Mara). Sin embargo, es importante indicar que la demostración de que la vida tenga una continuidad después de la muerte lleve a tanta gente a suicidarse nos pone en contacto con esa dimensión del ser humano ligada al sufrimiento: la desesperación, el vacío existencial y la falta de sentido, el dolor de las pérdidas y los desengaños, los fracasos... De hecho, la misma esposa del doctor Arbor se suicidó ante su falta de atención obsesionado como él estaba con su descubrimiento. De alguna manera, la prueba de la existencia de una vida más allá de la muerte pondría de relieve que esta devendría en la única esperanza para esos millones de seres que decidieron suicidarse, así como una manera de saltarse el límite que la frustración impone.

La muerte devendría así en una promesa de una nueva vida, quizá más plena - aunque al principio de la película sabemos que hay más vida después de la muerte, nada sabemos de qué vida - y a la vez una nueva esperanza para la carencia que nos habita... En este blog ya dediqué una entrada al suicidio (ver comentario de la película "Las horas (Stephen Daldry, 2003): Una reflexión sobre el suicidio" - pulsa sobre el título para acceder a ella -), y en ella observaba que el suicidio siempre conlleva una doble connotación: la desesperación y la acusación. Desesperación por la posición que un ser humano se siente obligado a tener que ocupar en este mundo, y acusación al mundo por no responder a sus esperanzas o a su sufrimiento, acusación que puede centrarse en la persona que se quería y que nos abandona, a los políticos y al sistema por ser responsables de la ansiedad con la que nos obliga a vivir (recordemos el gran incremento de suicidios que conllevó la crisis económica que se inició en el 2008), con la religión y su falta de respuestas, con dios y su silencio... No obstante, y más allá de lo más o menos objetivo de estos motivos citados, el suicida en realidad proyecta en muchos elementos la desesperación con que se vive a sí mismo y la acusación que realiza sobre sí mismo, es decir, proyecta todo el peso de su propio superyó, un superyó de caracter sádico y destructivo

No sencontramos así con que el conocimiento de esa continuidad después de la vida ofrecería un valor inesperado a la muerte no como fin sino como posibilidad. La muerte pasaría de ser una respuesta a la desesperanza a una esperanza que vuelve, de alguna manera, a expandir de nuevo la vida, aunque sea en otro plano. La palabra esperanza deriva de la raiz indoeuropea espê- que significa expansión, y por lo tanto, y desde cierto punto de vista, la esperanza puede entenderse como una espera que nos ofrece una posibilidad de expandirnos; mientras que la desesperanza cierra esa opción dejándonos en el estancamiento y el constreñimiento vital, en una profunda congoja. La muerte, en el caso que la película, no sería el fin del sufrimiento asociado a una fuerte depresión y ansiedad vital, sino una abertura que ofrecería una posible nueva expansión de la vida en quizá otro modelo de vida que implicara un sufrimiento menor que en esta.

El doctor Arbor (Robert Redford) con Isla (Rooney Mara)

El posterior desarrollo del argumento de la película parece dar como remedio de todos los males al siempre tan trajinado amor. En la máquina que desarrolla el doctor Arbor para poder grabar que sucede en el más allá, descubre que la nueva vida se basa en volver a vivir ciclos vitales con el objetivo de subsanar errores cometidos en la vida pasada - una reelaboración al estilo de Hollywood de la reencarnación budista -. Arbor lo puede observar directamente al autoinducirse la propia muerte -de la que es recuperado por Will y sus asistentes - para volver así al día del suicidio de su mujer. Horrorizado decide  que quiere destruir la máquina. ¿Cómo explicar que lo que nos espera después de la muerte no es más que más de lo mismo con el objetivo de revivir los mismos errores cometidos para intentar subsanarlos? Obviamente, el director y la guionista obvian los detalles de profundidad y paradojas que todo su enfoque plantea, optando por centrarse en la historia romántica entre Will e Isla que, como ya se preve a partir de cierto momento, no es más que un ciclo de repeticiones de Will para intentar salvar a Isla de su suicidio al ahogarse en el mar tras haber perdido esta a su hijo al ahogarse también tras un momento de distracción en la playa.

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Zoe (Drake Doremus, 2018), vuelve al tema de la relaciones de pareja. ¿Cómo? Obviamente intentado minimizar la complejidad que dicho tipo de relación comporta... La Empresa para la que trabajan sus protagonistas Cole (Ewan Macgregor) y Zoe (Léa Seydoux) aborda este tema en tres direcciones:

1) Un complejo software que analiza la pareja que quiere juntarse, y que ofrece el tanto por cierto de éxito de tal apareamiento en base a su compatibilidad,

2) Androides diseñados para poder ofrecerse como una pareja ideal.

