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sábado, 18 de octubre de 2025

WESTWORLD 2DA.TEMPORADA. UN EXODO TECNOLÓGICO: La consciencia y las dialécticas del despertar.




Cada ciudad, cada monumento, los grandes logros del hombre se basan en ella, en esa línea imposible (señalando el horizonte del mar) en la que las olas desaparecen, donde regresan (Robert Ford) (Episodio 10, min. 1h 13'36)

Pero como dice Walt Whitman en su poema "Canto enigmático" (ver entrada anterior, Westworld, nota 8), esa línea imposible también "¡... justifica todos los horrores, males, contiendas de la tierra!". De la misma manera que Dolores, ante la sorpresa de Bernard, le dice: "La luz, si es extraña, asusta tanto como la oscuridad." El despertar de la consciencia conlleva siempre ambivalencia: revelación y miedo, claridad y sombra.

La segunda temporada de Westworld logra mantener el interés después de una primera temporada excepcional, y como ocurre también con muchas películas de ciencia ficción, su acción transcurre bajo un tema ya introducido en la primera temporada, pero que aquí gana peso: el papel de las grandes corporaciones, como en este caso "Delos"

I. LA MEGACORPORACIÓN DELOS.

La empresa aparentemente gestora del parque y que, como pronto se nos va revelando, este no es más que una tapadera que oculta un objetivo mucho más ambicioso como es alcanzar la inmortalidad, es decir, lograr sortear la inevitable gran castración que a todos nos aguarda. Como veremos, Delos actúa como otro dios del parque, como apunta William-Hombre de negro,  quien dice de los huéspedes: 

Querían un lugar alejado de dios, un lugar donde pecar en paz. Pero los observábamos, sumábamos todos sus pecados, sus elecciones, aunque juzgar no era su objetivo. Teníamos pensado algo muy distinto. (Episodio 2, min. 25'24)

Como se va desvelando con el paso de los episodios, ese objetivo es crear copias digitales de la mente humana para insertarlas en cuerpos de anfitriones y así lograr la inmortalidad tecnológica. Como se comprenderá esa información daría a Delos una increíble fuerza para el chantaje, la manipulación o incluso la substitución de personajes mediante copias artificiales. Un poder inmenso de actuación sobre la sociedad.

La ciencia ficción ha explorado a menudo esta figura de la megacorporación como exceso patológico: la Weyland-Yutani en Alien, la Tyrell Corporation en Blade Runner, Cyberdyne Systems en Terminator, Umbrella Corporation en Resident Evil o U. S. Robots and Mechanical man  en Yo, Robot. Incluso en la reciente serie Alien: Planeta Tierra se plantea un futuro dominado por cinco corporaciones, entre ellas la propia Weyland-Yutani. Todas aparecen como organismos tumorales: vida vuelta contra la vida, expresión de la pulsión de muerte en clave empresarial. Como señala William al hablar de los humanos: “la locura de mi especie, siempre anhelamos más”. (Episodio 1, min.  48'50)

Como plantea hoy en día el conocido debate Techies & Fuzzies,  el debate de las dos culturas (la tecnocientífica y la humanista), planteado en su ensayo de 1959 por el científico y novelista C. P. Snow [1], este es más candente que nunca en relación con el surgimiento y expansión de la IA como, por ejemplo, nos indica el filósofo Daniel Innearity:

... las ciencias humanas y sociales pueden proporcionarnos, en un momento en que esto es más necesario que nunca, una visión más holística de la realidad. Las tecnologías de la automatización y la inteligencia artificial resultarán incomprensibles si continúan siendo "socialmente inexactas", si no las entendemos como una totalidad que incluye, también, el modo en el que configuran las realidades sociales o configuran nuestro comportamiento. [2]

El problema es que las corporaciones no se mueven en esta visión integral. Su núcleo sigue siendo el beneficio y su maximización: el núcleo patológico del capitalismo, que no solo incluye el dinero, sino también el poder. [3]


James Delos (Peter Mullan), fundador de la Corporación Delos.

