AVISO. POR LA NATURALEZA DE LOS TRABAJOS DE ESTE BLOG, EL ARGUMENTO E INCLUSO EL FINAL DE LAS PELICULAS SON REVELADOS.

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domingo, 14 de junio de 2015

DECÁLOGO 10 (K. Kieslowski, 1990): Falta, deseo y pulsión. Fetichismo y coleccionismo.

Lo que motiva a un coleccionista es un objeto particular, aunque pueda cambiarlo, éste y no otro, un objeto único aureolado por un encanto propio, exclusivo, que lanza a cualquier otro objeto, a todos los otros objetos, a la bruma de la indiferencia, la indistinción y el anonimato. (Gérard Wajcman) [1]

Llegamos por fin al último episodio de la serie Decálogo que nos permitirá reflexionar acerca del deseo y la codicia y su relación con la pulsión. Decálogo 10 nos presenta dos hermanos, Jerzy (Jerzy Stur) y Artur (Zbigniew Zamachovski), que se reunen debido a la muerte de su padre. En el entierro asistimos a unas extrañas palabras de alguien que dice del fallecido: Sacrificó su familia, su carrera y quizá sus sentimientos por su única pasión... Pronto nos enteraremos de que esa pasión es la filatelia. El padre lo había consagrado todo a su colección de sellos, colección que hallan tras ir a la casa del padre guardada en un armario cerrado mediante un candado. Obviamente ninguno de los dos tiene idea de filatelia y desconocen el valor de esos sellos. Éste les será revelado posteriormente por el hombre que habló en el entierro: una gran fortuna. Sin embargo, ese mismo hombre les lanza una sentencia cuando les dice: Su padre dedicó su vida a esta colección de sellos. Sería un crimen echar por la borda 30 años de la vida de alguien. Incluso si ese alguien era un padre al que apenas conocían. Y aquí empezará la historia de estos dos hombres con los que Kieslowski ya nos orienta en este episodio, dos personas aparentemente tan distintas. Jerzy  es un hombre corriente, con su familia (relación que ya se observa compleja con su mujer y con un hijo) y con su trabajo, mientras que Artur, más joven, es el cantante de una banda de rock llamada "City Death" (Ciudad muerta), de tono provocador e irreverente.

Jerzy y Artur.

1. COLECCIONISMO COMO DESPLAZAMIENTO DE LA GESTIÓN DEL GOCE.

A la idea inicial de venderlos se va sucediendo una curiosa transformación en la que no sólo no deciden vender la colección, sino que se empiezan a interesarse para completarla con la adquisición de un sello único que su padre perseguía llamado el "Mercurio rosado". Vamos a pasar del desdén inicial de los hermanos, que lleva a Jerzy a regalarle a su hijo una serie de sellos de los Zeppelin alemanes de gran valor a la donación de su riñón para adquirir el "Mercurio rosado". Poco a poco observamos un cambio en los dos hermanos. Tras ver que los sellos que le ha dado a su hijo son de gran valor y que éste los ha cambiado por un montón de otros sin valor, Jerzy sale a su búsqueda apreciando rápidamente que en éste mundo hay un cierto comportamiento mafioso. Artur los recuperará posteriormente tras grabar al vendedor que éste los ha obtenido de manera ilegal... Más tarde descubren, leyendo las notas de su padre, el deseo de éste de obtener un sello raro y único al que ya hemos hecho referencia. A partir de este momento algo cambia en los hermanos. Lo que inicialmente podría parecer un tema de dinero se torna de repente en otro asunto, un asunto que además les une tras dos años de estar sin contacto. Dice Jerzy en un momento del episodio en el que ambos están preocupados por la falta de seguridad del apartamento del padre: "Artur... Esto ha hecho desaparecer todos mis problemas. Lo he olvidado todo". Artur le responde: "A mi también me pasa, como cuando éramos niños y nos daban igual los problemas de los adultos. Me siento exactamente igual. No me importa nada más". A lo que Jerzy añade: "Ayuda a olvidar. Es infantil". "Pero muy bonito" - responde Artur -, y sigue diciendo: "Puede que nada más exista. Si lo deseas se desvanece todo".

¿Y el Mercurio rosado?
De repente el coleccionismo empieza a devenir una obsesión para ambos hermanos. De la misma manera que el padre - al que apenas conocieron -, su vida empieza a orbitar alrededor del mundo de los sellos. Evidentemente, y como toda actitud obsesiva, ésta persigue no ceder a una percepción del mundo como deseo del Otro. Esto parece obvio en el caso de Jerzy, cuyas breves imágenes de su familia ya ponen de relieve la relación tensa que mantiene con su mujer. Sus palabras son en ese sentido precisas: "Esto ha hecho desaparecer todos mis problemas. Lo he olvidado todo". En el caso de Artur el asunto se aproxima más al llamado popularmente "síndrome de Peter Pan", el adulto que no quiere crecer, que no quiere asumir responsabilidades. Así lo apunta no sólo su actitud en general sino también sus palabras: "A mi también me pasa, como cuando éramos niños y nos daban igual los problemas de los adultos". De hecho, la película empieza con Artur cantando una canción donde recita los mandamientos al contrario: ¡Mata! ¡Mata! ¡Mata! ¡Mata y fornica! Fornica y codicia los domingos. Toda la semana. Toda la semana. Pega a tu madre, tu padre y tu hermana. Pega a los más débiles y roba lo que puedas. Porque todo es tuyo. Todo es tuyo. Característica de ese aspecto del síndrome que muestra la creencia de que está más allá de las leyes de la sociedad y de las normas por ella establecidas.

