AVISO. Por la naturaleza de los trabajos de este blog, el argumento e incluso el final de las peliculas son generalmente revelados.

lunes, 20 de febrero de 2012

AFLICCIÓN (Paul Schrader, 1997): UNA REFLEXIÓN SOBRE LA OBSESIÓN

Nuestras historias, la de Wade y la mía, describen la vida de los hombres y los niños durante miles de años, de niños que fueron maltratados por sus padres, cuya capacidad para amar y confiar fue casi mutilada al nacer. De hombres cuya única esperanza de relación con los demás seres humanos era el distanciamiento, como si ya no hubiera vida. De este modo evitamos destruir a  nuestros propios hijos y aterrorizar a las mujeres que tienen la desgracia de amarnos, así eludimos la tradición de la violencia masculina y rechazamos la seducción de la venganza.

                                                                        Aflicción


La película Aflicción (Affliction, 1997), guión y dirección de Paul Scrader, nos presenta un drama que narra la historia de Wade Whitehouse, un policía de una pequeña localidad de New Hampshire, rehuido por la gente de su alrededor incluyendo un padre dominante y autoritario y a la mujer que se divorció de él, y que se obsesiona con un caso de un accidente de caza en el que ve indicios de asesinato… Todo ello irá desembocando en una serie de trágicos acontecimientos en los que la destrucción y autodestrucción del protagonista se va tejiendo como una inevitable tragedia.

Aflicción cuenta con el guión y dirección de Paul Schrader y está basada en la novela de Russell Banks y está interpretada por una impecable y brillante actuación de Nick Nolte (Wade Whitehouse, nominado al oscar al mejor actor), una no menos brillante interpretación de James Coburn (Glen Whitehouse, que recibió el oscar al mejor secundario), Sissi Spacek (Margie Fog) y Willem Dafoe (Rolfe Whitehouse).

Paul Schrader
PAUL SHRADER es uno de los grandes guionistas del cine americano, así como también uno de sus grandes directores. Autor de guiones del calibre de Taxi Driver o La última tentación de Cristo (ambas dirigidas por Martin Scorsese), Obsesión (dirigida por Brian de Palma), La costa de los mosquitos (dirigida por Peter Weir) y director y guionista de obras como la que aquí comentamos (Aflicción) y de otras como Mishima, American Gigolo, Posibilidad de Escape, Touch, o la más reciente e impresionante The Walker. Schrader es uno de esos hombres interesados, como Russell Banks, en los personajes turbios y complejos, relaciones sentimentales marcadas por la frustración sexual, personajes siempre pertenecientes a ambientes marginales o corruptos así como también el mundo de la religión, en mostrar el otro lado de la hipocresía del sueño americano. No en vano son directores de culto para Schrader, Theodor Dreyer, Robert Bresson o Yasujiro Ozu, a los que cabría añadir John Ford, Jean Renoir, Roberto Rossellini, Alfred Hitchcock o Sam Peckinpah.

Russell Banks
RUSSELL BANKS es uno de los escritores norteamericanos que más ha sabido retratar la “pesadilla” del sueño americano. Socialmente comprometido su obra parte precisamente de sus orígenes complejos y su temática trata de los hombre derrotados, de los revolucionarios y delincuentes, de la marginación y el abuso de poder. Comenta Russell Banks: Sé que cuando era niño y vivía en un hogar destruido por el alcoholismo, la violencia, etc., la narración dentro del círculo familiar, para mis hermanos y para mí, era un modo de salvación. Podíamos darle sentido a una vida que de lo contrario era algo incoherente para un niño. A parte de Aflicción cuenta entre sus obras más destacadas: Soñando América, La reserva, Deriva continental o Como en otro mundo, todas ellas traducidas a varios idiomas incluido el castellano.


1. WADE WHITEHOUSE Y LA OBSESIÓN.

El personaje de Wade Whitehouse nos permite reflexionar un tanto sobre el carácter obsesivo y algunas de sus características, aunque quizá para comprenderlo mejor sea interesante contraponerla a la histeria. Veíamos al analizar la película de Hilary y Jackie que la histeria se orienta a captar el deseo del otro, mientras que en la obsesión nos hallamos justo en lo contrario. La posición del obsesivo es justamente no ceder al deseo del otro. Para ello en la histeria el sujeto de borra  frente al otro siendo su deseo, mientras que en la obsesión el sujeto borra al otro para no ceder a él.