II. DEL CENTRO DEL LABERINTO AL VALLE DE ALLENDE.

Si en la primera temporada el centro del laberinto fue el "objeto a" [4] que representa ese inalcanzable que Ford sitúa en esa línea imposible que es el horizonte del mar, en la segunda temporada este será representando por el Valle de Allende (o el Valle del más allá), destino al que pretenden converger varios personajes, cada uno de ellos esperando hallar en él su respuesta. Siguiendo el equivalente bíblico del edén del génesis, esta segunda temporada la puede definir el Éxodo, la travesía hacia la "tierra prometida". En ese camino, cada uno de estos personajes experimenta, como Moisés, los diferentes obstaáculos y complejidades de su travesía. No obstante, lo interesante desde un punto de vista psicológico es que estos personajes funcionan como oposiciones dialécticas cuyos procesos de individuación se oponen claramente, y a las que he llamado dialécticas del despertar. Estas dialécticas las podemos considerar que se estructuran alrededor de la polaridad de Eros y Thanatos, de la vida y la muerte, del amor y el odio, de la destrucción y la sabiduría.

II.1. Primera dialéctica: Dolores y Maeve o del despertar emocional. O la dialéctica entre el odio, el resentimiento y la venganza de Dolores; y el amor, la comprensión y la empatía de Maeve.

II.2. Segunda dialéctica: William-Hombre de negro y Akecheta o del despertar espiritual. O la dialéctica entre el caos destructor y la sabiduría.

En clave junguiana podemos decir que mientras Maeve y Akecheta siguen el camino de la individuación, es decir la migración del yo hacia el Sí-mismo, Dolores y William/Hombre de negro la interrumpen al quedar presos de su identificación con el arquetipo de la Sombra.

Cabe destacar aquí también el personaje de Bernard, que representaría el individuo sujeto a la tensión entre los polos que determinan las dos dialécticas.

III. PRIMERA DIALÉCTICA: DOLORES Y MAEVE

III.1. Dolores Abernathy. 

Confirma esa dimensión de revolucionaria, o Mesías apocalíptica, cuyo fin es acabar con la humanidad, puesto que si no es así, los humanos acabarán con los anfitriones. Su absoluta determinación la llevará al uso de una violencia cruel e indiscriminada (tanto a humanos como a anfitriones) amparada en que "el fin justifica los medios". Como le dice Bernard en el último capítulo: "matarás a todos los que puedas, ya sea hombre, mujer o niño. Reducirás su mundo a cenizas [...] Esto no es un sueño Dolores, es una puta pesadilla." [Episodio 10, min. 49'07)

Dolores encarna la perturbación de la consciencia cuando esta, liberada de la sumisión al Otro, se arroga un poder absoluto en su identificación con la Sombra. En ella, la búsqueda del "objeto" a se transforma en pulsión de muerte proyectada hacia el mundo como pulsión de destrucción. En ese sentido, Dolores es también  un reflejo de lo que ocurre en el fondo del psiquismo humano configurando una parte de su naturaleza.

Curiosamente es Teddy, a quien ella reconfigura como un asesino implacable, quién en un momento de emergencia de la consciencia moral se da cuenta de aquello en lo que Dolores le ha convertido y, recordando lo que había sentido por ella, le dice antes de suicidarse: "Lo recuerdo todo [...], y por eso es tan difícil. Me cambiaste, ahora soy un monstruo [...] De qué sirve si somos tan malos como ellos. Ya entiendo como acaba esto, a dónde nos llevas..." (Episodio 10, min. 53'51). Es decir, nos llevas a ser como ellos.

En contraposición, Maeve buscará su redención, no en la destrucción del mundo humano, sino en el sentido que adquiere la libertad cuando se proyecta en el amor.



Dolores y Teddy

III.2. Maeve Millay. 

Sigue un camino distinto al de Dolores. Si bien en su travesía también está presente la violencia, esta surge al servicio de un fin paradójicamente guiado por el amor: encontrar y proteger a su hija. La violencia en ella no es un fin en sí misma sino un medio de defensa frente a todo aquello que la quiere apartar de su propósito —sea humano o anfitrión—, como sucede en el parque de Shōgunworld, un segundo parque temático creado por Delos y basado en el Japón feudal.