Sin embargo, no nos hallamos tan sólo frente a un tema obsesivo, nos hallamos, en todo caso, ante un tema obsesivo vinculado a "la falta". Tras hablar con el experto en filatelia que despidió al padre en el entierro, los hermanos deciden no vender la colección recogiendo la herencia del padre como un legado a continuar, preservando así la colección y no sólo preservarla sino completarla y continuarla. Así, poco a poco, vamos observando en los hermanos algunos comportamientos curiosos: Vemos de repente a Jerzy observando fascinado los álbumes del padre que guardan celosamente en el mismo armario y bajo los mismos candados. A él no tarda en unirse Artur, quien temiendo que los puedan robar decide instalarse en el apartamento. Leen los diarios del padre y así descubren el misterioso "Mercurio rosado" que falta para completar una valiosísima serie. Poco a poco este sello se va constituyendo el objetivo que, casi como el Grial, persiguen los hermanos. La colección va dejando de ser un valor económico para pasar a otra cosa:

Todo buen coleccionista entiende que los objetos deben ser, ante todo, acariciados, sustituyendo el tacto a la vista. Y es que hay algo secreto en las colecciones, algo casi trágico, un destino, que sólo la muerte clausura. Ese coleccionar como acto puro es la maldición que pesa sobre lo coleccionado: la colección sólo se cierra con la desaparición del coleccionista.. Sólo la muerte lo detiene. [2]

La fascinación por la colección.

Este texto es muy interesante y nos enfoca directamente a esa continuidad que se establece entre padre e hijos en función de la colección. La única manera de que la colección no muera con el coleccionista es su continuación, y en este caso, esta continuación se da a través de la continuidad en sus hijos. Para ello es necesario que estos devengan como el padre, es decir, que hagan de la colección el centro y obsesión de su vida. Da la sensación de que Jerzy pasa de su familia mientras que Artur abandona el grupo de rock, y de que, progresivamente, su mundo empieza a orbitar alrededor de los sellos y, especialmente, de su conservación y ampliación a través de la búsqueda del "Mercurio rosado". Todo eso es lo que nos pone en contacto con el elemento fundamental que empieza a estructurarse en los hermanos: la pasión del coleccionismo va ligada no sólo a lo que se posee sino también a lo que no se posee. Es ese acto de tener lo que falta donde se puede instaurar el coleccionismo como obsesión:

Habría que enumerar lo que se tiene y  habría, sobre todo, que enumerar lo que no se tiene. Cuantas conchas hay que recoger - el texto habla acerca de un coleccionista de conchas -, cuantas playas hay que recorrer para completar la colección. Cuantas faltan, y la respuesta es tan sencilla como incierta; sólo faltan todas aquellas que aún no se tienen. En ese acto de tener lo que falta, se instala la patología del coleccionista, la parte más fascinante de toda colección. [3]

El Mercurio rosado.
Es en ese sentido que el "Mercurio rosado" es "la parte más fascinante de toda colección", es decir, lo que falta. Tenemos aquí claramente explicitada la relación entre deseo y pulsión. Mientras que la pulsión es voluntad de goce, es decir, de completud, el deseo, que también lo anhela, al mismo tiempo lo rechaza: por eso todo colección se necesita incompleta. Mientras que la pulsión persigue la completud o el goce, el deseo persiste en su insatisfacción, por eso Lacan dijo aquello de que el deseo es deseo de deseo. Veamos que en el caso de los dos hermanos el coleccionismo puede considerarse como un desplazamiento de la gestión del goce. Vemos claramente esta posición cuando, Jerzy, para lograr el sello deseado, y cayendo en toda una trama preparada para finalmente robarles a los hermanos la colección de sellos, donará un riñón para conseguirlo. En todo caso también nos permite reflexionar también sobre este aspecto codicioso del deseo (El Wunsch freudiano), de su carácter vehemente, como se verá definitivamente en el final del episodio.

2. COLECCIONISMO Y FETICHISMO.

Partiendo de estas primeras reflexiones, parece interesante contemplar el coleccionismo, en relación con el fetichismo tal y como proponen algunos psicoanalistas, tal y como cabe deducir del padre de Jerzy y Artur, y a su vez en ellos mismos. Recordemos que el fetichismo tiene como objetivo ocultar la falta fálica de la madre. Para profundizar en ello veamos los tres estadios que Lacan describe para dar cuenta del fetichismo:

- 1. La madre no tiene el falo. 