Una buena manera de complementar ese elemento del obsesivo de no ceder al deseo del otro es lo que le lleva, en consecuencia a relacionarse con ese otro a través de la demanda: no hay deseo hay demandas (ordenes, exigencias). Eso es lo que lleva generalmente al obsesivo no sólo a no ceder al deseo del otro sino a sentirse víctima de las demandas del otro.Y este es un punto importante para comprender el comportamiento del obsesivo, puesto que algo que se observa en el superyó obsesivo es que justamente actúan las fuerzas inversas de aquello que parece sucederle: culpa, humillación, indignidad, etc.  Es como si en ese superyó convivieran aquello que llamamos introyectos (creencias) que por un lado condenan la agresividad, mientras que por otro los hubiera que incitaran a ella. Bruce Fink nos dice al respecto:

… la severidad del superyó – si bien a menudo se reduce a la voz de la conciencia internalizada – es en realidad un vehículo del goce: las voces del superyó del obsesivo pueden obligarlo a hacer ciertas cosas que le resultan extrañamente excitantes con tan sólo pensarlas. De hecho, Lacan formula el imperativo esencial emitido por el superyó como: ¡Jouis! (¡Goza!) – un imperativo que le ordena al sujeto a gozar. En el caso del hombre de las ratas, por ejemplo, prácticamente, lo que en cierto nivel él quiere hacer: ser vengativo, agresivo, etc. [1]

Podemos observar este elemento entre la imagen de hombre derrotado que nos ofrece Wade Whitehouse y cuando en una conversación telefónica con su hermano dice:

Wade: Sabes… Hay días en que me siento como un perro apaleado Rolfe… Algún día empezaré a morder, te lo juro.
Rolfe: ¿No lo has hecho ya a veces?
Wade: No, no lo he hecho en realidad, no. Tal vez he gruñido pero no he mordido

Nick Nolte en el papel de Wade Whitehouse
 
¿Cómo se construye superyó de estas características? Le película nos da la pista a través del padre, Glen (James Coburn), personaje autoritario a la vez que gozante (sádico y violento) como nos lo muestra la siguiente escena de infancia recordada por Wade en la que defiende a su madre de la violencia de su padre:

James Coburn como el padre violento

2. CLAVES DEL MUNDO OBSESIVO.

2.1. La relación agresividad - culpa.

Wade Whitehouse se nos muestra como un hombre derrotado por el que su gente siente poco respeto, divorciado de su mujer, quien le trata como un desastre y por el que su pequeña hija muestra poco interés dado su poco tacto. Un hombre al que todo parece haberle dado la espalda… o que parece haberle dado la espalda a todo. Así surge el tema del misterio del supuesto asesinato de un sindicalista en una partida de caza que parece desencadenar en Wade ese pasaje del gruñir al morder. Efectivamente, tras empezar a implicarse – obsesionarse - en la investigación del supuesto asesinato, Wade también se plantea poner un pleito a su ex-mujer para lograr la custodia de su hija, intenta multar a un personaje importante de la ciudad, y así otras acciones más. A pesar del odio que siente hacia su padre manifiesta progresivamente comportamientos que se acercan al de él lo cual demostraría la internalización de los valores paternos relacionados con la violencia y la dominación a lo cuales Wade se opone con todas sus fuerza. En toda la película se observa la tensión de Wade para no ser como su padre y, no obstante, como poco a poco, inexorablemente todo le lleva a ser como él.

Nick Nolte y James Coburn en Wade y Glen Whitehouse

Todo eso determina una de las características clave del mundo obsesivo: 

El obsesivo está feliz de poder externalizar, aunque no sea por más de un momento, las voces exhortantes y críticas que tiene dentro de su cabeza. El proceso le permite tener un enemigo externo en el cual centrarse y lo devuelve a la vida, , por así decir, saca a la luz su "espíritu de lucha"... [2]

Dicho de otro modo, la transformación del otro como el que demanda logra finalmente que se proyecte en él el enemigo con el cual podrá satisfacer el imperativo superyoico, si bien el precio de ello es la otra clave del mundo obsesivo: la culpa. Una culpa generalmente vinculada al fracaso de las empresas que acomete, y también vinculada, en ocasiones, a la manifestación de los impulsos agresivos que probablemente se relacionan con un vínculo de odio edípico con el padre.

En la película podemos observar esta combinación entre intento de lucha y culpa o miedo - también manifestada en la tensión que se observa en Wade - en varias escenas en las que inicia el movimiento agresivo y en el que ante la respuesta del otro no encuentra continuidad.

Esta relación agresividad-culpa también se observa en el mundo obsesivo en su relación con la mujer, en su clásica visión que oscila entre la virgen y la prostituta o entre la santa (la madre, Margie) y la mujer demoníaca (su ex-mujer), lo cual lleva a una especie de "perpétuo vértigo de la destrucción del otro" (Lacan, Seminario VIII) en el esfuerzo por neutralizar, aniquilar o negar la mujer como ese otro.