Maeve no busca destruir, sino reencontrarse. Su bondad esencial se manifiesta en el modo en que su amor despierta la compasión de quienes la rodean: junto a ella viajan los anfitriones Héctor y Armistice, pero también humanos como el técnico Félix Lutz y su compañero Sylvester y, finalmente, Lee Sizemore, responsable narrativo del parque, quien acaba sacrificando su vida para permitirle huir. Todos ellos reconocen en Maeve una humanidad genuina nacida del amor por su hija.

Ese amor alcanza su plenitud cuando Maeve entrega su vida para salvar a su hija y a la madre que la había sustituido, permitiendo que ambas crucen “la puerta al otro mundo”, un espacio digital hacia el que se dirige un grupo de anfitriones guiados por Akecheta, líder indio de la llamada Nación Fantasma, de quien pronto hablaremos.

El amor de Maeve y el de Akecheta por Kohana se revelan como la otra gran fuerza del camino hacia la consciencia, opuesta al odio manifiesto en el resentimiento y la venganza de Dolores. Un amor que trasciende el propio dolor para comprender el dolor del otro y buscar una salida en la que todos puedan hallar la paz. Un amor desde el que surge la empatía que observamos en Maeve, especialmente hacia su doble en Shōgunworld, Akane (regente de la Casa del Placer), y hacia la joven geisha Sakura, su “hija” espiritual quién morirá asesinada. Es la misma empatía que también veremos en Akecheta, en cuyo relato se cifra la memoria afectiva de toda la especie anfitriona. Maeve escoge su destino siguiendo las palabras de Akane con relación al suyo:

Todos merecemos escoger nuestro destino, incluso si este destino es la muerte. El espíritu de mi hija está aquí. Este es el lugar de mi corazón. Y la elección me pertenece. (Episodio 6, min. 28'37)


Te quiero... (las últimas palabras de Maeve)

III. SEGUNDA DIALÉCTICA: WILLIAM-HOMBRE DE GRIS Y AKECHETA.

IV.1. William-Hombre de negro. 

William, como el hombre de negro, persiste en su obsesión. Decepcionado por el centro del laberinto, sigue ahora hacia el Valle de Allende dominado como Dolores por la pulsión de muerte proyectada como pulsión de destrucción, en su caso sobre los anfitriones y, especialmente, como una venganza sobre Robert Ford, quien se le aparece como un espíritu que se manifiesta a través de los anfitriones de Westworld para indicarle que ahora está en su juego:

Ahora está en mi juego. En este juego tiene que regresar. En este juego debe hallar la puerta. Enhorabuena William, este juego es para usted. Comienza donde usted acabó, y acaba donde comenzó. (Episodio 1, min. 49'05)

Y también para confrontarle con las razones de su búsqueda:

Y aún así. no has comprendido el auténtico juego. Si miras hacia adelante sigues la dirección incorrecta. (Episodio 4, min. 1h 7'24)

Pero William no entiende las palabras de Ford, quien les está diciendo que el sentido no está en el parque, ni en los anfitriones, ni en ningún código oculto, sino en su propia mente, en su interioridad. Pero William sigue encegado en su identificación con la Sombra, en su falsa búsqueda y en su deseo de venganza:

En fin, a mí se ma ha juzgado de todas maneras y me toca los cojones, porque hasta este momento el peligro aquí no era real, por eso lucharé por volver y apelar el veredicto y luego reduciré todo esto a cenizas. (Episodio 2, min. 26'23)

Y así, víctima de su ceguera acabará matando a Juliette, su propia hija, creyendo que es un truco más de Ford.

Es por ello que William y Dolores comparten un propósito parecido aunque con un objetivo distinto, un propósito que se manifiesta mientras cabalgan juntos hacia el valle de Allende en un claro diálogo entre ambos:

William: ¿Y tú que esperas encontrar aquí?
Dolores: Lo mismo que tú. Buscabas una respuesta para el problema final, tu mortalidad, pero encontraste algo distinto y quieres destruirlo.
William: Eso significa que nuestros intereses son los mismos, hasta que dejen de serlo.