Es decir, y recordando que el falo es el significante de la completud, que la madre no tiene falo hay que leerlo como que en la madre hay "falta", falta que a su vez designa al falo como significante de su deseo. Esa cuestion simbólica afecta sin embargo a un nivel imaginario·en el cual el niño o niña se postula como el objeto fálico que completa a su madre:

Si el niño ha recibido de su madre la significación fálica de su falta, puede entonces hacerse para ella objeto fálico como imagen [...] El sujeto, varón o niña, es por la imagen de su yo lo que falta en la madre. Es la apuesta en el caso del no psicótico. La madre no tiene el falo, por lo tanto yo lo soy... ¡para ella! [4]

- 2. La angustia.

Sin embargo, y al mismo tiempo, la posible satisfacción de ese deseo se torna en amenaza, en tanto en cuanto la ocupación del lugar del falo como ocupación del lugar de la falta a la madre implica disgregación, disolución, es decir, pérdida de identidad y es, en ese sentido, que la posibilidad de ocupar ese lugar se torna a su vez en causa de angustia. Dice Lacan al respecto, en su Seminario IV La relación de objeto:

Si hay castración, es en la medida en que el complejo de Edipo es castración. Pero la castración, no en vano se ha visto, y de forma tenebrosa, que tiene tanta relación con la madre como con el padre. La castración materna [...] implica para el niño la posibilidad de devoración y mordisco. Hay anterioridad de la castración materna, y la castración paterna es un substituto suyo. 

Esta última no es tal vez menos terrible, pero es sin duda más favorable que la otra, porque es susceptible de desarrollos, lo cual no ocurre con el engullimiento y devoración por parte de la madre. [5]

- 3. La madre tiene el falo.

En el fetichismo se postula el fetiche (recordemos que, como los amuletos, en el plano religioso son objetos a los que se dota de poderes mágicos o sobrenaturales que protegen al portador de las fuerzas naturales), como substituto del falo faltante de la madre, tornándose así en una defensa contra la angustia de la madre:

... por eso, sin duda, tiene la misma función que la fobia: instalar una protección en un puesto de avanzada frente al peligro de ser devorado por el deseo insaciable del Otro. [6]

Y es aquí donde el coleccionismo coincide con el fetichismo. Dice Gérard Wacjman, un psicoanalista que ha dedicado un interesante ensayo a reflexionar el coleccionismo desde el psicoanálisis:

... el fetichista exhibe dos cosas esenciales: a) que el objeto es la condición absoluta del deseo y, b) que este deseo pende de lo que el objeto tiene de más singular [...] El objeto singular como causa y condición del deseo. El coleccionista coincide aquí con el fetichista. [7]

A la búsqueda del "Mercurio rosado".

Vemos ocupando ese lugar de objeto singular al "Mercurio rosado", aquel objeto por el que Jerzy va a sacrificar un riñón.  O como dice Wajcman: "toda colección de obras es una exposición de singularidades, puesta en serie" [8]. Cada objeto que completa la colección ocupa momentáneamente ese lugar de singularidad del que pronto es desbancado por el siguiente objeto que se deseará para re-ocupar ese lugar, finalmente el lugar del objeto in-hallable, el Objeto sobre el que finalmente nunca se pondrá la mano: la promesa del Gran Goce.

Observamos esa relacción de la colección necesariamente incompleta con los "objetos singulares" que momentáneamente adquieren el lugar del Objeto, cuando la colección del padre es robada por un conjunto de personajes que conciben una trama para lograrlo mientras Jerzy está en el hospital y Artur le acompaña durante algunos momentos en su estancia. La tragedia de los hermanos Jerzy y Artur es que, de repente, y  poseyendo definitivamente el "Mercurio rosado"- que Artur se lo da a Jerzy al ser quien ha donado el riñón -, de nada les sirve sin la colección de su padre. El sello pierde toda su singularidad en ausencia de la serie que completa y de la colección de la que forma parte. 

El final del episodio nos muestra el aspecto codicioso del deseo  bajo la sospecha de los hermanos de que ha sido el otro el que ha robado la colección, llegando ambos a instrumentar al detective de policía que investiga el robo. Finalmente el encuentro de los personajes que han tramado el robo - hasta entonces personajes sin aparente relación: un acreedor del padre, un joven y un vendedor de sellos - les devuelve a la evidencia de que fueron víctimas de una trama.


3. UNA REFLEXIÓN FINAL.

De todo lo dicho podemos decir que el coleccionismo, tal y como lo aproximamos aquí, responde de distintas maneras a diferentes aproximaciones. Es así propio del obsesivo en tanto en cuanto éste se halla aposentado sobre el tesoro de su goce. Es también propio de la histeria en tanto en cuanto perpetua la insatisfacción del coleccionista en la colección incompleta que siempre anda buscando completarse. Y, finalmente, tenemos la aproximación fetichista, basándose en un desplazamiento en la colección y el objeto singular característico de la búsqueda del coleccionista, se instituye como defensa de la angustia de castración.