3) Un producto farmacológico que permite volver a sentir el enamoramiento - atención, que no el amor - que una pareja sintió en los inicios de una relación. El producto puede utilizarse ya sea con la misma pareja o con un desconocido o desconocida cualquiera con las que también se revive el enamoramiento.

De la misma manera que en The discovery la muerte se ofrecía como solución a los problemas de los seres humanos bajo la forma de una nueva posibilidad, en Zoe nos encontramos con la minimización de la complejidad de las relaciones a través de distintos medios tecnológicos. Sobre todos ellos podríamos discutir si esas posibilidades soslayarían los problemas neuróticos del ser humano en convivencia con otro, sea real o androide.

En todo caso, lo que si me pareció interesante para comentar en esta entrada fue la tercera dirección que se ofrece, la "pastilla del enamoramiento". Esto nos ofrece la posibilidad de reflexionar sobre la diferencia entre enamoramiento y amor. En el enamoramiento es el factor proyectivo, o la transferencia que se realiza sobre otro ser humano como "ser ideal", "pareja perfecta", "la mujer o el hombre de mi vida" o "el alma gemela", el responsable de la intensidad con la que se vive ese encuentro. Obviamente, y en la medida que una relación se desarrolla, el factor idealizante choca con la realidad de la alteridad del otro que, en mayor o en menor medida, se va manifestando. Ese choque del ideal con la realidad del otro es el que nos abre la posibilidad de evolucionar del enamoramiento al amor.  En el enamoramiento amamos un ideal, en el amor amamos a un otro distinto de nosotros. El filósofo lacaniano Slavoj Zizek dice bien que "amar es amar la imperfección" y, claro está, la imperfección de la pareja y la propia, la imperfección que mutuamente se depara una pareja. El consumo de la "pastilla del enamoramiento", al ser de efectos temporales limitados, acaba generando dependencia, y así vemos a unos y a otros, y al propio Cole, buscando con quien tomarse la pastilla para así experimentar y re-experimentar de nuevo el estado de plenitud que suele conllevar el enamoramiento.

Zoe (Léa Seydoux) y Cole (Ewan McGregor)

En Zoe es curioso el comportamiento de Cole, quien no puede aceptar la relación con Zoe, ni la historia de amor que ella le brinda, porque ella es un androide y cree que sus respuestas son producto de su software, aunque luego, curiosamente, acepta el consumo del producto químico para experimentar "artificialmente" las intensas sensaciones de estar enamorado y así adiccionarse a su consumo para seguir repitiendo la experiencia. Da un poco que pensar... En la película Cole no acepta la supuesta artificialidad de Zoe, pero en cambio recurre al consumo del producto químico para "sentir" artificialmente y salir así del vacío de su soledad.

REFLEXIÓN FINAL.

Es en éste punto donde las dos película tienen un cierto paralelismo, o si se prefiere una cierta complementariedad. Sea mediante la muerte, el androide ideal o el producto farmacológico, los seres humanos andamos buscamos la completud y evitando el límite, la barrera. Las dos películas buscan, cada una en su tema, esta dimensión de completud relacionada con la carencia que tan explicitamente ya trató Platón en su conocido diálogo "El banquete". Como decía antes, las dos películas son en cierta manera complementarias, pues The discovery nos presenta la pulsión de muerte en su relación con la completud (el más allá del principio del placer de Freud), mientras que en Zoe nos encontramos con que dado que la completud es un imposible, surge el goce (la gran aportación de Lacan) como repetición de un placer doloroso que se experimenta a través ciclos que oscilan de un estado (eufórico) de momentánea plenitud a los que siguen los estados (depresivos) de la soledad y el sufrimiento del vacío que reactivan de nuevo la sed de la carencia.

La pulsión de muerte y el goce son lo opuesto al amor, y aunque es cierto que el amor es un punto fundamental, también es cierto que sólo podemos desarrollar el amor cuando nos hacemos responsables de nuestra carencia. Sólo cuando somos capaces de construirnos como seres individuados y autónomos somos capaces de construir a través del amor, pues sólo el amor puede "amar la imperfección", sólo el amor construye aceptando al otro en su diferencia y en su imperfección, incluso cuando el encuentro no es posible.

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