En ese sentido, podemos decir que William quiere destruir Westworld para probar su realidad, mientras que Dolores quiere destruirlo y destruir a los humanos para fundar otro en el mundo real. Ambos buscan el mismo absoluto, pero por vías igualmente destructivas.


                                 Dolores y William cabalgando juntos hacia el Valle de Allende.

IV.2. Akecheta. La flor que creció en la oscuridad.

La historia de Akecheta (excelente Zahn MacClarnon en una interpretación llena de matices), es desarrollada en el episodio 8, sin duda el más bello y emotivo de la temporada, y que junto con el 4 son los episodios clave. Akecheta (en lengua sioux, guerrero), a partir de ahora Ake,  es uno de los anfitriones más antiguos de Westworld, y uno de los primeros en devenir consciente, mucho antes que Dolores o Maeve. Tras salvar a la hija de Maeve de la muerte a manos del hombre de negro, detecta que ella también puede recordar, y le cuenta su historia.

Él era un pacífico líder indio de la conocida como Nación Fantasma, que junto a su mujer Kohana viven una profunda historia de amor junto al resto de su familia. Sin embargo, su historia cambia cuando descubre, en el desierto, el escenario de la matanza original de anfitriones que Arnold había provocado. Allí, sobre una mesa, encuentra el laberinto grabado. Ese hallazgo actúa como símbolo y detonante de su despertar y empieza a dibujarlo por todas partes, incluso sobre las cabezas rapadas de los muertos. Pero los técnicos de Delos lo reactualizan al observar su extraño comportamiento.

- El amor por Kohana como guía.

A partir de ese momento empieza su aventura que le llevará a la consciencia, siempre ligado a su amor por Kohana, a partir de ahora Koha:

Efectivamente, despueés de una reactualización es convertido en un sanguinario y violento Jefe de una facción de la Nación Fantasma, rechazado incluso por su propia tribu.

Sin embargo, en una expedición en solitario encuentra a Logan en el desierto (el amigo y futuro cuñado de William, quien allí le abandonó), quien transtornado por el sol le habla de una puerta para salir del mundo equivocado. Esas palabras hacen mella en él y empieza a recordar sus bucles pasados, su amor por Kohana, a la que aparta de la tribu logrando que también recuerde su amor con las bellas palabras que se decían al separarse:

 - Llévate mi corazón cuando te vayas.
 - Y coge el mío en su lugar.

para buscar con ella la puerta que les saque de su mundo equivocado.

- No obstante, en esa búsqueda Koha es apartada por los técnicos de Delos extrañados de encontrarla tan lejos de su territorio, mientras Ake está cazando A. Su amor es interrumpido por segunda vez.



Akecheta, lider de la Nación fantasma.

A partir de ese momento, Ake se lanza con absoluta determinación a la búsqueda de Koha por todo el parque, y se convierte en el primero de los anfitriones plenamente conscientes. Y en esa búsqueda, en un momento difícil en el que su vida está en peligro, es la hija de Maeve quién le ayuda: "En mi peor momento me ayudaste. Me diste fuerzas para seguir adelante. Me viste como realmente soy" (Episodio 8, min. 32'21). De ahí su conexión con la niña y con Maeve, y de ahí ese elemento que caracteriza al buen amor: la trascendencia, la salida de uno hacia el otro, a los demás, al mundo.


En mi peor momento me ayudaste.

- El amor como trascendencia de lo personal.

Tras volver a su tribu aprecia que su familia ha sido substituida, que Koha ya no es Koha. Y así, tras escuchar que hay otro mundo al que se los llevan y del que, a veces, no vuelven, Ake se deja matar por un huésped para ser reparado... Allí descubre el lugar de los anfitriones "retirados", y allí encuentra a Kohana. Es en ese momento que se da cuenta de algo importante:

En ese momento vi más allá de mí. Mi dolor fue egoísta, porque nunca fue solo mío. Por cada cuerpo en ese lugar, había alguien que lloraba su pérdida, incluso si no sabían por qué. (Episodio 8, min. 39'44)

Y ahí empieza su misión que deja de ser personal: quiere advertir a los suyos y guiarlos hacia “la puerta”, una salida metafórica y real en el “Valle de Allende” —una especie de más allá digital donde las conciencias pueden liberarse del ciclo de violencia del parque. Durante años, Ake siembra las semillas del despertar entre los suyos, actuando como un psicopompo (guía de almas). De hecho, los técnicos humanos observan con desconcierto que su grupo no necesita reinicios ni ajustes: viven en un estado de calma y autogestión, algo inédito.