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[1] Wajcman, Gérard. Colección seguido de Avaricia.col. Bordes. Ed. Manantial, pág. 13
[2] Diego, Estrella de. http://www.elmamm.org/wp-content/uploads/2014/04/Tener-lo-que-falta.pdf
[3] Idem anterior.
[4] Julien, Philippe. Psicosis, perversión, neurosis, la lectura de Jacques Lacan. Amorrortu editores, pág. 105
[5] Lacan, Jacques. Seminario IV. La relación de objeto. Editorial Paidós, pág. 369
[6] Ver nota 3, pág. 106
[7] Ver nota 1. págs. 35 y 36
[8] Ídem anterior, pág. 57

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VER PELÍCULA

PARTE 1. https://www.youtube.com/watch?v=Y0UnUL7t3oA
PARTE 2. https://www.youtube.com/watch?v=pX7DZcrOLdg
PARTE 3. https://www.youtube.com/watch?v=i4k4ugxbkEs
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SERIE DECÁLOGO (pulsar título para acceder a la entrada)

Decálogo 1. Yo, el señor, soy tu Dios. Ese frágil absoluto.
Decálogo 2. No tomarás en falso el nombre del señor, tu  Dios. Compasión vs. culpa.
Decálogo 3. Santificarás las fiestas. Resentimiento, envidia y reparación. 
Decálogo 4. Honrarás a tus padres. El edipo honrado.
Decálogo 5. No matarás. Estado, poder, ley y obscenidad.
Decálogo 6. No cometerás adulterio. Idealización y descreimiento en el amor.
Decálogo 7. No robarás. El arquetipo del niño.
Decálogo 8. No mentirás. Sobre la culpa depresiva.
Decálogo 9. No desearás a la mujer del prójimo. De mentiras, de celos y de culpas.
Decálogo 10. No codiciarás los bienes ajenos. Falta, deseo y pulsión. Fetichismo y coleccionismo.

domingo, 5 de febrero de 2012

HILARY Y JACKIE: UNA REFLEXIÓN ACERCA DE LA HISTERIA.


1. EL CRUCE DE CAMINOS.

La película Hilary y Jackie (1998), dirigida por Anand Tucker y basada en la novela de Hilary du Pré acerca de su relación con su célebre hermana, la violonchelista Jacqueline du Pré, nos ofrece distintos puntos de reflexión. Sin mencionarlos aún diré que todos ellos están contenidos en esa escena que a todos habrá llamado la atención, y a partir de la cual se toman los dos caminos: el camino de Hilary (Rachel Griffiths) y el de Jackie (Emily Watson). Se trata de la escena en que las hermanas dialogan acerca de la boda de Hilary con Kiefer (David Morrisey). Se hacen evidentes unas frases distintivas en el diálogo con el que se repite la escena según esta da camino a Hilary, según da a camino a Jackie. Recordemos… La escena del diálogo entre las hermanas que abre el camino de Hilary trascurre tal y como sigue:

Hilary: Jackie… Jackie, Kiefer quiere que nos casemos
Jackie: -medio dormida - ¿Qué…?
Hilary: ¡Kiefer quiere que nos casemos…! ¿Qué te parece?
Jackie: Que es una tontería… Verás, no tienes que casarte con él… ¿Sabes lo que es esto? Esto querida es un diafragma… Un anticonceptivo.
Hilary: ¿En serio? – ríen juntas –
Hilary: ¿Quién te lo ha dado?
Jackie: Me lo ha dado el médico. ¡Venga Hill! Cojamos un piso juntas y hagamos el loco. Podríamos tener todos los hombres que quisiéramos.
Hilary: Voy a casarme con Kiefer… – se cruzan unos instantes las miradas – Le quiero… y el me quiere.
Jackie: El no te quiere… Sólo quiere meterse en tus bragas. No tienes que casarte cada vez que te apetezca un polvo. Para eso esta esto – el diafragma -
Hilary: Pero yo quiero casarme…
Jackie: No puedes casarte con él. No puedes abandonarme.
Hilary: No te abandono… Tú nunca estás aquí. Nunca volverás a estar aquí.
Jackie: ¿No lo sabes? Dejo el violonchelo.
Hilary: No digas tonterías.
Jackie: Puedo hacer lo que quiera.
Hilary: Lo único que sabes es tocar el chelo. Lo único que yo se es tocar la flauta. Somos unas crías Jackie. Hasta Kiefer se ríe de mí.
Jackie: ¿Y por qué te casas con él?
Hilary: Porque hace que me sienta especial.
Jackie: Pues eso es una bobada porque la verdad es que no eres especial.
Hilary: - entristecida – Creí que te alegrarías por mí.