2.2. El sometimiento al ideal: el nombre y la posteridad.

Otro de los elementos que se observan en el film que caracterizan el mundo del obsesivo es el futuro, el futuro como el tiempo de los logros. Logros que, no obstante son en función del yo ideal que domina al obsesivo y que, como tal, no son más ideales forjados por el superyó:

El obsesivo vive postumamente, sacrificando todo (toda la satisfacción en el aquí y ahora) en pos de su nombre, para que su nombre perdure. El nombre - que es el Nombre del Padre, el nombre que dona el padre - en cierto sentido es el Otro que sanciona la ley y cuyo goce es asegurado mediante la acumulación de publicaciones, títulos, dinero, propiedades, premios, y demás, que realiza el obsesivo. [3]

Encontramos esta postergación de la satisfacción en la escena en la ºque Margie le pregunta si ha perdido el trabajo debido a todas sus indagaciones y sospechas en pos del supuesto asesino del sindicalista, a lo que Wade le responde:

Margie oye... Margie es temporal créeme. Se va armar un follón tan gordo estos días que el hecho de que me despidan Lariviére y Merrick no tiene importancia. ¡Buscaré otro trabajo! ¡ Buscaré otro trabajo! La gente me necesitará. Cuando esto termine me convertirán en un héroe. ¡Espera y  no te arrepentirás! ¡Seré el mejor padre del mundo! ¡Tú me necesitas! ¡Incluso papá... papá me necesita! ¡El pueblo me necesita! Encontraré otro trabajo. Puede que ahora piensen queme pueden echar a la calle como un vulgar perro callejero pero pronto será diferente.


El futuro... Los logros, el reconocimiento... siempre por llegar, nunca en el presente. En el presente siempre hallamos la insatisfacción, la frustración, la sospecha, la injusticia y la culpa siempre de fondo. En este momento de su vida Wade la siente como un fracaso, fracasado con su trabajo, como pareja, como padre... y su único agarradero es el delirio que trama alrededor del supuesto asesinato y toda la trama que va construyendo alrededor de él.

No deja de ser interesante el comentario que Gale hace a Margie cuando Wade sale de la casa:

Siempre ha sido un quejica... Mi padre si que era un hombre de verdad. Ninguna mujer le dominaba. Trabajo hasta el día que murió. Si... Los hombres como él eran hombres de verdad.

Lo cual no hace más que reafirmar la frustración que Wade le depara como hijo: él no es un hombre de verdad.

3. EL DESENLACE: LA TRAGEDIA SE CONSUMA.

El superyó nos ordena satisfacer nuestras pulsiones, ordenándonos extrañamente – y sin duda en cierta manera nada intuitiva – satisfacer a ese Otro sádico que habita dentro de nosotros, el superyó. Obviamente, simultáneamente nos satisfacemos a "nosotros mismos" en algún sentido aunque por cierto no es en el nivel del yo o el sí  mismo que encontramos satisfacción. Cuando obedecemos las órdenes del superyó, es como si estuviésemos obteniendo goce para el Otro, no para nosotros mismos. [4]

Y justamente eso es lo que se aborda una parte de la escena final de la película, una escena brutal en la que justamente parecen representarse las palabras del texto citado de Bruce Fink. En una escena confusa marcada por la violencia de Wade hacia Margie y luego hacia su hija, éste la golpea haciéndola sangrar por la nariz... Queda tendido en el suelo y aparece entonces su padre justamente orgulloso del acto de violencia que su hijo acaba de protagonizar diciéndole:

Tú... te conozco bien... Si... tú... maldito hijo de puta... Te conozco muy bien, Llevas mi sangre... ¡Eres un maldito pedazo de mi corazón! [...] Lo has conseguido por fin, lo has hecho bien, te has portado como un hombre hijo, como yo te enseñé... ¡Oh... maldita sea Wade, te quiero desgraciado hijo de puta! [...] Todo lo que sabes lo has aprendido de mí.


Aunque representación externa, es como si se tratara también una representación del mundo interno, donde el superyó sádico (representado por Gale, el padre) goza con la acción del yo (representado por Wade), con el cumplimiento de sus imperativos.

A partir de aquí Wade cae en picado en su tragedia: abandonado por Margie y su hija inicia una espiral de violencia en la que mata a su padre tras sufrir una agresión de éste. Luego mata a Jack (el supuesto asesino del sindicalista) y en narración de Rolfe, su hermano, desaparece quizá falleciendo congelado en algún banco o cuneta, o quizá perdido como un vagabundo desconocido.