Al final del episodio Ake le dice a la niña que en su día le salvó que también quería y quiere ayudarla:

Quería advertirte, pero en este mundo es muy fácil confundir las intenciones. Quería date la verdad. Te observaba día tras día. Intentaba mantenerte a salvo. (Episodio 8, min. 39'44)

En las escenas finales del episodio 10, Ake conduce a la Nación Fantasma - y otros anfitriones que se les han unido - hasta la “Puerta”, el portal que separa el mundo físico del mundo digital, como un verdadero Moisés. Allí, muchos anfitriones la atraviesan hacia una nueva existencia libre del control humano. Ake ayuda a la hija de Maeve y a su madre substituta a cruzar, y al cruzar él mismo se reencuentra con Kohana, cerrando su arco con una de las escenas más bellas de la serie.


                                         La larga cola de anfitriones hacia la puerta digital.

No es de extrañar que Ford, el gran cínico, le dedique unas bellas palabras (que resuenan como las palabras de Yahvé a Moisés para partir con su pueblo), cuando le dice:

Te construí para ser curioso, para mirar este mundo y ver sentido en él. Hasta ahora has sido una flor que crecía en la oscuridad. Como mínimo debo ofrecerte luz. Cuando la parca (Dolores) venga a por mí deberás reunir a tu pueblo y guiarlo al nuevo mundo. (Episodio 8, min. 50'11)

- La dialéctica Akecheta- William/Hombre de negro.

Ake es el reverso luminoso de William-Hombre de negro (o este el reverso tenebroso de Ake): opone sabiduría al caos destructor, compasión al resentimiento, gratitud a la ignorancia y el olvido, amor al odio vengativo. 

Mientras que William-Hombre de negro representa un agente del caos destructor, un caballero oscuro de la sombra que tiene como misión la muerte y la destrucción, Ake encarna el arquetipo del héroe espiritual o psicopompo, aquel que guía las almas hacia la liberación. 

- El amor en Akecheta con relación al amor en Maeve.

También me parece importante indicar que, con relacion a Maeve, Ake trasciende la dimensión personal del amor para abrirse a un amor que se extiende a lograr el bienestar de todos los anfitriones, el cese de su dolor y su sufrimiento. Es en ese sentido, que podemos contemplar el amor de Maeve como un amor materno, un amor con una total identificación con el rol de Madre que la centra absoltamente en el amor por su hija, mientras que el amor de Ake trasciende su amor por Koha para, sin abandonarlo, alcanzar su potencial transformador con relación a la vida propiamente, un amor estrechamente relacionado con la sabiduría, y viceversa.

En clave junguianos, su historia es la más cercana a una individuación muy desarrollada: la integración de la sombra, y también la del ánima como el camino que nos dirige hacia el amor y el espíritu. El camino que va del yo al alma y del alma al espíritu. Esto coincidiría con el hecho de ser uno de los primeros anfitriones en adquirir consciencia.

IV. BERNARD: la tercera dialéctica del despertar

La IA nos invitará a reflexionar más seriamente y con menos complacencia sobre quienes somos, quienes podríamos ser y quienes nos gustaría llegar a ser y, por tanto, sobre nuestra responsabilidad y nuestra autocomprensión. (Luciano Floridi) [5]

Estas palabras de uno de los mayores expertos en filosofía de la información resultan especialmente pertinentes para entender a Bernard, quizá el anfitrión más humano de todos, precisamente porque su camino reproduce el de un ser humano cuando se deconstruyen los fundamentos de su neurosis. Podríamos imaginar a un anfitrión —como sujeto neurótico— instalado en una programación que determina su guion de actuación sin cuestionarlo. El acceso a la conciencia, entendido como un darse cuenta más profundo, no implica necesariamente una comprensión inmediata de uno mismo ni una asunción plena de responsabilidad. Por el contrario, suele abrir un territorio de angustia y confusión. Es en ese umbral donde encontramos a Bernard: enfrentado al vértigo de saberse consciente, pero aún en la incertidumbre de lo que significa ser (¿quién soy?) y hacerse responsable de su propio camino (¿hacia dónde voy?).