Emily Watson como Jacqueline du Pré

Y la película inicia el camino de Hilary… Veamos ahora la misma escena que inicia el camino de Jackie. Esa escena continúa en el momento en que Hilary le dice a su hermana que Kiefer la hace sentir especial. Sin embargo la escena toma aquí el siguiente rumbo:

Jackie: ¿Y por qué te casas con él?
Hilary: Porque hace que me sienta especial. Tu no lo entiendes porque no tienes a nadie que te haga sentir especial.
Jackie: Pues eso es una bobada porque la verdad es que no eres especial.
Hilary: Si crees que ser una persona normal es más fácil que ser alguien excepcional te equivocas. Sin ese violonchelo al que agarrarte no serías nada.



Rachel Griffiths como Hilary du Pré



¿Qué nos muestra esta parte de diálogo atribuida a Hilary que en su versión no está registrada? ¿Cuál es el verdadero diálogo? ¿O quizá es que ambas versiones son los contenidos temidos para cada hermana en su imagen a través de la otra?

Entre los dos caminos de la película tenemos el intermedio en el que la vida de las dos hermanas se cruza derivando en el polémico triángulo que se constituirá entre Hilary, Kiefer y Jackie hasta el momento en el que éste se acaba y las vidas de las hermanas se separan  hasta prácticamente el final trágico de Jackie por la enfermedad degenerativa (esclerosis múltiple) que la aquejó.

Para comprender bien la esencia de la temática psicológica sobre la que esta película nos permite reflexionar es necesario dirigirnos a otra escena fundamental de la película… Jackie, ya una famosa violoncelista, hace pareja con el no menos famoso pianista y director Daniel Barenboim. En un momento determinado, cuando tras un concierto Jackie aprecia los primeros síntomas de su enfermedad degenerativa, se establece el siguiente diálogo entre ellos:

Jackie: ¿Dani, me querrías si no pudiera tocar?
Dani:   ¿Qué?
Jackie: ¿Me querrías si no pudiera tocar?
Dani:    Si no pudieras tocar no serías tú.
Jackie:  ¡Quiero saberlo!
Dani:   ¡Oh cuerpo balanceado por la música! ¡Oh luminosa mirada! ¿Cómo se puede separar la bailarina del baile?
Jackie:  ¿No deseas a veces no saber tocar, ser una persona normal?
Dani:    ¿Vivir en el campo, hornearse el pan, echar pienso a las gallinas y tocas una vez al año con un grupo de aficionados?
Jackie: ¡Como te atreves a insultar a mi hermana!
Dani:    Vamos… no la estoy insultando…
Jackie: ¡Al menos ella eligió su vida… Tú y yo somos fenómenos de feria…
Dani:   Vayamos al coche y ya hablaremos… No quería molestarte.



James Frain como Daniel Baremboin

Cuando Daniel sale a la puerta para recogerla, Jackie ya no está. Se ha ido. Es entonces cuando viaja y vuelva a la casa de campo de Hilary dando inicio a la compleja relación con ella y Kiefer, su pareja.

¿Qué nos llama la atención de este diálogo? La temática que se nos plantea nos permite reflexionar sobre algunos aspectos de la histeria. En primer lugar estos dos breves diálogos  nos introduce a una cuestión fundamental en esta neurosis: ¿cuál es mi valor? ¿porqué se me reconoce?



David Morrisey como Cristopher Finzi
2. LA MUJER, EL HOMBRE Y LA OTRA.

En Hilary y Jackie es fundamental el trío que constituyen Jackie, Hilary y Kiefer y, en cierta medida, pero fuera de él, Daniel. Veamos, en primer lugar, la percepción que Jackie tiene de esos dos hombres. La escena antes narrada entre ella y Daniel pone de manifiesto esa duda acerca de qué es aquello que se ama: lo que soy o lo que represento. Daniel, inevitablemente, representa esa increpación que Hilary le lanza a Jackie en la segunda escena cuando le dice: sin ese violonchelo no eras nada. Al mismo tiempo Hilary, en la primera escena ya formula esa desviación del valor de una mujer hacia el hombre cuando confirma que Kiefer hace que me sienta especial. A la luz de estos elementos veamos ahora una lectura que se deriva de todo ello.

Para ello no tenemos que olvidar los inicios que se nos muestra acerca de la infancia de ambas mujeres: dos niñas creciendo en un mundo artístico (música, danza, dibujo…) propiciado esencialmente por la madre. En esos inicios se nos muestra una Hilary virtuosa que, aparentemente, parece llamada a ser una exitosa flautista, mientras Jackie, más pequeña, asiste contrariada a esa exaltación de la hermana. A su vez Hilary, y desde su superioridad, trata de que su hermana pueda participar del mundo de la música en la que ella está inmersa, siendo, en ese sentido, significativa la escena en la que dentro de la orquesta en la que Hilary toca un solo de flauta,  Jackie sólo interviene para dar una nota con un tambor, y en la que al hacerlo lo rompe de rabia.