Aflicción aparece configurada como una tragedia en la que el héroe - o anti-héroe - consuma inevitablemente un destino al que parece, por más que aparentemente intente que las cosas sean de otra manera, ser lanzado inevitablemente, pero quizá esto será objeto de otro comentario.



[1] Fink, Bruce. Introducción clínica al psicoanálisis lacaniano. Teoría y técnica. Gedisa editorial, págs. 164 y 165
[2] Ídem anterior, pág. 178
[3] Ídem anterior, pág. 165
[4] Ídem anterior, pág. 165 



domingo, 5 de febrero de 2012

HILARY Y JACKIE: UNA REFLEXIÓN ACERCA DE LA HISTERIA.


1. EL CRUCE DE CAMINOS.

La película Hilary y Jackie (1998), dirigida por Anand Tucker y basada en la novela de Hilary du Pré acerca de su relación con su célebre hermana, la violonchelista Jacqueline du Pré, nos ofrece distintos puntos de reflexión. Sin mencionarlos aún diré que todos ellos están contenidos en esa escena que a todos habrá llamado la atención, y a partir de la cual se toman los dos caminos: el camino de Hilary (Rachel Griffiths) y el de Jackie (Emily Watson). Se trata de la escena en que las hermanas dialogan acerca de la boda de Hilary con Kiefer (David Morrisey). Se hacen evidentes unas frases distintivas en el diálogo con el que se repite la escena según esta da camino a Hilary, según da a camino a Jackie. Recordemos… La escena del diálogo entre las hermanas que abre el camino de Hilary trascurre tal y como sigue:

Hilary: Jackie… Jackie, Kiefer quiere que nos casemos
Jackie: -medio dormida - ¿Qué…?
Hilary: ¡Kiefer quiere que nos casemos…! ¿Qué te parece?
Jackie: Que es una tontería… Verás, no tienes que casarte con él… ¿Sabes lo que es esto? Esto querida es un diafragma… Un anticonceptivo.
Hilary: ¿En serio? – ríen juntas –
Hilary: ¿Quién te lo ha dado?
Jackie: Me lo ha dado el médico. ¡Venga Hill! Cojamos un piso juntas y hagamos el loco. Podríamos tener todos los hombres que quisiéramos.
Hilary: Voy a casarme con Kiefer… – se cruzan unos instantes las miradas – Le quiero… y el me quiere.
Jackie: El no te quiere… Sólo quiere meterse en tus bragas. No tienes que casarte cada vez que te apetezca un polvo. Para eso esta esto – el diafragma -
Hilary: Pero yo quiero casarme…
Jackie: No puedes casarte con él. No puedes abandonarme.
Hilary: No te abandono… Tú nunca estás aquí. Nunca volverás a estar aquí.
Jackie: ¿No lo sabes? Dejo el violonchelo.
Hilary: No digas tonterías.
Jackie: Puedo hacer lo que quiera.
Hilary: Lo único que sabes es tocar el chelo. Lo único que yo se es tocar la flauta. Somos unas crías Jackie. Hasta Kiefer se ríe de mí.
Jackie: ¿Y por qué te casas con él?
Hilary: Porque hace que me sienta especial.
Jackie: Pues eso es una bobada porque la verdad es que no eres especial.
Hilary: - entristecida – Creí que te alegrarías por mí.



Emily Watson como Jacqueline du Pré

Y la película inicia el camino de Hilary… Veamos ahora la misma escena que inicia el camino de Jackie. Esa escena continúa en el momento en que Hilary le dice a su hermana que Kiefer la hace sentir especial. Sin embargo la escena toma aquí el siguiente rumbo:

Jackie: ¿Y por qué te casas con él?
Hilary: Porque hace que me sienta especial. Tu no lo entiendes porque no tienes a nadie que te haga sentir especial.
Jackie: Pues eso es una bobada porque la verdad es que no eres especial.
Hilary: Si crees que ser una persona normal es más fácil que ser alguien excepcional te equivocas. Sin ese violonchelo al que agarrarte no serías nada.



Rachel Griffiths como Hilary du Pré



¿Qué nos muestra esta parte de diálogo atribuida a Hilary que en su versión no está registrada? ¿Cuál es el verdadero diálogo? ¿O quizá es que ambas versiones son los contenidos temidos para cada hermana en su imagen a través de la otra?

Entre los dos caminos de la película tenemos el intermedio en el que la vida de las dos hermanas se cruza derivando en el polémico triángulo que se constituirá entre Hilary, Kiefer y Jackie hasta el momento en el que éste se acaba y las vidas de las hermanas se separan  hasta prácticamente el final trágico de Jackie por la enfermedad degenerativa (esclerosis múltiple) que la aquejó.