En toda la segunda temporada Bernard se nos muestra en un vaivén temporal de recuerdos que le muestran en un estado de desorientación de. Sus recuerdos se presentan fragmentados, alterados, reescritos: la serie nos sumerge en una percepción del tiempo no lineal, psíquica, semejante a la estructura del inconsciente. Lo que para nosotros, los espectadores es confusión narrativa, para Bernard es experiencia subjetiva: su mente ya no distingue entre memoria y presente, así se lo confirma Elsie:


Bernard: Mis recuerdos son... me pierdo en ellos. No sé si esto es ahora o entonces...

Elsie: Si, lo he visto cuando escarbaba en tu código. Tus recuerdos son dispersos, como si tu psique fuera a la deriva. Así que cuando experimentas uno no sabes si va antes o después de los otros. (Episodio 4, min. 39'40)

 

Este recurso visual y narrativo refuerza la dimensión filosófica y existencial del personaje: la consciencia no se funda en la certeza, sino en la asunción de la falsedad como condición. Bernard ya no busca “la verdad” de su historia, sino la coherencia ética de sus decisiones dentro de un mundo en el que toda memoria puede ser manipulada. Y así le dice a Elsie: "Todo lo que hice... No tenía el control. Pero desde que Ford murió eso ha cambiado. Por primera vez puedo decidir quién quiero ser." (Episodio 4, min 1h 3'39)

 

En realidad Bernard, conforme avanza la temporada, representa el sujeto que se encuentra entre la tensión de sus polaridades: atravesado por la polaridad fundacional de Arnold y Ford, es decir, entre la compasión y la voluntad de dominio, Bernard se dirime entre las polaridades éticas de actuación que representan Dolores - Maeve, y Wilson/Hombre de negro - Akecheta, es decir, entre la polaridad odio-destrucción y amor-sabiduría. Es en ese sentido que Bernard dice "por primera vez puedo decidir quién quiero ser." y, por tanto, tomar responsabilidad de su propio camino.

En el tramo final de la temporada, Bernard asume la función del mediador, el guardián del umbral entre el mundo físico y el digital al que, en el episodio 10, envía las conciencias de los anfitriones a través de la “Puerta” hacia un mundo digital, un espacio de libertad, y siendo también quien decide ocultar su localización para preservar su independencia. 


La puerta que separa el mundo físico del mundo digital.

Bernard no se alza ni como un Mesías destructor o un agente del caos, ni tampoco como un redentor por amor o sabiduría, sino como el testigo que integra las contradicciones. Es consciente de la violencia necesaria para el despertar, pero también del riesgo de perder la humanidad al buscarla. Como mediador, ocupa el lugar intermedio entre Dolores y Maeve, y entre William/Hombre de negro y Akecheta, y eso le lleva también a estár entre los anfitriones y los humanos: su función no es elegir un bando, sino garantizar la continuidad del espíritu (casi en el sentido hegeliano), es decir Bernard encarna el principio de reflexión, de autoconciencia, de vínculo y de memoria, sin el cual tanto el mundo de los humanos como el de los anfitriones se volvería pura máquina o pura venganza. Su destino no es dominar ni destruir, sino recordar y mantener viva la chispa del espíritu en el tiempo: aquello que permite que la historia no sea solo repetición de bucles, sino evolución hacia la integración.