Jacqueline du Pré en su infancia
Más adelante se nos muestra cómo Jackie empieza a tocar el chelo con un profesor que destaca sus cualidades (William Pleeth, a quien llamaba su "padre musical")… Al poco tiempo, y en un concurso de música, Jackie desplaza el interés por Hilary al recibir un manifiesto reconocimiento por parte del jurado por su brillante interpretación. Asistimos entonces al rostro contrariado de Hilary al perder su protagonismo. Veamos por lo tanto los dos movimientos posteriormente manifestados en las mujeres:

1) El movimiento de Jackie hacia Hilary entendido como el valor es lo que se representa.
2) El movimiento de Hilary hacia Jackie de integrar a su hermana en su mundo.

En los dos diálogos primeros a los que hacemos referencia encontramos la estructuración fundamental del mensaje histérico: la otra tiene el secreto de ser mujer (de la misteriosa feminidad). ¿Cómo Hilary, que no es nada (igual que Jackie sin violonchelo sería nada, qué fue entonces de Hilary sin su flauta) tiene el amor de Kiefer, un amor que la hace sentir especial? ¿Qué tiene “nada” para ser amada como algo especial? Recordemos que en el primer diálogo Jackie le dice a Hilary que eso es una bobada porque la verdad es que no eres especial. La relación de Daniel con Jackie está marcada precisamente por el violonchelo… ¿Me querrías si no pudiera tocar? – le pregunta ella – Si no pudieras tocar no serías tú – le responde Daniel -, tras lo cual se escenifica la escena que confirmaría la increpación de la hermana… sin violonchelo no eres nada. Y aquí se estructura el desafío de Hilary para Jackie: ella, no obstante, es amada por ser nada. De esa manera las hermanas vuelven a reestructurar el esquema de la infancia estableciéndose de nuevo el movimiento de Jackie hacia Hillary ahora en virtud del hombre que la ama (Kiefer) por nada, a la vez que debido a este movimiento Hilary restablece su posición de superioridad sobre su hermana cuyo máximo exponente es volverla a integrar en su mundo: compartir ahora a Kiefer. Veamos como en esta estructura se cumple el esquema histérico: la histérica se identifica con un hombre, al tiempo que cede la posición femenina a alguna otra mujer que encarna para ella el misterio de la feminidad. - 1 -

Es algo que Jackie parece intuir cuando, en el primer diálogo,  le dice a su hermana “no puedes casarte con él. No puedes abandonarme.” A lo que curiosamente Hilary le responde “No te abandono… Tú nunca estás aquí. Nunca volverás a estar aquí.”  Lo que, sin mucha vacilación, me atrevo a traducir en los siguientes términos: El abandono que siente Jackie es porque al casarse Hilary se reestructurará el esquema y la hermana vuelve a interpretar el misterio de porque ella es amada, ahora por ser aparentemente nada, por representar nada, mientras que ese nunca estás aquí, y aun más, ese nunca volverás a estar aquí parece hacer referencia a un nunca volverás a necesitar-me. Vemos así entre las dos hermanas, modulado a través del hombre, en realidad más como intermediario, como hombre de paja, las dos posiciones del histérico: la búsqueda de la potencia que somete (Jackie) o de la impotencia que atrae (Hilary), pero que en ambos casos acaba decepcionando. Kiefer, como antes la música,  es, en el fondo, el objeto intermediario por el que ambas mujeres se interrogan… Jackie intentando encontrar el qué de la otra, de Hilary, de su nada aparente, y Hilary sosteniéndose en el poder de ser poseedora del objeto deseado por su hermana, ahora un hombre, Kiefer, como antes, de pequeñas, lo fue la música.


Jacqueline du Pré: primeros años
3. EL YO HISTÉRICO COMO UN YO HISTERIZADOR.

Juan David Nasio, en su libro El dolor de la histeria, destaca tres aspectos del yo histérico: la histerización, la insatisfacción y la tristeza. ¿Qué significa esto del yo histérico como yo histerizador? Veamos que nos dice Nasio:

Histerizar es hacer que nazca en el cuerpo del otro un foco ardiente de líbido. - 2 -

Y nos dice esto tras indicarnos previamente:

Instala en el cuerpo del otro un cuerpo nuevo, tan libidinalmente intenso y fantasmático como lo es su propio cuerpo histérico. Pues el cuerpo del histérico no es cuerpo real, sino un cuerpo sensación pura, abierto hacia afuera como un animal vivo, como una suerte de ameba extremadamente voraz que se estira hacia el otro, lo toca, despierta en él una sensación intensa y de ella se alimenta. - 3 -

En la película se observa esta dimensión de Jackie en su dimensión provocadora, y en un punto en el que este estilo provocador adopta, como indicó Lacan, una forma homosexuada (Hommesexuelle, con dos emes) que no homosexual (homosexuelle, con una eme) - 4 -, una sexualidad identificada con la del hombre y que adopta en muchas ocasiones lo que podríamos llamar un estilo masculino de relacionarse. Recordemos en ese sentido las palabras de la escena primera:

Hilary: ¡Kiefer quiere que nos casemos…! ¿Qué te parece?
Jackie: Que es una tontería… Verás, no tienes que casarte con él… ¿Sabes lo que es esto? Esto querida es un diafragma… Un anticonceptivo.
Hilary: ¿En serio? – ríen juntas –
Hilary: ¿Quién te lo ha dado?
Jackie: Me lo ha dado el médico. ¡Venga Hill! Cojamos un piso juntas y hagamos el loco. Podríamos tener todos los hombres que quisiéramos.
Hilary: Voy a casarme con Kiefer… – se cruzan unos instantes las miradas – Le quiero… y él me quiere.
Jackie: Él no te quiere… Sólo quiere meterse en tus bragas. No tienes que casarte cada vez que te apetezca un polvo. Para eso esta esto – el diafragma –

El estilo provocativo de Jackie concuerda con esa dimensión histerizadora entendida como la erotización de una expresión humana, propia o ajena:

Esto es exactamente lo que hace el histérico: con la máxima inocencia, sin saber, él sexualiza lo que no es sexual; por el filtro de sus fantasmas de contenido sexual – y de los que no tiene necesariamente conciencia -, el histérico se apropia de todos los gestos, todas las palabras o todos los silencios que percibe en el otro o que él mismo dirige al otro. - 5 -

Ahora bien, llegados a éste punto si es importante destacar un aspecto esencial que afecta a las histéricas (por diferenciarlo de los histéricos, cuyo problema se relaciona más con el contacto y la penetración) en relación a la sexualidad y a la relación sexual, y que puede enunciarse de la siguiente manera: la histérica se ofrece, pero no se entrega; puede tener relaciones sexuales orgásmicas, sin por ello comprometer su ser de mujer.

De hecho, para la histérica, el orgasmo puede ser el límite que separa el ofrecimiento de la entrega. Pero… ¿qué significa esto de que la histérica no se entrega? Yo lo denomino, por coger un símil místico, como la incapacidad para dejarse arrebatar (el arrebato místico es dejarse penetrar el alma por dios), para entregarse al arrebato del encuentro sexual y que, específicamente en el histérico o la histérica, toma la forma de la insatisfacción, la paradoja de tener que vivir que lo que más deseo es lo que debo evitar, hasta tal punto que en la histeria el deseo es al final deseo de insatisfacción porque como también ya indicó Lacan, sólo el deseo de insatisfacción permite al histérico garantizar la inviolabilidad de su ser. Y que como dice Nasio:

Una insatisfacción que no se acantona en el mero registro sexual, sino que se extiende al conjunto de la vida; a veces, con enorme dolor, a través de episodios depresivos y hasta tentativas de suicidio. - 6 -

4. EL YO HISTÉRICO UN YO INSATISFECHO.

Respecto a este punto nos dice Juan David Nasio:

El histérico, como cualquier sujeto neurótico, es aquel  que, sin saberlo, impone al lazo afectivo con el otro la lógica enferma de su fantasma inconsciente. Un fantasma en el que él encarna el papel de víctima desdichada y constantemente insatisfecha. Precisamente este estado fantasmático de insatisfacción, marca y domina toda la vida del neurótico. - 7 -

Poco a poco es lo que vemos hacerse presente en la relación de ambas hermanas… La insatisfacción de Jackie se centra constantemente en la hermana y aquello de lo que esta supuestamente disfruta (por eso, y como vimos anteriormente, el deseo de insatisfacción no sólo se manifiesta en lo sexual sino que se proyecta en la toda la extensión de la propia vida). Veámoslo:

1. En la infancia ya se observa esa “envidia” hacia la hermana: hacia el reconocimiento que esta obtiene a través de la música.

2. Posteriormente y ya de mayores, cuando Jackie ya empieza a ser reconocida por sus grandes virtudes interpretativas y se dispone a su peregrinar por Europa interpretando a la vez que recibe clases de los más grandes violonchelistas (Pau Casals, Mistislav Rostropovich), Hilary cae en picado con su flauta en manos de un profesor capaz de destruir al más pintado. No obstante, ya se empieza a observar en ella esa añoranza del hogar (es significativa la escena de la ropa que manda a lavar a su casa y cuyo significado se aclara en otra escena posterior) y el inicio de la relación de amor – odio que establece con su instrumento: de repente el éxito no es acompañado por el amor, por el afecto, por la compañía… La admiración es por su virtud.



La soledad de Jackie
3. En su vuelta a casa, cuando presenta a Daniel a su familia, también conoce a Kiefer, el novio de Hilary, quedándose ya chocada por la actitud amorosa que éste manifiesta hacia su hermana. Tras la “decepción” – una forma inicial de la insatisfacción – con Daniel, vista en la tercera escena que hemos comentado, vuelve a su hermana manifestándose una vez más su “envidia” por su mundo, es decir, por el amor de Kiefer y su familia.