Para comprender bien la esencia de la temática psicológica sobre la que esta película nos permite reflexionar es necesario dirigirnos a otra escena fundamental de la película… Jackie, ya una famosa violoncelista, hace pareja con el no menos famoso pianista y director Daniel Barenboim. En un momento determinado, cuando tras un concierto Jackie aprecia los primeros síntomas de su enfermedad degenerativa, se establece el siguiente diálogo entre ellos:

Jackie: ¿Dani, me querrías si no pudiera tocar?
Dani:   ¿Qué?
Jackie: ¿Me querrías si no pudiera tocar?
Dani:    Si no pudieras tocar no serías tú.
Jackie:  ¡Quiero saberlo!
Dani:   ¡Oh cuerpo balanceado por la música! ¡Oh luminosa mirada! ¿Cómo se puede separar la bailarina del baile?
Jackie:  ¿No deseas a veces no saber tocar, ser una persona normal?
Dani:    ¿Vivir en el campo, hornearse el pan, echar pienso a las gallinas y tocas una vez al año con un grupo de aficionados?
Jackie: ¡Como te atreves a insultar a mi hermana!
Dani:    Vamos… no la estoy insultando…
Jackie: ¡Al menos ella eligió su vida… Tú y yo somos fenómenos de feria…
Dani:   Vayamos al coche y ya hablaremos… No quería molestarte.



James Frain como Daniel Baremboin

Cuando Daniel sale a la puerta para recogerla, Jackie ya no está. Se ha ido. Es entonces cuando viaja y vuelva a la casa de campo de Hilary dando inicio a la compleja relación con ella y Kiefer, su pareja.

¿Qué nos llama la atención de este diálogo? La temática que se nos plantea nos permite reflexionar sobre algunos aspectos de la histeria. En primer lugar estos dos breves diálogos  nos introduce a una cuestión fundamental en esta neurosis: ¿cuál es mi valor? ¿porqué se me reconoce?



David Morrisey como Cristopher Finzi
2. LA MUJER, EL HOMBRE Y LA OTRA.

En Hilary y Jackie es fundamental el trío que constituyen Jackie, Hilary y Kiefer y, en cierta medida, pero fuera de él, Daniel. Veamos, en primer lugar, la percepción que Jackie tiene de esos dos hombres. La escena antes narrada entre ella y Daniel pone de manifiesto esa duda acerca de qué es aquello que se ama: lo que soy o lo que represento. Daniel, inevitablemente, representa esa increpación que Hilary le lanza a Jackie en la segunda escena cuando le dice: sin ese violonchelo no eras nada. Al mismo tiempo Hilary, en la primera escena ya formula esa desviación del valor de una mujer hacia el hombre cuando confirma que Kiefer hace que me sienta especial. A la luz de estos elementos veamos ahora una lectura que se deriva de todo ello.

Para ello no tenemos que olvidar los inicios que se nos muestra acerca de la infancia de ambas mujeres: dos niñas creciendo en un mundo artístico (música, danza, dibujo…) propiciado esencialmente por la madre. En esos inicios se nos muestra una Hilary virtuosa que, aparentemente, parece llamada a ser una exitosa flautista, mientras Jackie, más pequeña, asiste contrariada a esa exaltación de la hermana. A su vez Hilary, y desde su superioridad, trata de que su hermana pueda participar del mundo de la música en la que ella está inmersa, siendo, en ese sentido, significativa la escena en la que dentro de la orquesta en la que Hilary toca un solo de flauta,  Jackie sólo interviene para dar una nota con un tambor, y en la que al hacerlo lo rompe de rabia.



Jacqueline du Pré en su infancia
Más adelante se nos muestra cómo Jackie empieza a tocar el chelo con un profesor que destaca sus cualidades (William Pleeth, a quien llamaba su "padre musical")… Al poco tiempo, y en un concurso de música, Jackie desplaza el interés por Hilary al recibir un manifiesto reconocimiento por parte del jurado por su brillante interpretación. Asistimos entonces al rostro contrariado de Hilary al perder su protagonismo. Veamos por lo tanto los dos movimientos posteriormente manifestados en las mujeres:

1) El movimiento de Jackie hacia Hilary entendido como el valor es lo que se representa.
2) El movimiento de Hilary hacia Jackie de integrar a su hermana en su mundo.