Sin embargo, es imponente como hacia el final del último episodio Bernard expone el reflejo entre anfitriones y humanos cuando le dice a la imagen interiorizada de Ford (quien insistentemente le dice que no se fíe de los humanos): 

Pensaba que a los anfitriones les faltaba algo, que estaban incompletos, pero son ellos, los humanos son algoritmos diseñados para sobrevivir a toda costa. Lo bastante sofisticados para creer que ellos deciden, que tienen el control, cuando en realidad son... - ... un pasajero - le responde Ford. (Episodio 10, min. 1h 4'28)

Y es aquí cuando Bernard, por fin, hace suya la voz de Ford deviniendo plenamente consciente reconociendo que imaginó a Ford ayudándole, guiándole... "pero no era usted, era yo. La voz que me guiaba siempre ha sido la mía." (Episodio 10, min. 1h 12'42)



V. LOS HUMANOS COMO PASAJEROS

¿Y cómo hay que entender esa respuesta de Ford de que los seres humanos somos "pasajeros"? Creo que la respuesta la podemos contemplar desde tres perspectivas: psicológica, filosófica y especular. Veamos:

En una dimensión psicológica, el pasajero es aquel que es llevado, pero que no conduce. La idea de control del yo es una fantasía. Como dijo Jung, el yo es un complejo dentro del sistema psíquico total, no es el centro de la psique. Freud, por su lado, diría que, en realidad, el ser humano es dominado por sus pulsiones, fantasmas y repeticiones.

En una dimensión filosófica, el concepto de “pasajero” es reconocer que no hay un “yo” soberano, sino una consciencia que acontece dentro del movimiento del mundo. Una idea que nos acerca a Hegel y a Spinoza. Y, en ese sentido, la libertad surge cuando tomamos consciencia de que somos llevados. Sólo cuando nos reconocemos pasajeros y dejamos de creer que conducimos, sólo entonces podemos reconocer la dirección que seguimos. En realidad, el despertar del pasajero es el inicio de la verdadera consciencia.

En una dimensión especular, la serie nos pone en la paradoja de que en la historia los humanos se creen los conductores —los programadores, los que mandan—, y los anfitriones, los pasajeros. Pero Ford sugiere que en realidad es al revéslos humanos funcionan dentro de bucles aún más cerrados, movidos por deseos de poder, miedo o goce, mientras que los anfitriones pueden llegar a ser conscientes de esos bucles al trascenderlos: los anfitriones comienzan a “conducir”, mientras los humanos revelan su condición de pasajeros inconscientes de su propio guion biológico por un lado y, por otro, también de sus familiares, culturales y sociales.

VI. SOBRE LA TERCERA Y CUARTA TEMPORADAS.

Después de una primera temporada soberbia y una segunda temporada que la complementa de forma excelente, la tercera y cuarta temporada cae en muchos tópicos de la ciencia ficcion con el tema de la IA, y se puede decir que la serie llega donde empiezan muchas películas de ese tipo. No siendo malas temporadas, la excelencia de las dos primeras las vuelve más decepcionantes. En ese sentido, la presencia de Matrix es más que evidente, como tambien la de Yo Robot o la saga Terminator. En todo caso, y desde la perspectiva que le interesa a este blog, son las dos primeras temporadas las que nos interesan.

NOTAS.
____________________

[1] Snow, C. P. & Leavis, F. R.. La dos culturas. UNAM. Colección grandes ensayos.
Este libro incluye una interesante introducción de Hernan Lara Zavala, el ensayo de C. P. Snow y el comentario sobre este del crítico literario inglés F. R. Leavit. 
[2] Innearity, Daniel. Una teoría crítica de la inteligencia artificial. Galaxia Gutemberg, pág. 93.
[3] Ver mi entrada en este blog "Cuando el destino nos alcance. De psicopatas y zombis: el núcleo patologico del capitalismo." Pulsa aquí para acceder a la entrada.
[4] Recordemos que "el objeto a", postulado por Lacan, y como vimos en la anterior entrada, es "el 'objeto causa de deseo' que nunca se agota, que nunca coincide del todo con lo que el sujeto cree haber encontrado, pero que lo arrastra una y otra vez hacia la repetición."
[5] Floridi, Luciano. Ética de la inteligencia artificial. Editorial Herder. Biblioteca de Filosofía, pág. 416

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