4. Finalmente la partida del hogar de Hilary cuando tras compartir ésta el amor de Kiefer con Jackie las cosas llegan a un punto extremo de tensión (se hacen demasiado obvios algunos comentarios despectivos de Jackie hacia Hilary) que lleva a Hilary a pedirle que se vaya de su casa… La escena finaliza con la partida cargando su violonchelo y con la omnipresente melodía de fondo del concierto para violonchelo y orquesta de Elgar.

5. A partir de aquí asistimos ya al declive de Jackie aquejada de esclerosis múltiple que la apartó de los conciertos y progresivamente de Daniel a quién había vuelto tras dejar el hogar de Hilary.



Los últimos años: esclerosis múltiple 

El  por qué el sujeto histérico busca la insatisfacción (cuando aparentemente buscamos lo contrario) lo vimos ya esbozado en el punto anterior. No obstante, y a pesar de la complejidad del tema, que supera los límites de este blog, dejaremos este punto con unas palabras más de J. D. Nasio, quién en el libro antes citado nos apunta:

Un peligro esencial amenaza al histérico, un riesgo absoluto, puro, carente de imagen y de forma, más presentido que definido: el peligro de vivir la satisfacción de un goce máximo. Un goce de tal índole que, si lo viviera, lo volvería loco, lo disolvería o lo haría desaparecer. Poco importa que imagine este goce máximo como goce del incesto, sufrimiento de la muerte o dolor de la agonía; y poco importa que imagine los riesgos de este peligro bajo la forma de la locura, de la disolución o del anonadamiento de su ser; el problema es evitar a toda costa cualquier experiencia capaz de evocar, de cerca o de lejos, un estado de plena y absoluta satisfacción. Por más que se trate de un estado imposible, el histérico, lo presiente como una amenaza realizable, como el peligro supremo de ser un día arrebatado por el éxtasis y de gozar hasta la muerte última. - 8 -

Por ese mismo motivo el histérico tiene que lograr finalmente la insatisfacción boicoteando sus propios logros.

5. EL CONCIERTO PARA VIOLONCHELO Y ORQUESTA DE ELGAR: EL YO HISTÉRICO UN YO TRISTEZA.

Dice Slavoj Zizek que existe una doble histeria entre ambas hermanas, lo cual, a parte de comprender a Jackie nos permite tambien comprender a Hilary:


... cada una de ellas percibe a la otra cómo la mujer que sabe qué desear ("el sujeto que se supone que desea"), y, al menos en un punto de la historia, se sale ella misma del cuadro, convencida de que su ausencia hará posibloe la imagen ideal de la pareja o la familia. . Para Jackie, Hilary y su familia son la unidad ideal que observa con anhelo, mientras que para Hilary, la imagen de Jackie jugando con su marido y con sus hijos constituye un ideal en el que finalmente no hay lugar para ella. - 9 -


Ambos anhelos llevan constantemente a la fuente de tristeza para el histérico: la exclusión. De la misma manera que en la infancia Hilary es excluida de la música, Jackie lo es del entorno familiar de Hilary. Llegamos así a la fuente de la tristeza y del dolor que embarga a los histéricos: desatando el conflicto o despejándolo, sea hombre o mujer, ocupará invariablemente el papel de excluido. Dice Nasio al respecto:


Los histéricos crean una situación conflictiva, escenifican dramas, se entrometen en conflictos y luego, una vez que ha caído el telón, se dan cuenta, en el dolor de su soledad, de que todo no era más que un juego en el que ellos fueron la parte excluida. En estos momentos de tristeza y depresión tan característicos descubrimos la identificación del histérico con el dolor de la insatisfacción: el sujeto histérico ahora ya no es un hombre, no es una mujer, es dolor de insatisfacción. - 10 -


Quizá por este motivo Jackie siempre mostró su fascinación por el concierto para violonchelo y orquesta de Edward Elgar,  cuyo primer movimiento tiene un aire trágico que no en vano se debe a una de las motivaciones de Elgar para escribir este concierto: el del sufrimiento que Europa había vivido con la primera guerra mundial y sus desastres. Hay algo en esa melodía que se relaciona con esa dimensión de destino irremisible que hay en lo trágico y que parece acompañar esa sensación de destino irrevocablemente insatisfecho que acompaña al histérico.


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- 1 - Lacan, J. (1951): “Intervención sobre la transferencia”. En Escritos 1, Siglo XXI
- 2 - Nasio, J. D. El dolor de la Histeria, Paidós psicología profunda 156, pág. 18
- 3-  Ver nota anterior, pág. 18
- 4 - Lacan, J. (1972-73): El seminario, libro 20: Aun, Paidós
- 5 - Ver nota 2, pág. 18
- 6 - Ver nota 2, pág. 49
- 7 - Ver nota 2, pág. 16
- 8 - Ver nota 2, pág. 16
- 9 - Zizek, S. Lacrimae Rerum. Ensayos sobre cine moderno y ciberespacio, Debate, pág. 38 
- 10 - Ver nota 2, pág. 21