En los dos diálogos primeros a los que hacemos referencia encontramos la estructuración fundamental del mensaje histérico: la otra tiene el secreto de ser mujer (de la misteriosa feminidad). ¿Cómo Hilary, que no es nada (igual que Jackie sin violonchelo sería nada, qué fue entonces de Hilary sin su flauta) tiene el amor de Kiefer, un amor que la hace sentir especial? ¿Qué tiene “nada” para ser amada como algo especial? Recordemos que en el primer diálogo Jackie le dice a Hilary que eso es una bobada porque la verdad es que no eres especial. La relación de Daniel con Jackie está marcada precisamente por el violonchelo… ¿Me querrías si no pudiera tocar? – le pregunta ella – Si no pudieras tocar no serías tú – le responde Daniel -, tras lo cual se escenifica la escena que confirmaría la increpación de la hermana… sin violonchelo no eres nada. Y aquí se estructura el desafío de Hilary para Jackie: ella, no obstante, es amada por ser nada. De esa manera las hermanas vuelven a reestructurar el esquema de la infancia estableciéndose de nuevo el movimiento de Jackie hacia Hillary ahora en virtud del hombre que la ama (Kiefer) por nada, a la vez que debido a este movimiento Hilary restablece su posición de superioridad sobre su hermana cuyo máximo exponente es volverla a integrar en su mundo: compartir ahora a Kiefer. Veamos como en esta estructura se cumple el esquema histérico: la histérica se identifica con un hombre, al tiempo que cede la posición femenina a alguna otra mujer que encarna para ella el misterio de la feminidad. - 1 -

Es algo que Jackie parece intuir cuando, en el primer diálogo,  le dice a su hermana “no puedes casarte con él. No puedes abandonarme.” A lo que curiosamente Hilary le responde “No te abandono… Tú nunca estás aquí. Nunca volverás a estar aquí.”  Lo que, sin mucha vacilación, me atrevo a traducir en los siguientes términos: El abandono que siente Jackie es porque al casarse Hilary se reestructurará el esquema y la hermana vuelve a interpretar el misterio de porque ella es amada, ahora por ser aparentemente nada, por representar nada, mientras que ese nunca estás aquí, y aun más, ese nunca volverás a estar aquí parece hacer referencia a un nunca volverás a necesitar-me. Vemos así entre las dos hermanas, modulado a través del hombre, en realidad más como intermediario, como hombre de paja, las dos posiciones del histérico: la búsqueda de la potencia que somete (Jackie) o de la impotencia que atrae (Hilary), pero que en ambos casos acaba decepcionando. Kiefer, como antes la música,  es, en el fondo, el objeto intermediario por el que ambas mujeres se interrogan… Jackie intentando encontrar el qué de la otra, de Hilary, de su nada aparente, y Hilary sosteniéndose en el poder de ser poseedora del objeto deseado por su hermana, ahora un hombre, Kiefer, como antes, de pequeñas, lo fue la música.


Jacqueline du Pré: primeros años
3. EL YO HISTÉRICO COMO UN YO HISTERIZADOR.

Juan David Nasio, en su libro El dolor de la histeria, destaca tres aspectos del yo histérico: la histerización, la insatisfacción y la tristeza. ¿Qué significa esto del yo histérico como yo histerizador? Veamos que nos dice Nasio:

Histerizar es hacer que nazca en el cuerpo del otro un foco ardiente de líbido. - 2 -

Y nos dice esto tras indicarnos previamente:

Instala en el cuerpo del otro un cuerpo nuevo, tan libidinalmente intenso y fantasmático como lo es su propio cuerpo histérico. Pues el cuerpo del histérico no es cuerpo real, sino un cuerpo sensación pura, abierto hacia afuera como un animal vivo, como una suerte de ameba extremadamente voraz que se estira hacia el otro, lo toca, despierta en él una sensación intensa y de ella se alimenta. - 3 -

En la película se observa esta dimensión de Jackie en su dimensión provocadora, y en un punto en el que este estilo provocador adopta, como indicó Lacan, una forma homosexuada (Hommesexuelle, con dos emes) que no homosexual (homosexuelle, con una eme) - 4 -, una sexualidad identificada con la del hombre y que adopta en muchas ocasiones lo que podríamos llamar un estilo masculino de relacionarse. Recordemos en ese sentido las palabras de la escena primera:

Hilary: ¡Kiefer quiere que nos casemos…! ¿Qué te parece?
Jackie: Que es una tontería… Verás, no tienes que casarte con él… ¿Sabes lo que es esto? Esto querida es un diafragma… Un anticonceptivo.
Hilary: ¿En serio? – ríen juntas –
Hilary: ¿Quién te lo ha dado?
Jackie: Me lo ha dado el médico. ¡Venga Hill! Cojamos un piso juntas y hagamos el loco. Podríamos tener todos los hombres que quisiéramos.
Hilary: Voy a casarme con Kiefer… – se cruzan unos instantes las miradas – Le quiero… y él me quiere.
Jackie: Él no te quiere… Sólo quiere meterse en tus bragas. No tienes que casarte cada vez que te apetezca un polvo. Para eso esta esto – el diafragma –

El estilo provocativo de Jackie concuerda con esa dimensión histerizadora entendida como la erotización de una expresión humana, propia o ajena:

Esto es exactamente lo que hace el histérico: con la máxima inocencia, sin saber, él sexualiza lo que no es sexual; por el filtro de sus fantasmas de contenido sexual – y de los que no tiene necesariamente conciencia -, el histérico se apropia de todos los gestos, todas las palabras o todos los silencios que percibe en el otro o que él mismo dirige al otro. - 5 -

Ahora bien, llegados a éste punto si es importante destacar un aspecto esencial que afecta a las histéricas (por diferenciarlo de los histéricos, cuyo problema se relaciona más con el contacto y la penetración) en relación a la sexualidad y a la relación sexual, y que puede enunciarse de la siguiente manera: la histérica se ofrece, pero no se entrega; puede tener relaciones sexuales orgásmicas, sin por ello comprometer su ser de mujer.

De hecho, para la histérica, el orgasmo puede ser el límite que separa el ofrecimiento de la entrega. Pero… ¿qué significa esto de que la histérica no se entrega? Yo lo denomino, por coger un símil místico, como la incapacidad para dejarse arrebatar (el arrebato místico es dejarse penetrar el alma por dios), para entregarse al arrebato del encuentro sexual y que, específicamente en el histérico o la histérica, toma la forma de la insatisfacción, la paradoja de tener que vivir que lo que más deseo es lo que debo evitar, hasta tal punto que en la histeria el deseo es al final deseo de insatisfacción porque como también ya indicó Lacan, sólo el deseo de insatisfacción permite al histérico garantizar la inviolabilidad de su ser. Y que como dice Nasio:

Una insatisfacción que no se acantona en el mero registro sexual, sino que se extiende al conjunto de la vida; a veces, con enorme dolor, a través de episodios depresivos y hasta tentativas de suicidio. - 6 -

4. EL YO HISTÉRICO UN YO INSATISFECHO.

Respecto a este punto nos dice Juan David Nasio:

El histérico, como cualquier sujeto neurótico, es aquel  que, sin saberlo, impone al lazo afectivo con el otro la lógica enferma de su fantasma inconsciente. Un fantasma en el que él encarna el papel de víctima desdichada y constantemente insatisfecha. Precisamente este estado fantasmático de insatisfacción, marca y domina toda la vida del neurótico. - 7 -

Poco a poco es lo que vemos hacerse presente en la relación de ambas hermanas… La insatisfacción de Jackie se centra constantemente en la hermana y aquello de lo que esta supuestamente disfruta (por eso, y como vimos anteriormente, el deseo de insatisfacción no sólo se manifiesta en lo sexual sino que se proyecta en la toda la extensión de la propia vida). Veámoslo:

1. En la infancia ya se observa esa “envidia” hacia la hermana: hacia el reconocimiento que esta obtiene a través de la música.

2. Posteriormente y ya de mayores, cuando Jackie ya empieza a ser reconocida por sus grandes virtudes interpretativas y se dispone a su peregrinar por Europa interpretando a la vez que recibe clases de los más grandes violonchelistas (Pau Casals, Mistislav Rostropovich), Hilary cae en picado con su flauta en manos de un profesor capaz de destruir al más pintado. No obstante, ya se empieza a observar en ella esa añoranza del hogar (es significativa la escena de la ropa que manda a lavar a su casa y cuyo significado se aclara en otra escena posterior) y el inicio de la relación de amor – odio que establece con su instrumento: de repente el éxito no es acompañado por el amor, por el afecto, por la compañía… La admiración es por su virtud.



La soledad de Jackie
3. En su vuelta a casa, cuando presenta a Daniel a su familia, también conoce a Kiefer, el novio de Hilary, quedándose ya chocada por la actitud amorosa que éste manifiesta hacia su hermana. Tras la “decepción” – una forma inicial de la insatisfacción – con Daniel, vista en la tercera escena que hemos comentado, vuelve a su hermana manifestándose una vez más su “envidia” por su mundo, es decir, por el amor de Kiefer y su familia.

4. Finalmente la partida del hogar de Hilary cuando tras compartir ésta el amor de Kiefer con Jackie las cosas llegan a un punto extremo de tensión (se hacen demasiado obvios algunos comentarios despectivos de Jackie hacia Hilary) que lleva a Hilary a pedirle que se vaya de su casa… La escena finaliza con la partida cargando su violonchelo y con la omnipresente melodía de fondo del concierto para violonchelo y orquesta de Elgar.

5. A partir de aquí asistimos ya al declive de Jackie aquejada de esclerosis múltiple que la apartó de los conciertos y progresivamente de Daniel a quién había vuelto tras dejar el hogar de Hilary.



Los últimos años: esclerosis múltiple 

El  por qué el sujeto histérico busca la insatisfacción (cuando aparentemente buscamos lo contrario) lo vimos ya esbozado en el punto anterior. No obstante, y a pesar de la complejidad del tema, que supera los límites de este blog, dejaremos este punto con unas palabras más de J. D. Nasio, quién en el libro antes citado nos apunta:

Un peligro esencial amenaza al histérico, un riesgo absoluto, puro, carente de imagen y de forma, más presentido que definido: el peligro de vivir la satisfacción de un goce máximo. Un goce de tal índole que, si lo viviera, lo volvería loco, lo disolvería o lo haría desaparecer. Poco importa que imagine este goce máximo como goce del incesto, sufrimiento de la muerte o dolor de la agonía; y poco importa que imagine los riesgos de este peligro bajo la forma de la locura, de la disolución o del anonadamiento de su ser; el problema es evitar a toda costa cualquier experiencia capaz de evocar, de cerca o de lejos, un estado de plena y absoluta satisfacción. Por más que se trate de un estado imposible, el histérico, lo presiente como una amenaza realizable, como el peligro supremo de ser un día arrebatado por el éxtasis y de gozar hasta la muerte última. - 8 -

Por ese mismo motivo el histérico tiene que lograr finalmente la insatisfacción boicoteando sus propios logros.

5. EL CONCIERTO PARA VIOLONCHELO Y ORQUESTA DE ELGAR: EL YO HISTÉRICO UN YO TRISTEZA.

Dice Slavoj Zizek que existe una doble histeria entre ambas hermanas, lo cual, a parte de comprender a Jackie nos permite tambien comprender a Hilary:


... cada una de ellas percibe a la otra cómo la mujer que sabe qué desear ("el sujeto que se supone que desea"), y, al menos en un punto de la historia, se sale ella misma del cuadro, convencida de que su ausencia hará posibloe la imagen ideal de la pareja o la familia. . Para Jackie, Hilary y su familia son la unidad ideal que observa con anhelo, mientras que para Hilary, la imagen de Jackie jugando con su marido y con sus hijos constituye un ideal en el que finalmente no hay lugar para ella. - 9 -


Ambos anhelos llevan constantemente a la fuente de tristeza para el histérico: la exclusión. De la misma manera que en la infancia Hilary es excluida de la música, Jackie lo es del entorno familiar de Hilary. Llegamos así a la fuente de la tristeza y del dolor que embarga a los histéricos: desatando el conflicto o despejándolo, sea hombre o mujer, ocupará invariablemente el papel de excluido. Dice Nasio al respecto:


Los histéricos crean una situación conflictiva, escenifican dramas, se entrometen en conflictos y luego, una vez que ha caído el telón, se dan cuenta, en el dolor de su soledad, de que todo no era más que un juego en el que ellos fueron la parte excluida. En estos momentos de tristeza y depresión tan característicos descubrimos la identificación del histérico con el dolor de la insatisfacción: el sujeto histérico ahora ya no es un hombre, no es una mujer, es dolor de insatisfacción. - 10 -


Quizá por este motivo Jackie siempre mostró su fascinación por el concierto para violonchelo y orquesta de Edward Elgar,  cuyo primer movimiento tiene un aire trágico que no en vano se debe a una de las motivaciones de Elgar para escribir este concierto: el del sufrimiento que Europa había vivido con la primera guerra mundial y sus desastres. Hay algo en esa melodía que se relaciona con esa dimensión de destino irremisible que hay en lo trágico y que parece acompañar esa sensación de destino irrevocablemente insatisfecho que acompaña al histérico.


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- 1 - Lacan, J. (1951): “Intervención sobre la transferencia”. En Escritos 1, Siglo XXI
- 2 - Nasio, J. D. El dolor de la Histeria, Paidós psicología profunda 156, pág. 18
- 3-  Ver nota anterior, pág. 18
- 4 - Lacan, J. (1972-73): El seminario, libro 20: Aun, Paidós
- 5 - Ver nota 2, pág. 18
- 6 - Ver nota 2, pág. 49
- 7 - Ver nota 2, pág. 16
- 8 - Ver nota 2, pág. 16
- 9 - Zizek, S. Lacrimae Rerum. Ensayos sobre cine moderno y ciberespacio, Debate, pág. 38 
- 10 - Ver nota 2, pág. 21